No sé si lo estaban esperando, pero aquí venimos con la segunda parte de los microrrelatos. Como expliqué al publicar la primera tanda, fueron escritos y presentados a un concurso durante los meses duros del confinamiento, y suponían mi primera experiencia en un género tan micro. Como en total son 15 y habíamos publicado ocho, para que vayan aquí otros ocho, he escrito uno nuevo, que va al final. Y que cumple con la característica común de los demás: ha sido escrito a quemarropa. Ahí van:
De nacimiento
La propia de los buenos espantapájaros. Fue la pinta con que lo describió su padre cuando lo vio nacer. Hubieron de pasar cincuenta años, veinte de matrimonio, seis hijos, una guerra, una pandemia… y una tarde su madre se lo contó, cuando el viejo ya no estaba. En ese tiempo, había expandido la hacienda familiar hasta no verse límite en el horizonte, pacían reses y caballos a cientos, reverdecían bosques infinitos, el futuro se auguraba próspero para las próximas generaciones… Y ahora que lo pensaba, ni un cuervo se había visto por allí.
Solitary man
Su preferido. El que no le pedían, pero siempre tocaba y la gente no sabía por qué. El tema primerizo que compuso en sus años de soledad. Y nadie lo escuchó. La canción que hablaba de sus inicios, de sus dudas existenciales, de sus primeras aventuras en la música y en el amor… Sin duda, la que mejor le salía en los conciertos. Aunque luego le preguntaran: ¿y por qué cantas siempre esa de Bob Dylan? Y él se mordía la lengua. Nunca respondió.
Sexto sentido
Al final del pasillo velaba recostado el gato, los ojos bien abiertos y atentos. Ni era habitual advertirle ahí quieto un domingo soleado de abril, ni dejaba indiferente su pose hierática. A eso de las tres, sonó el teléfono y ya nos pusieron al tanto. El silencio grave que estalla, el techo que hace por venirse encima, los desenlaces que indultan los pasados. Y la mirada del gato fija, sabedora, dominadora de la estancia. Él tampoco olvidaba.
Fauna e-bérica
Los desguazabots ya venían de camino, había que montar a toda prisa el TikTok. De su llegada avisaba la inevitable bandada de stalkers leonados, que con sus círculos delimitaban el inminente flash mob necrófago. No había tiempo de reparar en el tuito picapinos, que dejaba muescas en los troncos reputacionales, ni en el troll perdicero, que salía a la búsqueda de una e-lebritie despistada. Veníamos de rodar a un streamer imperial, que con un feed rasante acechaba una manada de fake ñus. ¿Has visto, Félix, lo que nos ha cambiado la fauna ibérica? – Calla, cernícalo avatar…
Fusilamiento
Espero el milagro, pero no me voy a engañar. La Saeta no falla un penalti desde que jugaba en Colombia, y encima nos han expulsado al Chopo y me han encasquetado los guantes, a mí, que en mi vida he parado un taxi y con el pánico que dan estos balones de cuero…. Madre, qué enormidad de portería bajo estos palos. Menos mal que soy un tío con recursos:
- Referee, no ha sido penalti, ya se lo dirán la moviola o el VAR.
- En cuanto a vos, Alfredo, lo están echando en Teledeporte. Perdisteis la final.
El mismo que ayer
El próximo favor se lo pido a Santa Rita. Por si acaso es una causa perdida, se me ocurre pensar, mientras nos tomamos el penúltimo helado en la escalinata del hospital. Hoy de fresa, ayer de limón. Vamos a dar un paseo por el parque, cortaremos las rosas aún humeantes, limpiaré una y la guardarás en tu pecho. Ayer te la prendiste en el pelo. La brisa temerosa del atardecer hará una parada en tus labios. Ayer, en tu frente. A la hora prudente, te acompañaré, nos despediremos con ansiedad. A las once empiezan los bombardeos, cada noche están cayendo más cerca. Y pediré el mismo deseo que ayer…
Eternos
Siempre como nuevos. Pulcros. Alineados. Dispuestos en filas marciales sin pautas de mando ni uniformidad. Quietos. Impasibles. Idos y venidos de viajes iniciáticos y penosas andanzas. Fieles. Silentes. Dejados de la mano o maltratados en nombre de innombrables infamias. Ignorados. Sufrientes. Apostados en cualquier cruce del tiempo. Presentes. Eternos. Los viejos libros que nos enseñaron todo lo que el mundo se empeña en dejar de saber.
Y el nuevo…
Plutonazo
Nos habían cambiado otra vez las preguntas. Y tampoco eran las de Benedetti, porque ni siquiera habíamos llegado a obtener respuestas a las anteriores. Los datos se habían rebelado y daban en revelar inconcebibles verdades que venían a desterrar aquellas que dimos por absolutas. Los hechos de la nueva realidad habían contravenido todos los órdenes, los principios iban a la deriva, la física había colapsado. La avisada conjunción se nos había ido de las manos y de los cálculos astrales. Ya no había dudas. Saturno había sido reventado por Plutón.
Y hasta aquí la serie. Cuando tengamos más, volveremos.
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