Ortega y el mundial clandestino

La accidentada final de los 110 metros vallas del Mundial de Atletismo, con el desgraciado incidente del atleta español Orlando Ortega y el sobrevenido “final feliz”, ha venido a poner en casi primer plano dos hechos. Uno, que se está celebrando dicho mundial, cosa que poca gente sabía. En Doha, en un mes antinatural -normalmente se celebran en agosto, el momento álgido de la temporada-, en un escenario inhóspito -por eso se disputa en octubre- y muy poco propicio para eventos deportivos, no ya por el calor inhumano y por los estadios vacíos, que desde luego, sino, además, por otros condicionantes que no hacen de esta ciudad y este país, precisamente, el lugar más indicado para ser sede de un encuentro multicultural, que eso son, al fin y al cabo, las citas deportivas internacionales. Pero ponen el dinero sobre la mesa y ganan por la mano en todas las federaciones. Qatar organizó en 2015 el mundial de balonmano, en 2016 el de ciclismo -que discurrió por el desierto y al que asistieron unas 100 personas en la meta- y en 2022 organizarán el de fútbol, que tendrá que jugarse en invierno. Por lo demás, casi nula expectación en nuestro país, a pesar de la amplia y profesional cobertura de Teledeporte. Hasta que pasó lo de Ortega.

Entonces, acaeció el segundo hecho que saltó a la palestra. De repente, brotó la vena patriótica de nuestro periodismo. Fue escabullirse la “medalla segura” -una de las poquísimas a las que teníamos opción en este mundial- en circunstancias extrañas y estallar todas las voces y plumas mediáticas. No sólo del periodismo deportivo, que más bien habríamos de llamar futbolístico. De los informativos, los magazines, las tertulias… Una vez más el expolio, el contubernio (en fin, no quiero alargarme en un tema que ya hemos desarrollado en otras ocasiones). Vamos, que algunos ni sabrían quién era el bueno -buenísimo- de Orlando Ortega, y ahora ya parecía de la familia, Ortega de toda la vida.

En fin, lo que le sucedió a este sensacional atleta es una verdadera desgracia, pero ocurre en el deporte. Como cuando se cae un ciclista por culpa de una maniobra torpe de otro, que le arruina todas las aspiraciones cuando no le troncha la clavícula. Lo mismo en motociclismo, en Fórmula 1… y no digamos en atletismo, en las carreras de fondo y medio fondo… y ha pasado en las vallas altas, además con ese atleta jamaicano, que ya se supo después que era un marronazo que te tocara en la calle de al lado. A Ortega le tocó, y le fastidió. Luego, en los despachos, le han concedido la medalla de bronce. Y la prensa patria ha celebrado que se haya hecho justicia.

Para dejarlo claro, nos alegramos muchísimo del desenlace. Por él, porque sabemos lo duro que es el trabajo de un atleta durante todo un año para jugarse el éxito en unos segundos, y al final irte de vacío por un accidente así. Pero, seguramente, cuando lo piense en frío, él sabrá muy bien que la medalla que se ha llevado es más bien fruto de un acto de reposición de la IAAF que de haberla ganado en la pista, como realmente le hubiera gustado. Era el gran favorito al oro, y por una auténtica faena deportiva, quedó quinto. Finalmente, le han concedido un bronce de consolación. Y la Federación Española debería pensar lo mismo, en vez de vendérnoslo como un éxito deportivo. Tomémoslo, mejor, como un reconocimiento y una excelente gestión del equipo jurídico. A partir de ahora, el gran proyecto de Orlando son los JJOO de Tokio, reeditar la medalla conseguida en Río 2016, y si es posible, subir el peldaño que le falta a lo más alto. Eso sí, por favor, que no le toque el jamaicano al lado.

Y en cuanto a la prensa nuestra, ¿hubiéramos dicho algo, hubiera tenido alguna repercusión el hecho si, en la misma carrera, le hubiera sucedido al estadounidense, al ruso o al francés? Es más, ¿cómo nos hubiéramos tomado que a ese ruso o ese francés le hubieran subido al podio después por una decisión de un tribunal deportivo? Y, en fin, si en vez de una, la delegación española en Doha hubiera llevado cosechadas diez medallas en los campeonatos, ¿nos hubiéramos indignado tanto por haber perdido esta, aun habiéndola perdido de esa manera?

Por lo demás, retomando el principio, los Mundiales de Atletismo se siguen celebrando. Esto es, no se han terminado después del episodio de los 110 metros vallas. Pero casi hay que verlos en la clandestinidad. Patéticas las pruebas de marcha, de madrugada a 34° y 88% de humedad por avenidas siniestramente vacías, derretidos literalmente los marchadores. Deprimente el estadio, toda una final de los 100 metros como si fuera una sesión de entrenamientos en el Vallehermoso. Dicen que han empezado a llevar a colegios para darle un poco de ambiente a la cosa, eso sí, sólo niños por supuesto. En la velocidad y en los concursos sí se están viendo marcas dignas de la ocasión. En esfuerzos cortos y anaeróbicos, el calor asfixia después, no durante. Y los atletas siempre están por encima de los estados prepotentes, de las federaciones sumisas -ay, Sebastian Coe– y del dinero poderoso. Esta noche se corre el maratón masculino, el femenino fue un rosario. Por favor, no los lleven más allí.

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