Por más que lo pretendiésemos, no podían ser los Fab Four. Paul no era Paul, John no era John, ni George ni Ringo. Pero no nos quedaba otra que verlos así, clonados. Los Pekenikes sí eran los de verdad, y hasta las tantas seguirían luego en un bar cercano, felices de reconocerse, prolongando su fiesta hasta donde el cuerpo les diera. Ellos podían hacerlo con todas las consecuencias, porque eran y estaban ahí en carne mortal. Los otros, si hubieran aparecido por ese bar sin su muy logrado disfraz, hubieran pasado desapercibidos.
Obviamente, el concierto conmemorativo de los 50 años de la llegada de The Beatles a Madrid no podían darlo The Beatles. El que conmemoraba que los Pekenikes fueron los teloneros de aquel histórico evento, sí podían darlo los Pekenikes, aún a duras penas, despojados hace un año de una de sus almas. El público respondió en consecuencia: cantó y vibró con las canciones magníficamente interpretadas por los Bootleg; y ofreció sincero amor a los señores que le echaron toda la ilusión y el valor. Para unos era cuestión de oficio, para los otros un titánico reto y finalmente una noche que nunca olvidarán.
Ver a los Beatles sabiendo que no son los Beatles produce sensaciones extrañas y encontradas. Por un lado, la de estar asistiendo no ya a lo que no va a poder ser, sino realmente a lo que nunca fue. No hubo oportunidad de ver en directo a los verdaderos interpretando los temas del Sgt Peppers o de Abbey Road por ejemplo, no supimos ni sabremos cómo hubieran sonado The fool on the Hill o I am the Walrus. Paul McCartney se ha esforzado estos últimos años en conseguir que nos hagamos una idea, pero no deja de ser una gran parte de un todo. Cómo las hubieran cantado, qué formación hubieran dispuesto para tocarlas, qué hubieran añadido o improvisado. Nos queda pensar que hubiera sido más o menos como lo vimos y oímos ayer. Pero quién sabe, a lo mejor no. Es más, seguro que no hubiera resultado tan académica y sin salirse del guión. Porque aquellos podían hacerlo, estos decididamente no.
Por otro lado, intentas por momentos creerte que son ellos. A eso ayuda que la simulación es perfecta. Los gestos, intachablemente bien reproducidos. McCartney aculado con el bajo, la pierna incontenible de Harrison, la arrogancia escénica de Lennon. Entonces entras en un sueño, en un viaje mágico y misterioso a otra dimensión, en la que ellos están y tú también. Es que tardaste 50 años en llegar, pero es que ellos tampoco te esperaron, todo hay que decirlo. Luego, algún primer plano de alguno de ellos en la pantalla te devuelve a la realidad, y lo que te invade es una sincera melancolía de pesada noche de verano, la luna llena asomándose para delatar lo que quisiéramos que fuera y no es, no puede ser.
En fin, era para no volverse demasiado locos, que el calor hacía estragos. Para disfrutar del buen rato sin pararse a pensar, recrearse en esas canciones, cada uno en las suyas, bien cantadas y tocadas, que además sonaban magníficamente. Y no ponerse a comparar un buen momento con el momento imposible. La gente se divirtió y de eso se trataba, pero sin duda los que mejor se lo pasaron fueron los Pekenikes. Anoche, ellos sí fueron fab.
P.D. When we was fab es una muy beatle canción de George Harrison, de finales de los ochenta, que evoca sus años de Beatle.
Fotos: gentileza de Jacinto Rodríguez, que fue otro de los fab. No he visto torero dar más vueltas al ruedo en toda su carrera que las que él dio en una noche.
1 Comment