Sin Tour no hay paraíso… ni mes de julio. Este ha sido el primero de nuestras vidas sin la mejor carrera ciclista del mundo, sin estar pendiente de la tele, la radio, la web… El domingo pasado debiera haber terminado la 107ª edición, y ahora estaríamos contándonos lo que nos impresionó o lo que nos decepcionó. Pero el Tour de Francia, como tantos eventos mundiales y locales, ha sido barrido del calendario por este tsunami a cámara lenta que nos ha cambiado la vida este año. Nos queda la esperanza de que, a diferencia de otras competiciones, ésta no ha claudicado, y de momento está anunciada para el 29 de agosto, veremos… Pero ahora, para alegrarnos un poco este mes de julio tan vacío, nos queda evocar. Y como últimamente nos ha dado por los microrrelatos, vamos a relatar 12 pasajes de la historia del Tour. Que, a pesar del formato reducido, son historias gigantes. Aquí van, con la referencia de sus protagonistas al final de cada una.
De padre a hijo
Padre e hijo salieron en coche desde Bruselas, cruzaron Bélgica, media Francia, llegaron a los Alpes. Pararon al pie de col du Glandon, bajaron la bici. “Axel, debes ascender este puerto de 20km, bajarlo, luego son 15 km de falso llano hasta Borg d’Oissans y desde allí, subir Alpe D’Huez. Yo te sigo en el coche. Cuando lleguemos, me dices si aún estás decidido a ser ciclista profesional”. El mejor ciclista que haya habido en todos los tiempos, no olvidaba aquel día en el que sufrió como nunca en toda su vida profesional, entregó 13 minutos y se despidió de la última oportunidad de ganar su sexto Tour. De lo que quizás no se acordaba era de que, no se crean, al día siguiente atacó. (Eddy Merckx, 1977)
21 demarrajes
El col du Telegraph es la antesala del rey Galibier por su apoteósica cara norte. Por delante quedarán el Izoard y la subida final a Les Orres. Una burrada, pero con ocho minutos perdidos desde la emboscada de la primera etapa, no era cuestión de esperar. Un demarraje seco y el reloj a contar, debió pensar el intrépido escalador asturiano. Pero tuvo que lanzar otro, otro… hasta 21 arrancadas que dejaron patas arriba a todo el pelotón… menos al líder, Luis Ocaña. En esa montaña no iba a ser, como en ninguna otra de aquel Tour. “No hay manera de meterle mano”, admitiría días después. (José Manuel Fuente, 1973)
Más fuerte
Cuando has tirado de tu líder, lo has defendido de los ataques, lo has subido desde las laderas, lo has acompañado en los descensos, no lo has perdido de vista… y luego ganas la contrarreloj final y terminas segundo en París a 1’41”, es que has sido más fuerte que él, pensarás mientras lo ves enfundarse el amarillo en los Campos Elíseos. Al año siguiente, ya cambiarían las tornas, si bien el danés nunca terminó de aceptar la inversión de papeles. Y eso que terminó a 26 minutos. (Jan Ullrich, 1996 y 1997)
El pequeño belga
“Ha atacado en el Portillon, quedan Peyresourde y subir hasta Pla d’Adet. Está loco, ¿qué necesidad tiene, si lleva la carrera controlada y sólo tiene que desbancar a Delisle, un líder de transición, y vigilarte a ti, que le has ganado en Alpe d’Huez y en Montgenevre? Por delante va un grupo, entre otros con Ocaña, pero está ya acabado, poco le va a ayudar. Tu quédate aquí y espera, ya llegará tu momento”. Zoetemelk reaccionaría en la subida final, pero entraría segundo, a tres minutos del pequeño escalador belga, fundador del maillot de lunares, que sentenciaría allí su primer y único Tour. (Lucien Van Impe, 1976)
Jekyll y Mr Hide
Caía simpático, con su aire de estudiante, su cabello largo y rubio, sus gafas a lo John Lennon, y además hablaba idiomas. El Tour de 1993 se había quedado sin patrón, y del caos que desataron los pioneros colombianos en los Pirineos y continuaron Perico, Millar o Winnen en los Alpes, emergió la enorme clase que llevaba, para convertirse en rey del Tour. Pero al año siguiente ya ejerció de tal. Ni era ya simpático ni hacía por caer bien. Un ogro en las entrevistas, y en la carretera, una bestia que arrasaba en el llano y en la montaña, ávido de humillar a su orgulloso ex jefe. De haber vivido cien años más tarde y gustarle el ciclismo, a lo mejor, Robert Louis Stevenson no se hubiera inspirado en el diácono Brodie, sino en él, para escribir la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. (Laurent Fignon, 1983 y 1984)
Joopie, Joopie
