Microrrelatos a quemarropa (III)

Buen tiempo para volver con los microrrelatos a quemarropa. Ya saben, esos que escribimos para un conocido concurso de radio. Estos van a ser, en dos nuevas tandas, los que hemos enviado en la media temporada que va de septiembre a diciembre. Como esta vez nos seleccionaron uno, no figura en esta relación, pero se puede leer aquí, entre otros muchos y muy buenos XIV Edición de Relatos en Cadena (ganadores y finalistas) | Escuela de Escritores Y los demás son estos. Recordar que los llamamos “a quemarropa” porque han sido escritos al límite de tiempo, a partir de la última frase del ganador de cada semana. Es decir, de lunes por la tarde a jueves por la mañana, con otras no pocas cosas que hacer. En verano publicamos dos tandas y esta es la tercera:

Exquisitos y delicados

Ese no es nuestro estilo de familia. A nosotros nos enseñaron desde pequeños a hacer bien las cosas. A demostrar educación. A no hablar con la boca llena. A ser pulcros y distinguidos. A comportarnos con nuestros conciudadanos y darles las buenas noches. A no hacer más ruido del necesario, incluso ser exquisitos y delicados cuando nos dejan expedito su lado débil. A concederles qué menos que un segundo de placer… y retirarnos a tiempo. “Anda, hijo, baja ya del torreón, que amanece y tenemos que volver a la cripta”.

Solos en casa

Qué gusto da verlo todo recogido. Cuando mañana vuelvan de vacaciones, ya no podrán decirnos que tenemos la casa hecha una pocilga. Hemos revisado bien que no haya quedado ni una colilla en el baño ni un vaso pegajoso en el suelo ni un resto de vómito en los sillones. Lo más complicado ha sido reponer las botellas del mueble bar y dejarlo tal como estaba. Y lo más crítico, eliminar todo indicio de sexo y lujuria en su dormitorio. Que menudo pollo nos montan. Estos hijos nuestros son muy mirados para estas cosas.

Eterno reproche

Exactamente lo mismo que decía cuando estaba viva. Y si no le faltaba razón entonces, tampoco ahora. Pero me atormenta a todas horas día tras día, años ya, la misma letanía. Que no he cambiado y no aprenderé. Que siempre seré un temerario y un inconsciente. Pero bueno, es mi carácter, ya me conoce. Y total, ¿qué puedo ya hacer, aquí encajado, oyendo sus eternos reproches al otro lado de la pared? Sí, demasiado deprisa sí que tomé esa curva. “Lo siento, mi amor”, le repito. Y me perdona por hoy, con dos toquecitos huecos desde el nicho de al lado.

Qué sorpresa se va a llevar

Ya estoy en casa. El aroma de siempre. La luz filtrada por los visillos esparce la misma comedida claridad. Los pasos parece que se acolchen en el parqué. He dejado el sombrero, la maleta pequeña que me llevé y otra grande que en este tiempo he dado en llenar. Qué sorpresa se va a llevar. Mientras la espero, recorro cada estancia, nuestro dormitorio, todo se ve intacto… excepto dos retratos en la mesilla. El más próximo a la pared, soy yo; el que da a la cama, no. El mío, ribeteado de flores blancas; el otro, con ella…

Caballero con Gracia

No hay tiempo que perder, otra vez llegamos tarde al trabajo. Tú y tus salidas nocturnas, dices que sólo una vueltecita… y siempre nos liamos con esos del jardín. Qué luego tú estás todo el día solo, pero yo tengo que aguantar a las petardas de mis hermanas, unas cotillas y envidiosas. Es la hora, no nos da, ni a ti a vestirte ni a mí a desvestirme. Toma la espada, ponte bien la gorguera. Quita esa manita tonta, póntela en el pecho y corre a tu puesto. Que ya entra la gente en el museo y además están ahí esas dos hijas de Júpiter….

Hechizo

Le pido que haga todo lo posible por mantener con vida a mi marido un poco más. Pero me dice el brujo que ya es casi imposible, está próximo a cumplir 200 años, y con la Naturaleza se pueden negociar ciertos plazos, pero no resistirse a su devenir. He de reconocer que ha hecho este hombre un trabajo impagable todo este tiempo cuidando a mi querido, alargando hasta lo posible nuestra felicidad. Creo que el mayor acierto fue cuando le convencí para que lo convirtiera en tortuga. Para mí, que han sido nuestros mejores años.

Grifos abiertos

Estas humedades que me están matando no tienen que ver con la lluvia impenitente ni se quitan con un producto milagroso. Es tu jodida manía de marcharte y dejar los grifos abiertos. Yo me paso la vida cerrándolos uno tras uno, tapando las salidas y negando cualquier vía de escape. Intento cortar todas las llaves de paso, pero al final no puedo evitar hacer agua. La fontanería se me va de las manos cada vez que te cuelas por una mínima tubería, te quedas con la casa y se anuncian nuevas borrascas.

Espero que os hayan gustado, o al menos alguno. En breve volveremos con la cuarta serie.

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