Ante todo pido perdón, y de verdad me da mucha pena que en esta página, y en esta sección dedicada específicamente a escribir sobre Comunicación, me tenga que fijar tanto últimamente en asuntos que sí o sí acaban siendo de índole política. A uno le gusta mucho más escribir sobre los aspectos didácticos, si puede ser en tono distendido y que entretenga, explicar y desentrañar lo que muchos no conocen sobre cómo funciona esta ciencia –con perdón-, contar cómo es la vida de los profesionales que nos dedicamos a esto –a veces muy sufrida y otras realmente divertida. Y no tanto hablar de fauna ibérica, como si se tratara de revivir a Félix Rodríguez de la Fuente. Y no que lo didáctico al final se resuma en mostrar y demostrar lo que nunca se debe hacer.
Pero desgraciadamente no tengo opción, no me dejan. Porque además, si con todo lo que está pasando me pongo a escribir sobre cuestiones más o menos teóricas o a contar anécdotas e historietas, temo que me vayan a tachar de sordo y ciego intelectual, vamos, que no me entero. O peor, que no quiero enterarme. Y entre que buscas un espacio para abordar temas más inocuos y más bienhumorados, si la semana pasada saltaba el affaire de las tarjetas negras de Caja Madrid, esta semana nos asalta la crisis del ébola con la infame gestión de crisis a la que estamos asistiendo, incluyendo la patética rueda de prensa de la ministra de Sanidad el pasado lunes o, tal que ayer, la miserable exposición del consejero de la Comunidad de Madrid, que continúa con una serie de incalificables intervenciones a lo largo del día de hoy. Y en estas te encuentras, así de refilón, con el inminente e impepinable nombramiento de José Antonio Sánchez como director general de RTVE.
En realidad, no hay mucho que añadir a lo que ya se sabe sobre este profesional. Muy conocido es el grueso (sí, grueso) de su trayectoria, fundamentalmente al frente de televisiones púbicas, que es lo que para él son estos entes, y por lo tanto no se trata de ninguna errata. Porque lo de servicio público se lo pasa exactamente por ahí. Aquí, simplemente, una breve muestra de lo que se ha escrito relativo a él estos días.
Huffingtonpost, Marila Cubells
Cadena SER, José María Izquierdo
Por lo demás, lo único que puedo aportar a su perfil es que cuando le conocí personalmente -de jovencito, corresponsal parlamentario de ABC y prometedor cachorro de Anson- ya era como es y pensaba como piensa, y además se jactaba de ello. Es decir, que no engaña a nadie en cuanto a sus ideas. En efecto muy plural, solo que para él la izquierda es Aznar. Y en cuanto a las formas de proceder, gestionar y dirigir, a los hechos podemos remitirnos. El otro día posteaba en una red social que más allá de informar mal, desinformar e informar parcialmente, que son malas prácticas distintas con puntos en común, el matiz de actitud que lo engloba todo es informar con mala fe. Era a raíz del tratamiento dado en Telemadrid al escándalo de las tarjetas “topagao”.
Méritos como este, abundantemente contraídos, o el del ERE en la televisión madrileña –que básicamente consistió en despedir a los trabajadores que habían ganado su plaza por oposición y mantener en el puesto a los directivos que habían sido contratados a dedo y con el talonario-, son los que han propiciado su retonno a la gran cadena pública. Los que le han propuesto –el Gobierno– y tienen la mayoría absoluta para imponerle, saben perfectamente para qué le quieren y para qué la necesitan. La proliferación incontenible de escándalos, la credibilidad que hace aguas, la “pertinaz” sequía económica, el tardío pero creciente malestar en la opinión pública, la irrupción de alternativas a los partidos tradicionales, el cisma de Cataluña, la cercana perspectiva de las elecciones… Se hace necesario alguien que comunique efectiva… y púbicamente.
Lo que pasa es que a veces las estrategias más ambiciosas y las tácticas más contundentes acaban dando el resultado contrario al deseado. Las cuotas de audiencia de La 1, y en especial las de sus informativos, han dado en caer irremisiblemente desde que el PP decidiera dar un golpe de timón y terminar con la política de consenso en torno a la corporación instaurada en 2006. Y J. A. Sánchez deja Telemadrid en unos mínimos históricos de audiencia que rondan el 4%. De manera que, dados estos antecedentes, lo que cabe presumir es una desbandada generalizada de telespectadores. Y sin audiencia, no hay instrumento de manipulación política que funcione.
Eso sí, preparémonos y que se preparen. El ERE al que se negó Echenique, que parece que fue la causa principal de su dimisión, parece garantizado, de hecho tienen a la persona con aptitud y experiencia para ejecutarlo. Y atención a la criba ideológica de profesionales que se avecina. Los pocos no afines o semi-afines que quedaron de la etapa anterior, los del reducto de La 2… y hasta Mariló Montero estaría para echarse a temblar, que a más de uno empezará a parecerle una anti-sistema. Y los que vendrán, ya verán ya, aunque no queramos verlo. Todo muy púbico.
Lo siento, otro día que no me he divertido escribiendo sobre Comunicación.
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