Los virus volantes

Si hablamos de virus, ¿cuál es más difícil de controlar? ¿El que se propaga por el aire, o se transmite por contacto físico, y se agarra a las vías respiratorias cuando no a otros órganos vitales? ¿O el que viaja por los circuitos que conectan el mundo, entran en los soportes móviles o físicos, en las casas, en las oficinas y despachos, y contaminan las vías de información? Y claro, no nos estamos refiriendo al virus informático

Se habla a borbotones, y posiblemente no sabemos casi nada del llamado coronavirus. Se informa de un virus engendrado en la ciudad china de Wuhan, que ha causado una epidemia, una especie de neumonía, con alto grado de contagio por saliva y contacto físico, y con un relativamente alto índice de mortandad. Pero se dan unos condicionantes especiales:

  • La ingente población de aquel país y su altísima movilidad. No sólo son millones de personas viajando, sino que son los viajantes chinos los que más tiempo pasan en los lugares que visitan.
  • La desconfianza que generan las políticas informativas dirigidas por las autoridades chinas y aplicadas en sus medios de comunicación.
  • El peso decisivo de China en la economía mundial y las actuales tensiones comerciales con otros países, principalmente Estados Unidos.
  • China es considerada hoy la fábrica del mundo. Fabricantes no sólo locales, sino de todo el planeta, hacen masiva producción en aquel país: ordenadores, móviles y tecnología en general, coches, aviones, barcos, textiles, zapatos, juguetes, carbón, cemento, paneles solares… por los que el país factura 79.000 dólares por segundo. Y ya no es aquel producto barato de dudosa calidad o imitado. Han aprendido a incorporar el valor añadido, la alta tecnología y la sofisticación a lo que producen.
  • Del mismo modo, el chino es uno de los principales mercados importadores, por no decir el principal, al que exportan empresas de todo el mundo. Un cliente imprescindible para muchas economías.
  • Hasta ahora no ha sido un gran inversor en otros países en términos de volumen, pero ahora lo están haciendo en sectores tecnológicos muy estratégicos, lo que está generando recelo.
  • El propio desarrollo de la tecnología y de los canales de información hace que esta epidemia esté siendo retransmitida en directo a todo el mundo, incluso con mapas en tiempo real de su propagación. Y claro, cuando hay sobreabundancia de información procedente de múltiples fuentes, cunde el riesgo de desinformación. Seguramente, no todo lo que circula es verdad.

En consecuencia, en torno a una enfermedad que a esta hora afecta a casi 35.000 personas en un país de 1.300 millones de habitantes, con unos 300 casos en otros 27 países, ocasionado más de 700 muertes -2.400 han sido dados de alta-, tenemos planteada una crisis de dimensiones mundiales. Recordemos, por ejemplo, que el prácticamente olvidado terremoto de Haití en 2010 arrasó más 300.000 vidas, o que se estima que cada día 8.000 niños en el mundo mueren por desnutrición. Pero claro, no se trata de zonas de tanta influencia.

O pensemos que el recordado síndrome tóxico provocado por el aceite de colza mató en España a 1.100 personas en 1981 y afectó a 20.000 -en un país de unos 35 millones de habitantes por entonces. O la más grave crisis del ébola, que entre 2014 y 2016, alcanzó a 32.000 personas de varios países africanos y algún europeo -prácticamente tantas como hasta ahora el coronavirus-, pero ocasionó 11.000 muertes. Oficialmente, porque la propia OMS admite que podrían ser muchas más.

Pero ni de aquellas epidemias ni de aquellas crisis se generó tanta información, ninguna tuvo tanta repercusión mundial, directa y colateral. Parece que el mundo se vaya a parar. Y no es tanta la exageración. Se advierte, por ejemplo, de que, de prolongarse el parón casi general decretado en la industria china, en unos meses el mundo podría quedarse sin suministros, y no sólo de productos y componentes tecnológicos. Por no hablar del impacto sobre las bolsas o el comercio mundial.

De momento se han cancelado eventos de todo tipo, sobre todo deportivos, y no solo dentro del país, hasta una feria de arte en Hong Kong. Se está hablando incluso de que peligran los Juegos Olímpicos de este verano en Tokio. Cuando lo del ébola, sólo había un evento de referencia por entonces en la zona de influencia, la Copa de África de fútbol. Marruecos, país encargado de organizarla, solicitó un aplazamiento de unos meses hasta que remitiera la alarma, a lo que la Confederación Africana de Fútbol se negó en rotundo. Entonces renunció a acoger el campeonato, lo que le supuso a ese país una sanción de dos años sin competir. Guinea Ecuatorial se ofreció, a pesar de estar mucho más cerca del foco de la epidemia, y allí se jugó. Es verdad que no consta que sucediera nada a los que jugaron ni a los que visitaron el país durante el evento.

