El humor nunca muere

Charlie Hebdo, portada 20 noviembre 2013Todavía hay a quien no le entra en la cabeza, y ahí siguen. Si quieres contrarrestar cualquier percepción negativa respecto a ti o tus ideas, lo mejor es restarle importancia, darle un rodeo. Si la atacas de frente, vas a conseguir que su difusión se multiplique. Uses la táctica que uses, y no hablemos si el “ofendido” opta por pasar de la comunicación a la acción.

Los autores del acto terrorista contra la revista Charlie Hebdo atacaron a una publicación que supuestamente había ofendido a ellos y a su verdad absoluta, con intención de hacerla callar para siempre. Esa publicación ha salido hoy a la calle con una tirada de tres millones de ejemplares, y en pocas horas se ha agotado en todos los kioskos. Su portada y gran parte de sus contenidos han sido difundidos por medios de comunicación de todo el mundo. Sus editores tenían serios problemas económicos para sacarla adelante, y ahora el proyecto se antoja más viable que nunca, gracias al impactante eco universal de los acontecimientos y a las ayudas que han recibido.

Por otro lado, y como el terrorismo en esencia, aparte de la acción puramente criminal lleva implícito un mensaje, lo que pretendían sus autores era, mediante el miedo, erradicar las alusiones humorísticas a su religión –ofensivas para ellos y para sus mentores. Pero resulta que en los días siguientes al ataque han proliferado en todo el mundo viñetas, chistes, artículos, comentarios, publicaciones en redes sociales… que tenían por objeto no ya satirizar al Islam en particular y a las religiones en general, sino principalmente vilipendiar y ridiculizar el fanatismo.

Esos han sido los resultados de su acción. Eso sí, en su ejecución ellos han muerto y se han llevado por delante la vida de 17 personas. Eso es todo lo que han conseguido. Nada menos, pero si se mira, nada más. Porque en sus principales objetivos han fracasado rotundamente. Si acaso, han logrado excitar aún más los fanatismos de la creencia opuesta. Si eso puede considerarse un triunfo…

Aparte todas las consideraciones, reacciones y emociones que nos han provocado los acontecimientos de la semana pasada en París, aquí hacemos ahora un esfuerzo por quedarnos exclusivamente en el aspecto comunicativo. En general, optar por la tremenda –sin violencia física- para reaccionar contra cualquier opinión o comentario desfavorable, es un grave error. Nos referimos a faltar, insultar, amenazar… la corriente se vuelve indefectiblemente contra el que falta, insulta o amenaza.

Pero si encima a lo que se enfrenta es al humor, está perdido. Manifestarse indignado ante un contenido –dibujo, chiste, comentario…- que ha hecho gracia al público, consigue que tenga mucha más gracia para mucho más público. Hace muchos años, Manuel Fraga Iribarne se levantó airado y se marchó de una función cuando un humorista hacía una imitación de él, lo que sin duda ayudó a multiplicar el éxito del número en cuestión. Y cuántos más casos conocemos de personajes públicos que se revelan desmedidamente –y públicamente también- ante una sátira. Y lo que consiguen es salir aún más escaldados.

El humor es un mal enemigo para quien no lo acepta. Es ágil, elástico, irreductible, se regenera… y nunca muere. Cuanto más se le azota, más se vuelve contra el azotador y más fuerte se hace.

Al humor sólo se le puede contrarrestar con humor. Por el contrario, enfrentarse al humor sin humor significa perder siempre. Pero hay quien nunca lo va a entender.

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