Anunciadas hoy nuevas rondas del Rey con los partidos políticos, fechadas para para el 24 y 25 de octubre, la tercera sesión de investidura en lo que va de año podría celebrarse el 29 y el 30. Si la “abstenta” (Gallego&Rey dixit) suministrada a granel en un sector del hemiciclo surte su efecto, podríamos tener gobierno el 31 de octubre. No podía ser más indicada la fecha. Sería un Gobierno de Halloween.
Ignoramos por el momento de cuántos zombis políticos se compondrá el nuevo ejecutivo, pero resulta fácil deducir que más de uno entrará en escena, con tantos dirigentes populares salpicados por tramas o por sus propios hechos y palabras. Con tantos y tan férreos compromisos adquiridos con las bases y con los arbotantes superiores de esa organización. Con el nulo espíritu regenerador que, a pesar de todo y por mentira que parezca, ha sido capaz de asumir el Partido Popular.
Tampoco sabemos cómo habrá terminado la caza de brujas en Ferraz, aún vivos los rescoldos de su aquelarre en sábado, supuestamente después de su aplazado y ya inaplazable comité de barones y arpías federales. Pero todo indica, abstenidos o no, disciplinado su voto o no, desertores o sumisos sus diputados, que su guerra no habrá terminado en el maltrecho PSOE, y le queda aún recorrido. Las heridas llevan su tiempo para sanar, pero los hechizos -los sevillanos y los otros- pueden ser perennes, y aquí se han usado muchos brebajes y se han practicado rituales de todo género y catadura.
No alcanzamos a discernir si las naranjitas de Ciudadanos se habrán convertido en calabazas, al fin del mismo color. Son las que les han venido dando las urnas cada vez que han hecho pactos y han vuelto a ellas. O si el fantasma flotante de Podemos habrá conseguido su propósito y se habrá erigido, él solo y sin duendes ni trasgos orejones que le importunen, en el genuino jefe de la oposición.
Lo que sí aventuramos es que los muertos vivientes seguirán siendo más que los vivos que mueren. La ciudadanía habrá sobrevivido a un año sin gobierno, y no le alterará gran cosa saber que deja ese mundo en funciones para retornar a su infame vida terrenal, seguirán vagando gosthfaces por estas calles y de bar en bar. Las malas babas seguirán derramándose como la cera de las velas, y nos seguiremos tirando a la yugular de los que se atreven a decir algo nuevo o distinto. Los grandes asuntos candentes, aquellos donde nos jugamos ser un país moderno o quedarnos en el atraso por los siglos, seguirán aparcados. Primarán como siempre los que generan confrontación, los que azuzan los odios y las fobias, los que procuran fugaces réditos a los líderes que los promueven y los ponen en portada.
Y el viejo Jack seguirá deambulando sin alma y sin rumbo. Como no le quieren en el Cielo ni le admiten en el Infierno, aquí se quedará unos años más, guiando sus dudosos pasos con su candil de carbón encendido. Con la resaca de Halloween aún en los tuétanos y restos del maquillaje sangriento, posiblemente para el 2 de noviembre ya conozcamos las primeras medidas urgentes para rebajar el déficit y cumplir las exigencias de Bruselas. Será Día de Difuntos.
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