Su décimo tour, y cinco segundos puestos; dos tras Merckx, otros dos tras Hinault, y en medio, uno tras Van Impe; y en el que dicen era su mejor año, un accidente en la Midi Libre que le quebró el cráneo y por poco la vida. Cubierto el primer tercio, el de 1980 parecía sentenciado, iba a tocar resignarse otra vez. Pero de algo tenía que haberle servido cambiar del equipo francés de toda la vida a uno de su país, de aquella firma que era feliz teniendo al mejor segundo de la historia a otra que vendía su alma por ganar el Tour. Y alguna vez la suerte le tenía que sonreír. El día que El Caimán se retiró por una tendinitis siendo líder, no quiso enfundarse el amarillo. Lo tomó al día siguiente, como otras, pero esta vez no iba a ser efímero. A sus 33 años –“Joopie, Joopie”- lo aguantó hasta París. (Joop Zoetemelk, 1980)
Descenso maldito
Enorme, valiente bajador, pero nunca se le había dado bien el Joux Plane. Casi media hora se dejó la primera vez que pasó por allí, y la segunda, lo que se dejó fue la clavícula. Cuando lo coronó con Stephen Roche a rueda, los dos los sabían. Porque el irlandés también era listo, y desde la primera horquilla de vértigo se lanzó sin freno, trazando con precisión de cirujano, seguro de que su gran rival se lo iba a pensar. Los 20 segundos que cedió en Morzine ya le ponían, a falta de una contrarreloj, casi imposible su primer Tour. Habría de esperar un año más. (Pedro Delgado, 1987)
El águila de dos cabezas
Había dicho cierta vez que, cuando notaba que no iba bien, atacaba. Pues ese día debió verse fatal. Lo que pasa es que se había vestido de líder el día anterior, quedaban por delante tres colosos pirenaicos… y ya no era el chaval bretón que había ganado su primer Tour con 23 años y a la postre cuatro más. Se le hizo larguísimo el ataque, a Superbagnères llegó asfixiado y entregó el amarillo a su compañero Greg LeMond. ¿O es que era verdad la promesa que había hecho un año antes, de que iba a trabajar para él? Eso nunca lo reconoció, y fue una de las dos cabezas del águila hasta el final. (Bernard Hinault, 1986)
Se adelantó
Lo había hecho en Luxemburgo, en el Lac de Madine, en Bergerac. Y ese año, todo el mundo le esperaba en Huy-Seraing. Pero se dice que los grandes campeones suelen adelantar un día su ataque. Y fue camino de Lieja, por los muros de las Ardenas. Harto de escaramuzas y estrategias de los equipos rivales, amagó en la penúltima cota, tensó la carrera. Y lo que vio tras él fueron caras de pánico. La de Rominger, la Zülle, la de Berzin. Así que decidió ir en serio, apretó las clavijas a 30 km de la señorial ciudad valona, que fue donde le volvieron a ver. Había adelantado un día la contrarreloj. (Miguel Induráin, 1995)
¿Dónde estaban los escaladores?
En la penúltima etapa, cuatro sensacionales especialistas contra el crono se van a disputar sobre 31 km el maillot amarillo y el podio de París. -Sí, pero dices contrarrelojistas y, si no me equivoco, esta va a ser la única contrarreloj individual que se dispute en todo el Tour – Ah, pues ahora que lo dices, es verdad – Y todo ha sido montaña hasta aquí, ¿no? – Cierto, el galés venció en Alpe d’Huez – ¿Y Contador? – Se retiró el año pasado… (Geraint Thomas, Tom Dumoulin, Chris Froome y Primoz Roglic, 2018)
La montaña deseada
La fundó Fausto Coppi en 1952, luego fue la montaña de los neerlandeses: Zoetemelk, Kuiper y Winnen, dos veces cada uno, pero también Rooks y Theunisse; los italianos la reconquistarían después, Bugno y Pantani por partida doble, Conti, Guerini… Pero el ganador en esa cima no ganaba el Tour. Hinault la coronó el año que terminó segundo tras LeMond. También se dijo que el que salía de allí de amarillo solía vestirlo en Paris, pero hubo excepciones. Entonces, si Armstrong no cuenta, el primero que venció en Alpe d’Huez, salió de líder y ganó el Tour fue un señor de Ávila nacido en Leganés. (Carlos Sastre, 2008)
Indomable
A Orcières Merlette llegará el Tour este año, si finalmente llega. Esta cima ha sido muy poco visitada. Pero hace casi 50 años que tembló la tierra allí. Los viejos del lugar recuerdan que vieron un ciclón, de la salida a la meta, que en 130 km desató toda la furia que llevaba dentro para endosarle ¡8’34” a Merckx! y dejar a 71 corredores fuera de control. La obra de un carácter volcánico, indomable hasta para sí mismo, que dejaba su impronta para enfilar un Tour que nunca fue. (Luis Ocaña, 1971)
Y en fin, podríamos haber contado tantas más… Pero lo que debemos esperar, este mismo año si es posible y los próximos, es tener nuevas historias que contar. Porque así estoy yo sin Tour… y sin tantas cosas. (Joaquín Sabina – Así estoy yo sin ti)