Una rueda de prensa… ¿porque me da la gana?

Rueda de prensa I

Hace ya unos años, durante el turno de preguntas de una rueda de prensa, un reconocido periodista de cierto sector, hoy relevante directivo de comunicación de una renombrada empresa de ese sector, lanzó la célebre pregunta: “¿podrían decirnos cuál es el motivo de esta rueda de prensa?” Los pobres portavoces se quedaron pálidos y ni supieron qué contestarle. El citado y no nombrado periodista acababa de desmontar el pretendido evento informativo. Ayer, otro portavoz, este de la clase política, dio un “salto de calidad” cuando a una pregunta semejante respondió “porque me da la gana”. Y ahí se quedó tan ancho.

La rueda de prensa es una de las herramientas más contundentes que tienen las personas y las organizaciones para comunicar, pero también una de las más arriesgadas. Las buenas prácticas en Comunicación dicen –o deberían dejar muy claro- que para desarrollar una acción comunicativa de este calibre debe existir, ante todo, un buen motivo, un objetivo definido que bien lo justifique. Fundamentalmente, una noticia o una revelación que añada información crucial a otra. Requiere mucha organización y preparación previa –aparte de toda la logística- como para gastar recursos y energías en la comunicación de un hecho que luego resulte poco relevante, que pudiera haber sido difundido a través de otro medio menos ambicioso, por ejemplo una nota de prensa.

Si los medios a los que se convoca no perciben la relevancia de la noticia, posiblemente nos peguemos el batacazo, asistan cuatro gatos e incluso ninguna persona; si acuden periodistas y no ven contenido noticioso o interesante en lo que se les está contando, pueden tener la sensación de que se les está haciendo perder el tiempo; si no les satisface la información que se les ofrece, pueden pasar a preguntar sobre otros temas que sí les interesen, y la noticia que demos quizás sea otra muy distinta de la que pretendíamos dar a conocer, a lo mejor mucho menos positiva. En este último caso, habrá que reconocer que nos habrá salido el tiro por la culata.

Básicamente, algunos motivos que justificarían la convocatoria de una rueda de prensa, independientemente del sector en que nos desenvolvamos, serían:

– Un anuncio –producto, estrategia, decisión empresarial o personal…- que realmente va a marcar un hito en la actualidad informativa, cuando no que va a cambiar el panorama de su entorno o sector. Y que no bastará con contarlo y explicarlo, sino que deberemos satisfacer el interés que en nuestra audiencia va a suscitar.

– La presencia de una personalidad relevante, que por distintas razones no comparece con asiduidad, y cuya opinión, valoraciones o puntos de vista van a ser ampliamente requeridos por los medios.

– Un acontecimiento o hecho noticioso de gran repercusión, ante el que los medios reclaman nuestro parecer. Estos van desde un consejo de ministros a un resultado deportivo, pasando por determinados sucesos, puede tratarse de situaciones gozosas -como nos hayan dado un premio- o ciertamente críticas, como haber presuntamente provocado una catástrofe. Esta modalidad de rueda de prensa sería reactiva, frente a las dos anteriores, que tendrían carácter proactivo.

Por el contrario, a continuación ciertos motivos o situaciones –algunos textuales y literales- que en ninguna manera justificarían la parafernalia de la rueda de prensa:

– Un anuncio –producto, estrategia…- que en efecto es noticioso pero cuya trascendencia es relativa. Aquí cabe tener la perspectiva suficiente como para saber calibrar y dimensionar adecuadamente la táctica a seguir.

– Un hecho externo que nos afecta pero cuya repercusión ha sido limitada. Puede que nos sintamos en la necesidad de reaccionar pero, al medir mal la respuesta, posiblemente estemos otorgando a tal hecho una dimensión que en realidad ni la merecía ni nos convenía.

“Llevábamos tiempo (quizás dos semanas) sin convocar a la prensa y no podíamos estar más…”.

– Necesidad imperiosa –y a veces repentina- de darse un baño de multitudes, sin tener exactamente nada nuevo que contar y sin siquiera saber qué decir.

– La euforia colectiva de un grupo de personas –generalmente sobrevenida en la sobremesa de una copiosa comida- que les impulsa a contratar una sala del hotel más cercano y convocar a golpe de teléfono, sobrados de poder de convocatoria y convencidos de que tienen algo fundamental que anunciar. Recuerdo que aquí una vez conté un caso así.

“Porque me da la gana”. Esta nueva argumentación queda para los anales, pero no sugiere más que una huida hacia adelante, cuando el portavoz se ha visto acorralado al darse cuenta de que se hubiera quedado mejor callado. Y en su pecado lleva su penitencia.

En definitiva, ponerse delante de la prensa nunca es un trance fácil, por mucho que creamos en nuestro mensaje y en nuestra credibilidad, y desde luego por mucho afán de protagonismo que a veces nos entre. Por supuesto hay que prepararlo siempre muy bien, pero el primer ejercicio de esa preparación es plantearse muy honestamente si nuestro fin justifica esos medios. Y que a la postre no se nos vuelvan en contra.

Rueda de prensa II

3 Comments

  1. Muy de acuerdo, aunque son las agencias de relaciones públicas y las organizadoras de este tipo de dinámicas quienes deberían guiar a sus clientes o asesorarlos, argumentando la viabilidad de realizar o no un evento así, para lo cual necesitan: 1) confiar en el valor de la información-mensaje; 2) conocer al cliente como la palma de su mano para hacerle ver que le está pagando a alguien que, en teoría, sabe más que él; 3) aceptar que una rueda de prensa no es un negocio sino un reto que implicará la presentación de resultados inmediatos al cliente (para justificar gastos); 4) cuantificar el nivel de impacto, pues muchas veces se ha demostrado que un mail distribuido electrónicamente puede tener mayores repercusiones que un comunicado que se entrega en un evento… como bien dices, la información valiosa siempre será bienvenida y es ahí donde radica la gran diferencia. Sabemos que hay clientes a los que sólo les interesa «hacer ruido» a como dé lugar, pero a esos se les convence fácilmente con resultados de inversión versus impacto. Saludos.

  2. Con demasiada frecuencia nuestras recomendaciones, aunque tengan valor estratégico, son recibidas con soberbia. Nuestro interlocutor parece abrazar el protocolo en lugar de perseguir la eficacia y eso se nota. Por eso, solo él suele ser el sorprendido con el resultado final aunque, de todas formas, racionalizará el hecho pensando que los equivocados son sus públicos, la audiencia. Y sin pensar que no se trata de acertar sino de convencer.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s