Sin gobierno, pero con gambas y sol

Sin Gobierno pero...

¿Se puede vivir sin gobierno? Hace ahora cinco años formulábamos esta reflexión, a raíz de lo que estaba sucediendo en Bélgica (¿Se puede vivir sin gobierno?, febrero 2011). Aquel país terminó completando 540 días de provisionalidad, año y medio, lo que supuso un récord mundial. Por entonces tratábamos de imaginarnos, de extrapolar, cómo sería si en España nos viéramos en esa situación. Pues aquí la tenemos. De momento sólo llevamos algo más de un mes de gobierno en funciones, pero los días van a ir contando y ya veremos hasta cuántos vamos a llegar.

Lo cierto es que los belgas parecieron no echar de menos un ejecutivo que tomara las grandes medidas y decisiones (El caso belga, Economy Weblog). Su PIB creció en ese período, el paro descendió, las exportaciones se mantuvieron a buen ritmo, el puerto de Amberes siguió en plena actividad, Bruselas no vio mermado su status institucional europeo y ciudades como Brujas no dejaron de bullir y comerciar. Y hablamos de un país desarrollado y civilizado, sí, pero no exento de conflictos en aquel momento, como el que permanece latente entre las comunidades flamenca y valona, con frecuentes tensiones lingüísticas y de identidad. Sí, ¿nos suena eso de la identidad nacional?

¿Nos irá igual de bien aquí? Debemos írnoslo planteando, ya que es obvio que la solución que permita la gobernabilidad de este país no se antoja fácil. Aparte de que nuestros líderes políticos puedan exhibir mayor o menor capacidad o voluntad de dialogar y de llegar a acuerdos, no olvidemos que siempre van a estar muy condicionados por el escaso margen que les dejan las estructuras que han generado sus respectivos partidos. Especialmente en los dos grandes, tanto las bases como los soportes de arriba –o llamémosles los arbotantes superiores- dificultan enormemente cualquier maniobra, ya sea en un sentido o en otro. Viren hacia donde viren, los cimientos van a crujir.

Así que hagámonos a la idea de que la sociedad civil y el tejido empresarial –pero tan frágil el nuestro- son los que van a tener que tirar del carro, como hicieron en Bélgica y como llevan 50 años haciendo, por ejemplo, en Italia. En este sentido, España va a tener que quitarse de encima una pereza endémica. La actividad económica ha tendido siempre a estancarse en los parones políticos. Y éste se prevé prolongado, y no podemos permitirnos quedarnos mirando.

Porque, entre otras cosas, ya no nos vale eso de que aquí se ve vive como en ningún sitio. Este reciente informe presentado en Davos demuestra que España no está entre los mejores países para vivir, en contra de lo que nos creíamos. Los indicadores relativos a actividad económica, ciudadanía o calidad de vida nos dejan en franca evidencia. Y lo que nos salva y nos deja en una posición digamos mediana en el ranking mundial son lo que la crónica llama las “marias” y mismamente son nuestra cultura, nuestra comida y nuestro sol.

Por cierto, en Bélgica terminaron poniéndose de acuerdo hasta seis partidos, que desde entonces gobiernan en coalición. Y ni antes ni después han dejado de beber cerveza y comer chocolate, patatas fritas y mejillones. Aquí tampoco vamos a dejar las cañas y las gambas de momento, ni tantas otras cosas. Pero ojo, no nos confiemos. Allí no viven del sol, aquí no podremos vivir sólo de él.

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