El Lápiz de Oro

Lápiz de oro I

Anoche se entregaron los Globos de Oro en el mundo del cine y esta tarde, en una gala del todo excesiva, se va a entregar el Balón de Oro, un premio al ego futbolístico. Sobre este último ya nos pronunciamos en su día, de manera que hoy vamos a hablar de otros premios que creemos que tendrían mucho más sentido y además serían mucho más bonitos. Los acontecimientos de estos días nos han impactado, aunque en realidad sean un episodio más, esta vez estremecedoramente cercano, de lo que viene ocurriendo en el mundo desde años atrás –cierto que París nos toca mucho más que Pakistán, Nigeria o Yemen, por poner tres ejemplos. En cualquier caso, y dada su cruel particularidad, nos van a motivar para proponer este que podríamos llamar el Lápiz de Oro. O los lápices. O en fin, los utensilios e instrumentos, más sofisticados o más rudimentarios, con los que sus dueños nos han enseñado, nos han alegrado, nos han hecho pensar y, en definitiva, nos han regalado su inteligencia.

El Lápiz de Oro de este año no va sólo para los dibujantes de la revista Charlie Hebdo, pero evidentemente nos sirven de inspiración. Representados por ellos, lo merecen realmente todos los que de una manera o de otra expresan su creatividad, y ello en muchos casos significa manifestar su libertad y desafiar a la intransigencia. Que no se manifiesta necesariamente con un Kalashnikov o una cimitarra. Que se hace patente también en acciones y actitudes mucho más cotidianas, desde el desdén a las reacciones más airadas. Que no tiene que venir de tierras lejanas, podemos encontrarla en la puerta de al lado. Que no la manifiestan sólo los que profesan una determinada creencia, sino que habita en cualquier confesión o ideología.

El Lápiz de Oro distingue a todos los que simplemente tienen una idea, la expresan y la difunden, bien masivamente o bien de forma más íntima. Puede ser un dibujo o una frase, un chiste o una reflexión. Sólo una sonrisa que provoquen, un gesto de admiración, satisfacción o un “pues es verdad”, ya les hace acreedores a la nominación. Porque es tan difícil hoy crear algo de buen gusto que además sea original, que sorprenda o por lo menos llame la atención. Es cierto que hoy las viñetas –como los programas de humor en radio y televisión- se han convertido poco menos que en las mejores piezas informativas, las que mejor diseccionan y explican la realidad que vivimos. Y posiblemente las más independientes.

Podrían establecerse categorías de este premio, y por ejemplo otorgar el Rotring de Oro a aquellos que nos dejan trazos inigualables, que nos seducen por su ligereza o su precisión, nos abren los ojos y ciertamente aclaran la mente. Líneas rectas, curvas, regulares o libremente irregulares que estimulan la imaginación e invitan a mirar más allá. Negros sobre blancos que quedan soberanamente plasmados y no dejan ninguna duda de su autor. Y dejan indeleble su sello de libertad.

Daríamos la Pluma de Oro a los que dejan líneas delicadas, sombras y matices que revelan perfiles insospechados, verosímiles o decididamente imposibles. Pueden ser formas nítidas que nos dicen breve pero sinceramente y sin tapujos lo que piensan, dejándonos la opción de estar de acuerdo o no; o pueden ser apuntes intencionadamente difusos, simplemente para invitarnos a buscar lo que hay y tratar de comprenderlo. Por no hablar de esas actitudes y caracteres humanos tan certeramente reflejados con apenas una ceja movida o una rayita en la comisura de los labios.

Y por qué no, dejaríamos el Ratón de Oro para aquellos que saben crear todo un mundo nuevo, sugerente, atractivo o provocador, plasmarlo en la pantalla y presentárnoslo en una simple imagen abarcable de principio a fin. Escenarios y personajes que no sabemos de dónde vienen ni en qué cabeza caben, pero que se nos antojan reales como si siempre hubieran vivido con nosotros. Mundos, en definitiva, en los que a lo mejor nos gustaría vivir.

En fin, soñadores gráficos que comparten sus sueños y nos hacen partícipes. Dicen que una imagen vale mil palabras, y no siempre es cierto. Pero ¿cuántas veces un simple dibujo nos ha dicho más que una novela o una película enteras, por no decir más que todas las páginas del periódico en el que se han publicado? Gracias a todos estos tipos que nos hacen la vida más inteligente y mejor.

París, ayer. Bien podría titularse esta foto “El Lápiz libre guiando al pueblo”.

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