Tour de Francia, ¿le damos una oportunidad?

Empieza el Tour de Francia, uno de los grandes clásicos deportivos del mes de julio. Y para los amantes del Ciclismo, las tres semanas más esperadas del año. Justo al término de la pasada edición, nos planteábamos si la primera carrera ciclista del mundo nos estaba llegando a aburrir, dada la cierta falta de emoción y espectacularidad que habían deparado las últimas ediciones, máxime si las comparábamos con las vueltas y giros de estos años. De hecho, el Giro de Italia de este año ha vuelto a ser trepidante, y no se ha decidido hasta la contrarreloj final.

¿Merecerá la pena este año ver el Tour? De entrada, los que amamos el ciclismo sin reparos diremos que sí, antes de que la realidad nos venga con las rebajas. Pero es que, además, a la vista del trazado, parece que en algo sí ha tomado nota la organización. Hay novedades, sutiles si se quiere, pero que pueden ser significativas a la hora de generar más interés y de mantenerlo hasta final. Vamos a recorrerlo, pero no se apuren, sólo a vista de pájaro.

La primera semana será como siempre, una ruleta rusa de nervios, prisas, estrés por ir bien situado, más ciclistas de los que caben en la calzada, y claro, caídas, cortes y sustos. De la lista inicial de favoritos, siempre alguno se cae, o más de la mitad, como sucediera en 2014, el Tour que luego ganó incontestablemente Vicenzo Nibali. Y como también es habitual, estos primeros días tendrán sorpresas: la primera son los 14 km de la contrarreloj en el arranque en Düsseldorf, distancia más que notable para tratarse del primer día; en la tercera etapa, un paseíto por los “muros” belgas, luxemburgueses y franceses, con final en uno de ellos, cuidado; y en la quinta etapa, el primer final en alto serio de esta ronda, en La Planche des Belles Filles, ¿a que esto ya empieza a recordar al Giro y a la Vuelta?

Hemos leído por ahí que este Tour 2017 tiene menos montaña que otros. Bueno, según se mire. Si tenemos en cuenta que se pasan los Vosgos, los Pirineos, el Macizo Central y dos veces los Alpes, déjennos que pongamos en duda la afirmación anterior. A lo mejor este año viene más repartida -¿otra vez quizás mirando a las otras dos grandes vueltas?-, pero etapas de las que asustan tampoco van a faltar. Vamos a verlas.

Tras el citado primer final de primera categoría, en las etapas octava y novena se afronta el primer paso por los Alpes. De refilón, es cierto, pero con un semi-final en alto, en la estación des Rousses, y con un etapón camino de Chambéry, en el que se afrontan nada menos que tres puertos de categoría especial, el último a 20 km de meta. Para llevar sólo nueve días de carrera, no está nada mal. Después del traslado en avión al Oeste de Francia, habrá dos etapas llanas y ya nos habremos plantado en los Pirineos. De acuerdo en que se dejan de lado este año puertos emblemáticos como el Tourmalet o el Aubisque. Pero ojo, porque la decimosegunda etapa es una terrible sucesión de matones pirenaicos, de los que temía especialmente Eddy Merckx por su cóctel de recias rampas y calor húmedo: el Col de Menté (donde se cayó Ocaña en el 71), el Port de Balés (fuera de categoría) y el celebérrimo Peyresourde, que este año no se baja porque sirve de antesala al corto final en Peyragudes. Al día siguiente, para celebrar el 14 de julio, un corto y peligrosísimo viaje de 100 km a Foix, con tres puertos de primera por medio, una jornada que seguramente tendrá bien apuntada Alberto Contador.

Habrá que ver cómo quedan las fuerzas después del periplo pirenaico porque, de ahí al final, no hay mucha tregua, la verdad. La decimoquinta es un “pestoso” tránsito por el Macizo Central, sus cuestas insidiosas y su calor asfixiante. Y dos días después los Alpes, y esta vez de verdad. ¿Querían cimas míticas? En la decimoséptima, la Croix de Fer y el Galibier por su cara norte, la que, con el Telegraph por medio, suma más de 30 kilómetros de impenitente escalada, en fin, la que le ha hecho histórico, inmenso y majestuoso. De su cima Henri Desgrange, a 2.642 metros de altitud, a la meta en Serre Chevalier, 21 kilómetros de bajada a tumba abierta por un paisaje bello y estremecedor. Y al día siguiente, previo paso por el Col de Vars, el homenaje al Izoard. Por primera vez final de etapa, el otro gran coloso alpino de la historia del Tour se asciende por su vertiente sur, la más tremenda y enigmática, con la Casse Désserte y el monumento a Coppi y Bobet, que justo preceden a las rampas más exigentes, que culminan a 2.360 metros. Si a estas alturas, y dicho en todos los sentidos, llega gente con piernas y ganas de dar espectáculo, lo tendremos a lo grande.

A diferencia de los últimos tours, no se habrá terminado todo aquí. Quedarán tres días hasta París. Y este año, la organización ha recuperado un viejo clásico: la contrarreloj el penúltimo día. Nada que ver con aquellos tours de los 80 y 90, que ciertamente abusaban de esta modalidad. La crono en cuestión tiene “nada más” que 23 km, pero que pueden ser “nada menos” en función de cómo llegue la carrera, la clasificación… y los corredores.

Por lo tanto, terreno y dureza hay -ya veremos si demasiada otra vez. Pero, como siempre, la carrera la harán los corredores. Este año, el panorama de favoritos aparece más abierto que en otras ediciones. Chris Froome no se ha mostrado tan intratable hasta ahora; Alberto Contador no ha ofrecido referencias claras de su estado real de forma; Nairo Quintana viene a por todas, pero habrá que ver cómo le ha sentado disputar el Giro, lo mismo que a Pinot; de Richie Porte dicen que este año sí que sí, pero habrá que verle a partir de la segunda semana; el que se sabe que viene como una moto es Fabio Aru, pero esto es el Tour… Y siempre caben sorpresas -¿Bardet, Chaves, Simon Yates, Ion Izaguirre…?, tapados -¿Valverde, Thomas…?- o alguno de los nuevos nombres que ya suenan en el pelotón.

Por expectativas, que no queden. Y bueno, si luego todo nos falla, siempre nos quedará la televisión francesa con sus maravillosas panorámicas que nos alivian la calurosa sobremesa y que tan bien nos venden el país. Volviendo al inicio de este artículo, ¿le damos una oportunidad al Tour de Francia? La historia dice que se la merece. Después, la carretera y los ciclistas dirán. Pero de momento, vamos a estar atentos desde mañana. Tenemos Tour, y el 23 de julio nos lo contamos.

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