Pero ya decimos que esto es China, uno de los ombligos, si no el nuevo ombligo del mundo. Y si las informaciones no son lo suficientemente claras, llegan las otras, las intencionadas. Por un lado, que la situación es inmensamente peor de lo que las autoridades del país nos están contando. Por otro, que es el propio gobierno chino el que está exagerando la alarma para paralizar la economía mundial, y sacar rédito -no sabemos exactamente cuál- de ese caos. Entonces, se especula, se elucubra, se intentan vender análisis pretendidamente documentados y rigurosos. Y la gente lee, escucha… se desinforma. Entonces, hay quien evita ir a un restaurante chino en Madrid o quien cancela un vuelo… a Estocolmo, por ejemplo, que a buen seguro algún chino se montará en el avión. Eso sí, al equipo de fútbol de la propia ciudad de Wuhan nadie le ha impedido venir a Cádiz a hacer su stage de pretemporada. Se asegura que estaban sanos y libres de sospecha.

Y como los virus volantes de este mundo global viajan sin límite y a velocidad indetectable, ya lo tenemos en España, y no es el caso del alemán en Gomera. El Mobile World Congress, el mayor evento mundial dedicado a las comunicaciones móviles, vive posiblemente su mayor crisis desde que se instaló en Barcelona hace ya 14 años. Unos 6.000 ejecutivos chinos suelen visitarlo cada año, y las alarmas han saltado. Dos grandes fabricantes -uno sueco y otro surcoreano- han anunciado ya que no acudirán a esta edición para prevenir riesgos. Se prevé que su decisión arrastre a otras firmas, de hecho, acaba de sumarse otra norteamericana. A otras compañías que ya adujeron otros motivos para no ir, se les inquiere si no es en realidad por lo mismo. Las hay que han confirmado su presencia, pero con un perfil más bajo. Incluso una que mantendrá a su delegación aislada dos semanas antes de viajar a la Ciudad Condal -pobre gente. También se ha especulado con la cancelación del evento, aunque de momento los organizadores niegan este extremo. Eso sí, han instado a que se supriman los apretones de manos. ¿Surrealista…?

Pero claro, hablamos de agentes altamente infecciosos, y además interesados. Desde algunos sectores se aduce que hay firmas que ya no creen en esta feria, y la epidemia les ha venido como perfecta excusa para abrirse por el forro. También hay quien piensa que al MWC le han soltado una carga de profundidad. Si hasta ahora había resistido todas las presiones empresariales y tensiones políticas, todas las maniobras separatistas y separadoras, podríamos estar ante la pinza perfecta para partirle la espalda. No olvidemos que este evento lo organiza una sociedad público-privada a la que pertenecen, entre otras entidades, el Ministerio de Economía, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona. Y hay otras entidades, y medios de comunicación que las secundan, que no pierden la ocasión de no ser indiferentes.

Pero tampoco olvidemos que el actual clima de guerra fría en el comercio mundial tiene un significado frente en las telecomunicaciones, con el despliegue de la tecnología 5G como escenario de estrategias y contra estrategias. Y uno de los grandes tenores en esta ópera es un gigante chino, Huawei, cuyos movimientos generan continuo recelo no sólo entre sus competidores norteamericanos y europeos, sino también entre sus respectivos gobiernos. Esta firma ha capitalizado gran parte del protagonismo en las últimas ediciones del MWC, y para este ha anunciado que comparecerá con un stand de 20 millones de euros. De momento mantiene su apuesta por acudir, y “si hubiera cambios, los comunicaríamos con la mayor brevedad posible”. Por cierto, entre las bajas anunciadas, de momento, no se cuenta ninguna compañía china. ¿No es allí donde está acaeciendo la crisis sanitaria?

Y todo esto es sólo parte de lo que está removiendo el planeta un virus que por ahora ha contagiado a 35.000 personas. En fin, seguiremos atentos a las noticias, las que podamos discernir como ciertas y contrastadas. Pero con la seguridad de que los virus volantes seguirán sobrevolando, y no hay vacunas ni hospitales construidos en 10 días que valgan para paliar sus efectos. Deberemos tomar medidas preventivas contra todo. Contra los contagios físicos, más o menos evitables, pero también contra las intoxicaciones virales -con todo el doble sentido-, que son las más difíciles de detectar y de combatir. A veces, imposible no sucumbir a ellas. Esas mascarillas no las venden.

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