¿Hooligans de la moto o espectáculo orquestado?

Hooligans de la motoEl espectáculo al que estamos asistiendo a cuento del desenlace del Mundial de Moto GP nos está recordando a los más convulsos clásicos del fútbol, y de manera singular a aquellos tiempos en los que hooligans, ultras y demás bandas fanáticas copaban el protagonismo en los días previos a la gran cita deportiva.

Ya se vivía en esta edición del Mundial, y especialmente en las últimas carreras, una tensión poco usual. Pero ha sido a raíz del feísimo incidente entre Valentino Rossi y Marc Márquez en el Gran Premio de Malasia cuando la polémica ha escalado a un tono inusitado y cuando se ha desatado el forofismo en la prensa, en las redes… y temen ahora que también en las gradas del circuito de Cheste.

A lo que asistimos en realidad, más que a la pugna competitiva del momento, es a la confrontación entre dos aficiones incondicionales. La de Rossi que lo ha sido siempre, y como una catedral se ha ido levantando durante quince años o más; y la de Márquez, que se está forjado en los últimos años y alcanza ya dimensiones muy importantes. Ambas rivalizan por seguir al mejor piloto de todos los tiempos, el que lo ha venido siendo y el que pretende despojarle de esa condición. En un tercer plano queda Jorge Lorenzo, que es en realidad quien se está jugando el campeonato con Valentino, pero a quien paradójicamente se está dejando de lado. Él no cuenta con esa legión de seguidores, y pareciera que todo se dirime entre las otras dos grandes figuras, no por el título de 2015 sino por la Historia.

Pero la incondicionalidad a veces, cuando resulta mal entendida, deriva en fundamentalismo. Más aún si detrás de cada bando hay un país, y entonces se apela a instintos nacionales de los más bajos y ancestrales. La prensa no ayuda, al menos buena parte de ella, la que usa apuntarse al patrioterismo –el otro día hablábamos de ella. Ni los gamberros del programa de televisión italiano que se presentan en cada de Márquez –y vaya usted a saber lo que pasó entre lo que cuentan unas versiones y otras- ni el supuesto líder de opinión radiofónico que ahora nos pretende hacer ver que Rossi es la misma mierda que Lance Armstrong, léase el mismo fraude deportivo.

Y la organización del Mundial de Motociclismo, ¿ayuda? La dirección de carrera, que depende de ese organigrama, ya se pronunció a cuenta del encontronazo –con patada o sin ella- de Sepang, y su postura no hizo más que encender aún más los ánimos. La sanción impuesta a Valentino y la posibilidad de que se la levanten cautelarmente está provocando la indignación no ya de los contados lorenzistas, sino de los fans de Marc, que no se juega nada en el envite, y por extensión de gran parte de la afición española. Ahora sabemos que no habrá rueda de prensa previa a la carrera, se especula con quién ayudará a quién, y según se acerque el domingo asistiremos a nuevos hechos, actitudes y declaraciones que elevarán el clima hasta ponerlo al rojo vivo.

¿Es esto, después de todo, lo que pretendía Dorna? ¿Estamos asistiendo en realidad a un plan orquestado por los organizadores para que este fin de fiesta del Mundial alcance unas cotas inusitadas de emoción, pasión y finalmente expectación, lleno apoteósico en Valencia y audiencia televisiva sin precedentes? Puede en efecto que el domingo asistamos a un espectáculo descomunal, e incluso que, cuando todo termine, los enconados contendientes se abracen, lo olviden todo y vuelvan a admirarse y ser buenos colegas hasta que empiece la temporada que viene. Pero también puede, cuidado, que a unos y otros se les termine yendo el asunto de las manos. Esperemos que no. Pero cuando hay hooligans por medio y además están en tantos sitios…

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