Satya Nadella, el nombre les irá sonando porque saldrá muchas veces en los buscadores y encabezando noticias. No en vano es el nuevo CEO de Microsoft, el tercer papa de Redmond tras Bill Gates y Steve Ballmer, si no contamos al co-fundador, Paul Allen. Cierto que, como suele pasar en las grandes tecnológicas que han marcado la transición de siglo, los nombres de ahora impactan menos que los de antes. No suena lo mismo Tim Cook que Steve Jobs, ni Virginia Rometty que John Akers, ni todos los que sucedieron a Hewlett y Packard. Los inventores dejaron paso a los gestores, los pioneros a los diseñadores de sesudas estrategias comerciales y de marketing para hacerse sitio en un vagón que ya va muy lleno y en el que ya no hay tanto margen para moverse como antes. Los nombres que ahora pegan más son los de los avispados que dieron el pelotazo simplemente poniendo en el mercado una buena idea, un poco antes, un poco mejor y sin duda con mucho más acierto que otros igual de listos compañeros de Universidad.
Ser el tercero que dirige Microsoft en casi 40 años de historia de la compañía, dice mucho del reto que afronta este indio de nacimiento, y también de lo que es ese templo. No sorprende que el consejo de dirección se haya decantado por un hombre de la casa, un ingeniero que lleva 22 años prestando sus servicios, obviamente con significativos méritos como para ser el elegido. Siempre fue política no escrita de esta empresa confiar las grandes responsabilidades a gente que la conoce bien por dentro, antes que a cualquier figura que venga de fuera, por muy rutilante y brillante que se precie. Vamos, que nunca ficharían para ese puesto a un John Sculley como hizo Apple, o a un Louis Gerstner como hizo IBM. Una tradición diríase muy japonesa, donde las telefonistas llegan a directoras de Marketing, o de la antigua banca española, donde el botones terminaba siendo el banquero. Pero aquí hablamos básicamente de ingenieros, y sobre todo de gente que tiene no ya la tecnología, no ya la maquinaria de ventas, sino Microsoft muy metida en la cabeza. Y no es fácil encontrar a quien le quepa entera.
Ya se sabe que Microsoft viene siendo desde hace muchos años el pim pam pum de la industria tecnológica, con razón o sin ella. La tecnología más vilipendiada y la más utilizada, la empresa más odiada y donde más gente manifiesta que le gustaría trabajar. De diez crónicas del día que leamos sobre ella, ocho cuestionarán su situación actual y le vaticinarán un negro futuro. Si escogemos otras diez crónicas de hace 10, 20 y 30 años, también ocho de cada de diez decían más o menos lo mismo. Como siempre fue su costumbre, mantiene muchos frentes abiertos, y en algunos muy importantes va perdiendo, y muy significativamente en dispositivos móviles, donde además le llevan mucha ventaja. En los años 80 perdía en aplicaciones, a principios de los 90 en sistemas operativos gráficos y de empresa, a finales de esa década en Internet… Sea como fuere, y a lo mejor por eso mismo, su solidez financiera sigue sin ofrecer dudas a pesar de los ajustes que ha tenido que acometer en los últimos tiempos. Los poderes fácticos –esto es, los inversores– están muy tranquilos desde que Steve Ballmer anunció en agosto que lo dejaba. Que, por otro lado, así le han pagado al bueno de Steve sus pasiones y desvelos por la empresa de sus amores. Pero los negocios son así…
Dudoso será, eso sí, que Satya sea capaz de engendrar el innegable carisma de sus santidades predecesoras. Pero eso ya se supone y lo que se le pedirá será, fundamentalmente, estrategias acertadas. Esto es, si Gates o Ballmer se equivocaban alguna vez, gozaban del liderazgo, la impronta y la credibilidad suficientes como para convencer a su tropa y a los mercados de que iban a reconducir la situación, y muchas veces lo consiguieron. Si Nadella no da a la primera con la tecla y vuelve a fallar a la segunda, cabe imaginar que con él no van a ser tan condescendientes. Insustituibles eran los otros, a él pueden verle como a un pontífice más, quién sabe si de paso.
¿Y un CEO emérito…?
Con todo, cabe preguntarse si hay algo de jugada oculta en la fumata blanca que las chimeneas de Redmond han arrojado esta semana. Entre los movimientos colaterales en la cúpula directiva, se anuncia que Bill Gates, que vivía retirado del día a día empresarial y ostentaba la presidencia del consejo de dirección, deja el sillón y vuelve al ordenador. Se convierte en “asesor tecnológico” a tiempo parcial, lo que significaría, según se puede leer, que pasaría a dedicar unos tres días a la semana a la tecnología y los productos, que siempre fue lo que más le gustó, en vez de a las cuentas de resultados y la analítica financiera. ¿Querrá esto decir que en realidad Nadella va a ser un jefe figurante y que el “tapado”, el verdadero sucesor de Steve Ballmer será… William Gates? ¿Al estilo de Putin en Rusia? ¿Como Narváez y O’donnell en la España de Isabel II? ¿O será un CEO emérito, pero con un papel algo más que honorífico y espiritual? Ya sabemos, y lo hemos visto en más compañías, que a los fundadores les cuesta mucho dejar lo fundado así como así. Pero el tiempo dirá. Lo que es una verdad como una catedral, y quién sabe si toda una declaración de intenciones y hasta una premonición, es lo que ha dejado dicho, en una de sus primeras sentencias, el ya oficialmente nuevo CEO de Microsoft: “Nuestra industria no respeta la tradición. Sólo respeta la innovación”.
Aquí algo más sobre él 10 cosas que debes saber… PC World en español
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