El caso de la mentira repetida… y no hizo falta Goebbels

Mentira 1000 veces IVSabido es que fue Goebbels quien formuló la idea de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Pero seguramente no fue el primero que lo utilizó como táctica de Comunicación. Y que no fue el último a la vista está, lamentablemente sigue muy vigente y al día como parte de la estrategia de comunicación política, empresarial… de no pocas entidades en muy diferentes ámbitos. Pero, más allá de su conceptualización, se trata de una práctica con un modus operandi relativamente sencillo y con una mecánica definida, por eso digo que posiblemente el siniestro estratega de la propaganda nazi lo enunció y teorizó, pero no lo inventó. Está mucho más a la orden del día de lo que parecería. Se ha usado en las empresas, en los colegios y hasta en las familias, a veces espontáneamente y otras con meticulosa organización; a veces con propósitos banales o jocosos, otras con verdadera mala intención. Y en un nivel más elevado, respondiendo a intereses muy concretos. Vamos a contar el caso –ficticio- de Ruperto Valenzuela, que podría ser el caso de cualquiera. A partir de ahí, extrapólenlo a cualquier esfera de la actualidad y de la vida pública o privada.

La noticia en cuestión fue: Ruperto era quien se había comido todos los bollos que habían desaparecido misteriosamente de la nevera de la oficina, y que estaban destinados a endulzar una reunión de creatividad del departamento de Aguas al Cuello. Obviamente se trataba de un infundio, ya que Ruperto, intachable profesional con una carrera brillante en la compañía Chunguen Protocols, no gustaba de los dulces ni sabía realmente dónde estaba la nevera, ya que no usaba visitarla ni comer en la oficina, y además siempre se preció de ser absolutamente respetuoso con lo de los demás. Algo escuchó de lo que se dijo, pero no hizo el menor caso, tan descabellada era la teoría. Total, si todo el mundo le conocía y nadie se iba a creer semejante disparate. Así que no tomó ninguna medida y dejó el agua correr.

Pero he aquí que el mensaje se fue propagando por la empresa: “Ruperto se ha comido los bollos” por aquí, “Ruperto te has comido los bollos” por allá, “jolín con el Ruperto, tan calladito y se ha comido los bollos”… Y además empezó a circular desde distintos ángulos (1), partió seguramente de la directora del departamento de Brave Talents, pero se escuchó en el de Mystic Thinking, lo comentó el portero del edificio con un directivo de la correduría de la cuarta planta, y hasta se mencionó el hecho en un comité de dirección. La mentira se estaba repitiendo tanto y tan insistentemente que, a pesar de la sorpresa e incredulidad inicial, cada vez más gente se la estaba terminando por creer. Estaba tomando cuerpo de verdad.

Llegó entonces el asunto a la segunda y decisiva fase del proceso: la asunción de hechos consumados. Esto es, el enunciado inicial no sólo asciende a la categoría de verdad posible y luego irrefutable. Además se da por supuesto: “como Ruperto se comió los bollos, la próxima vez habrá que guardarlos en recepción”; “los de Recursos Uraños ya no tienen tan buena relación con Ruperto desde que se comió los bollos”; y para la fiesta de Navidad de la empresa estaban preparando una performance de Ruperto comiéndose los bollos, y una chirigota a cargo de los chicos de Informática. De poco servirá ya que el pobre Ruperto intente salir al paso –a buenas horas, mangas verdes- porque no habrá quien le otorgue la menor credibilidad, quien detenga la corriente, la Historia ya está escrita y así se contará. Cada vez que se acerque aloffice a por un vaso de agua, le tocará indefectiblemente escuchar “cuidado que viene Ruperto, esconde los croisanes”. Por lo que desistirá de visitarlo, y cuando tenga sed se irá al baño o se cruzará al bar de enfrente a tomarse una coca-cola, entonces Dorita, la dueña, siempre tan solícita, le preguntará con una dulce sonrisa burlona: “¿No quieres un bollo, Ruperto?”. Aquello ya se hacía insoportable y le estaba afectando al ánimo, a la autoestima y a su rendimiento.

Ruperto dejó la empresa tiempo después, no vienen a cuento ahora los motivos. De regalo de despedida, sus queridos compañeros le obsequiaron con una ensaimada gigante y un poppie en el que, ya se imaginan, el 90% de las dedicatorias llevaron alusiones al famoso affaire con los bollos. Pasados los años, cuando sus ex compis se acordaran y hablaran de él, fuera con cariño, con displicencia o con desdén, le referirían como Ruperto el zampabollos, el que vació la nevera o incluso el que iba hurtando la comida a los demás. Se había convertido en leyenda asumida y aceptada, en una mentira oficializada hasta la categoría de axioma.

La historia puede parecer tan simple pero, no nos engañemos, tan de cada día. A quien no le haya pasado alguna vez algo parecido, de crío o de mayor, en su trabajo, en la Universidad o con sus colegas del bar, que levante la mano. Luego, en función de la trascendencia de los hechos y los personajes, multipliquen la dimensión, el ámbito y el efecto del fenómeno. Y no ha hecho falta ningún Goebbels.

Moraleja: miren alrededor.

Mentira 1000 veces

(1) Este momento o fase, fundamental en el proceso de oficialización de una mentira, se lo pueden imaginar prestando atención a cualquier hecho de nuestra actualidad. Si una entidad difusora de infundios interesados goza de suficiente fuerza e influencia, contará con una constelación de voceros asociados que se encargarán de expandir y amplificar el mensaje: medios de comunicación afines, líderes de opinión, expertos en difusión a través del boca a boca, y un largo y tortuoso etcétera. Así se consigue hacer efectiva otra de las premisas de Goebbels: que determinada impresión u opinión sobre un hecho tienda a ser percibida como unánime.

4 Comments

  1. Con instructores divertidos como tú, no se para de aprender o de refrescar consignas. La empresa que describes es para ser recordada por sus departamentos, como las conclusiones por vinculación con hechos actuales. Y la «moraleja», clave. En efecto, la credibilidad de una mentira depende de la insistencia de su repetición, aunque sea usando la técnica engaña-bobos-, de la trascendencia del elemento o hecho sobre el a que se miente y del apoyo en difusión que tenga.Para la mayoría, luchar contra corriente no está socialmente bien visto; es más cómodo formar parte de ella.

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