Ciclistas de Holanda, por fin

Sabemos que Holanda es el país de las bicicletas, pero el del ciclismo siempre ha sido Bélgica. Sí, también ha habido grandes ciclistas holandeses. Lo que pasa es que a lo mejor no han tenido la voracidad competitiva sus vecinos de abajo, y a veces tampoco han tenido toda la suerte que hace falta en momentos concretos. Zoetemelk, Kuiper, Winnen, Rooks… muchos podios en grandes vueltas, pero muy pocos en el escalón más alto. Sólo Joop Zoetemelk y Jan Janssen atesoran, cada uno, un Tour de Francia y una Vuelta a España. De la victoria en París de Joop -sin duda el mejor ciclista neerlandés de siempre- hace ya 37 años. En el Giro de Italia, hasta ayer, ninguno. Hoy, y a pesar de todo, Tom Dumoulin.

A veces les ha faltado creérselo en los momentos decisivos, a veces les ha sobrado la presencia de grandes rivales –Eddy Merckx o Bernard Hinault, por ejemplo, les privaron de gloria en sus mejores años de producción ciclística. Pero algo de mala pata también han tenido. Por remitirnos únicamente a los últimos años: en la Vuelta de 2015, este mismo Dumoulin -dígase Dimulen– llegó al penúltimo día de líder después de aguantarlo todo, y en el puerto madrileño de La Morcuera le soltaron unos metros. De haber tenido equipo, o alguien que le ayudara, habría enganchado en la bajada. Como no lo tuvo, y delante había siete u ocho lobos tirando a bloque, se le escapó el caballo, el maillot y hasta el podio en Madrid. El año pasado, en el Giro, Steven Kruijswijk – léase Kraisvik, creo- tenía la carrera totalmente dominada, y a falta de dos etapas, un leñazo bajando el nevado Agnellovéase bien– le metió en problemas. Y como tampoco tenía equipo, tuvo que hacerse él solito, y con una costilla dañada, el camino de 55 km hasta Risoul. Perdió el rosa, terminó cuarto.

Y a Dumoulin también ha estado a punto de escapársele este Giro. Sin los dos minutos que cedió camino de Bormio, la contrarreloj de ayer hubiera sido un trámite. Pero la “cagada” -nunca mejor dicho- de aquel día no fue que le diera el apretón, que eso pasa y no lo puedes evitar. De haber corrido en el Movistar o en el Sky, hubiera tenido a tres o cuatro compañeros para esperarle, reintegrarle al grupo o, en el peor de los casos, no ceder tanto tiempo. Pero otra vez, como en aquella vuelta, como Kruijswijk hace un año, tuvo que comerse el marrón -perdón, otra vez- de subirse y bajarse el último puertaco él por su cuenta. En realidad, fue una hazaña que salvara la maglia rosa es día, pero el imponente esfuerzo seguramente le pasó factura en los siguientes.

Ayer, en una contrarreloj lisa y poco menos que por autopista, tenía todas las papeletas para enjugar los segundos que le llevaban Quintana, Nibali y Pinot. Pero el día salió con viento a favor, que los especialistas saben que dificulta sacar diferencias, porque iguala velocidades. Aun así, el de Maastricht logró remontar la diferencia a un muy buen Nairo, y por el escaso margen de 31 segundos -que hubieran sido dos minutos y medio sin el incidente intestinal- se enfundó la maglia en Milán, e inscribió por fin el nombre de un ciudadano del Reino de los Países Bajos en la ronda italiana.

De este muchacho ya escribimos entonces (Un holandés en las montañas), cuando su desgracia en la Sierra madrileña. Por su forma de correr hay quien ya le compara con Miguel Induráin, pero eso son palabras muy mayores. Lo cierto es que aquella aparición de hace dos años no fue un fogonazo aislado, y la temporada pasada volvió a dar buena muestra de su incipiente clase, aunque otra vez con bastante mala suerte -liderato, etapa y retirada por enfermedad en el Giro, dos etapones y caída con lesión en el Tour, plata en los JJOO… Ahora, en 2017 ha refrendado sus credenciales, por fin, con un gran triunfo. Y es de esperar que le tendremos aquí para próximas citas, los próximos años.

Lo que tendrá que mirarse es lo del equipo. Con escuadras hechas para lanzar a sprinters, y en las que luego todos se quedan tirados en la rampa de un aparcamiento, es muy difícil aspirar a grandes empresas en las grandes vueltas. No puedes permitirte ni un accidente, ni un pinchazo, ni una broma pesada del destino. Los que tenemos buena memoria ciclista, nos acordamos de aquel poderoso Ti-Raleigh de los años setenta y ochenta (vean su palmarés). Si no es posible hoy en aquel país reeditar equipos como ese, es de suponer que a Dumoulin no le faltarán ofertas de grandes firmas. Lo que sí es cierto es que Holanda vuelve a contar en el ciclismo mundial. Nunca se fue, es verdad, pero últimamente se la veía poco. El país de las bicicletas también quiere demostrar que es tierra de buenos ciclistas.

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