Atleti o Agnolotti, léase la diferencia

Para que se anime esta Liga española de fútbol tan desigual, tan mal planteada y peor retransmitida, tendrían que pasar una serie de cosas: que una de las dos superpotencias se gripe; que surja una alternativa que altere la bipolaridad, mejor sería que surgieran varias, pero ya sería mucho pedir; que emerjan equipos jóvenes, sostenibles, basados en la cantera, aderezados con fichajes inteligentes y que no sean flor de una temporada, estilo Borussia Dortmund; y en fin, que permitan a la gente ir a los estadios sin tener que empeñar nada, que cuando ya lo has empeñado todo, pues no puedes ir y las gradas delatan la ruina.

Bien, pues algunas de esas cosas sí están pasando: el Atlético de Madrid ha presentado credenciales, mucho más sólidas que las de la temporada pasada; de los dos intocables, uno anda debatiendo sobre su estilo mientras gana, y el otro se debate entre el pasado ominoso y un futuro inquietante mientras no gana o gana mal; hay un Athletic de Bilbao, una Real Sociedad, un Betis, un qué bueno que volviste Villarreal… Bueno, si además consiguiéramos tener un calendario coherente, que sepamos al menos qué jornada se está jugando, unos horarios previsibles, unos precios razonables como los de la Bundesliga, unos árbitros que al menos sepan de fútbol o les guste un poco, una prensa deportiva que sea fundamentalmente eso, de-por-ti-va… Bueno, pues me parece que la carta a los Reyes Magos ya me está quedando demasiado larga.

El derby del sábado no fue ninguna sorpresa, sino la constatación de que un equipo bien engranado, que sabe a lo que juega y le pone pasión y compromiso sin detrimento de la calidad, puede llegar muy lejos. Y desde luego no tiene ningún problema en superar de punta a punta a otro que, como rezaba ayer un titular, por ahora no parece que más que un montón de millones, se supone muy rentable pero bastante amorfo. Escuché el otro día que cuando Diego Costa estaba cedido al Rayo, un día marcó un gol, y en el autobús del Atleti lo escucharon por la radio y todo el mundo se puso a aplaudir. Entonces Simeone, que acababa de llegar al club y ni conocía al brasileño-español, dijo “a este tío lo quiero aquí”. Que cada uno compare.

Y así funciona este Atleti. Unido, solidario, bien cuajado, ni un resquicio a lo que buenamente salga. Si jugando contra ellos no das un pase al milímetro, alguien lo va a tocar, o siquiera rozar, y si lo tocan ya es balón suyo. Cuando la tienen, no les hace falta un talento superior para moverla, simplemente cada jugador tiene dos o tres compañeros apoyándole, y por lo tanto varias opciones de jugarla. Parece que te esperan atrás, inofensivos, y cuando menos te lo esperas se te tiran a la yugular. Así fuel el gol que decidió el derby: Di María se cree mucho más jugador de lo que en realidad es, se la quitan de inmediato y ya hay un operativo de cuchillos dispuesto con el balón en la frontal del área. Ojo el toquecito de Koke con el exterior, marca Laudrup de toda la vida, y la tranquilidad de Diego Costa para definir. Luego su estilo pendenciero no es más que parte del guión, si les ves que por dentro se está descosiendo de la risa mientras le está tocando las narices –amén de otras cosas- a cualquiera que se le ponga por delante, y le da igual si se llama Diego López, Sergio Ramos o Pelé.

Porque ciertamente, Simeone le ha extirpado los complejos a este equipo. Está haciendo virguerías con una plantilla hecha y sujeta con alfileres, que a saber adónde la llevan sus dirigentes, pero de momento él es capaz de mantenerla viva y comprometida, a su imagen y semejanza. El año pasado ya me llamaba la atención que, por mucho que cambiara de alineación de Liga a Copa o a Europa League, la puesta en escena sobre el campo se mantenía inalterable. No pudieron retener a Diego, se marchó Falcao a ganar una millonada, y ¿quién se acuerda ahora de ellos? En el Bernabéu no pudo contar con Mario Suárez, pues como si nada. Para rotar, eso que se ha puesto tan de moda, primero hay que tener el equipo armado y confeccionado, que todo el mundo sepa su rol y lo que se espera de él, y entonces ya puedes intercambiar piezas. Parecería de cajón, pero hay entrenadores que todavía no lo saben o no se quieren enterar.

Del Real Madrid no me quiero extender mucho hoy porque luego me dirán que se me ve el plumero, y quería que el protagonista de este lunes fuera el Atleti. Sí diré que al nuevo entrenador habrá que darle tiempo, como a todos, pero él también deberá fijarse una línea, un camino, que parece que no lo encuentra o le están cambiando las señales. Gran parte del madridismo tenía esperanzas de probar algo más suculento este año, pero de momento lo que nos han puesto sobre la mesa es un Agnolotti –sí, esa pasta italiana muy cuadrada- relleno de mucha seta y mucha gamba. Y con todo el queso muy fundido alrededor. Léase las ideas si se prefiere.

Y voy a terminar con una cosa, que luego dicen que no lo digo. Ciertamente soy de los que nunca ha hecho caso de mafias, manos negras, villaratos y demás conspiraciones. Árbitros malísimos haylos, y por ejemplo siempre dije que Muñiz Fernández es el peor de todos. Robos puntuales los he visto, y premeditados, alevosos y bien urdidos también. Pero no tengo en mente ni una liga que no la haya ganado el mejor. Ahora, eso sí, aparte de las opiniones están los hechos, y éstos no se pueden negar. Y la realidad es que, como consecuencia de una serie de decisiones arbitrales, el Real Madrid tiene en estos momentos más puntos que los que les correspondería, por lo menos cinco o seis más. El tiempo dirá si el desvarío arbitral termina compensando a unos a otros. Pero a día de hoy es evidente, viendo el partido del sábado, que la diferencia real entre este Madrid y este Atleti es bastante más que los cinco puntos que refleja la tabla.