Este miércoles, el Tour de Francia va a rendir un homenaje más al mejor ciclista de todos los tiempos. La etapa recordará, 40 años después, aquella en la que Eddy Merckx vistió por última vez el maillot amarillo. El Tour 1975 marcó el inicio del declive del campeonísimo belga, y aquel día fue su último como rey absoluto de la ruta. Camino de Pra-Loup, que en francés pudiera significar algo así como Pradera del Lobo, tuvo que entregar el liderato. Y ya nunca más lo volvería a llevar.
En este enlace (cyclingstory, Para Loup 75 el fin de una era) se pude revivir con detalle aquella etapa, histórica por lo que significó, pero también por cómo fue. Era mucho más dura que la que se disputa el miércoles, que sólo reproduce el tramo final, con la subida al Col d’Allos –techo de esta edición de 2015- y la subida final a la estación invernal, que en realidad es un segunda categoría. No es una de esas cimas míticas, ha sido poco visitado y no tiene una gran tradición en la historia de la ronda francesa. Salvo este hecho, que no es poco: allí acaeció el principio del final del Caníbal.
Pero también sirvió aquel día, aún en la derrota, para mostrar el carácter de aquel ciclista. En aquel 1975 se aprestaba a ganar su sexto Tour, después de una temporada en la que había arrasado en el calendario de clásicas. Y no había disputado el Giro de Italia, una cita que solía cumplir cada año por el hecho de militar en un equipo italiano. La primera mitad de la ronda pareció confirmar todos los pronósticos, Merckx se vistió pronto de amarillo y dominaba con previsible normalidad. Pero en los Pirineos se le empezó a complicar la cosa; en el Puy de Dome recibió un puñetazo en el estómago que le hizo verdadero daño, físico y moral. A los Alpes llegaba líder todavía, pero lleno de dudas.
Sus rivales no eran nuevos, más o menos los que habían sufrido su tiranía durante los años anteriores: Zoetemelk, Van Impe, Gimondi… y un Thevenet que venía en el mejor momento de su vida. Por el camino ese año se habían quedado Fuente y Ocaña, y lejos andaban ya Poulidor, Bertoglio –ganador de la ronda italiana ese año-, y Moser –una joven promesa que disputó muy dignamente su primer y a la postre último Tour. Pero la gran duda para Merckx era él mismo, su estado y cómo reaccionaría a los ataques que se anunciaban. La primera cita alpina era un etapón, con cinco ascensiones, dos de ellos puertacos, y previsión -que se cumplió- de un calor insoportable y castigador.
Perfil de la etapa Niza-Pra Loup del Tour 75
Las crónicas dicen que murió matando, que se defendió atacando. Es más, viéndose asediado por Thevenet, lanzó un contraataque furibundo en el col d’Allos, una bajada suicida por la que el coche del Bianchi –el equipo de Gimondi- se precipitó 150 metros barranco abajo –no hubo víctimas milagrosamente. Al pie del corto y fatídico Pra-Loup –apenas 6 km a meta- Merckx se presentaba grandioso con dos minutos de ventaja, presumible vencedor de la etapa y con todos los pronunciamientos para asestar el golpe de mano que callara bocas, acomplejara una vez más a los rivales y le llevara a revalidar el Tour.
Pero en esos seis kilómetros se le hizo de noche. Le llegó la hora de súbito, se le terminaron las fuerzas, todas. Llegaron por detrás los lobos, le fueron rebasando primero Gimondi, luego Thevenet… llegó quinto a dos minutos del nuevo líder, el francés del Peugeot, que a la postre sería el primer ganador del Tour de la era post Merckx. En la meta, asfixiado y derrotado, siguió siendo campeón, cuando declaró: «es igual el tiempo perdido, lo he intentado todo y he perdido todo. Se acabó. No ganaré este Tour» (1). Dicen que tenía un moratón en el costado que asustaba verlo.
Pero al día siguiente atacó. Ya con el maillot arco-iris –era el campeón del mundo vigente, después de haber hecho el triplete Giro-Tour-Mundial en 1974- se lanzó a la reconquista, pero tuvo que claudicar de nuevo ante la exhibición de un pletórico Thevenet en el Izoard. Al siguiente, tercera y última jornada alpina camino de Morzine-Avoriaz, se cayó de salida y se rompió la mandíbula. No abandonó y volvió a atacar. Los últimos días hasta París los hizo comiendo sólo alimentos líquidos, pero ni se le ocurrió bajarse de la bici. «No puedo retirarme, eso restaría méritos a la victoria de Thevenet» (2). Fue ese del 75 el primer Tour que terminó en los Campos Elíseos, y en el que Van Impe lucía el primer maillot de lunares como Rey de la Montaña. Pero fue, sobre todo, el que marcó el final de una era en la historia del Ciclismo.
Al año siguiente intentó recuperar su gloria en el Giro, donde también buscaba su sexto, pero recibió bofetón tras bofetón. Y en 1977 volvió a su Tour. Mantuvo la ilusión, superó los Pirineos a duras penas, marchó segundo de la general durante más de media carrera… pero en Alpe d’Huez se dejó 14 minutos, en una jornada inolvidable, abrasadora, dramática. Al día siguiente atacó, recuperó tres puestos en la clasificación y terminó sexto su último Tour.
Años después, cuando su hijo Axel le confirmó que quería ser ciclista profesional, le montó en su coche, cargó la bici del chaval y le llevó desde Bruselas hasta los Alpes. Le dejó al pie del Glandon y le hizo tirar todo seguido hasta Alpe d`Huez (dos de los grandes colosos alpinos). “Hijo, aquí es donde más he sufrido en mi vida profesional. Cuando llegues, me dices si sigues queriendo ser ciclista”, dicen que le dijo (3). Era parte del recorrido de aquella etapa de 1977, su Waterloo. Pero Bruch –que dicen que fue la primera batalla que perdió Napoleón– para él fue Pra-Loup. Para entendernos, donde se le empezó a poner el sol.
Bien ha estado evocar aquí –como hace Tour de Francia este año–el declive de Eddy Merck. Pero otro día habrá que rememorar sus años de grandeza. Porque no ha habido, sigue sin haber otro como él.
(1) y (2) Declaraciones tomadas de Forodeciclismo
(3) En palabras más o menos textuales.
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