Microrrelatos a quemarropa (XVIII)

Qué día mejor que el de Reyes para regalar microrrelatos. Esta es la segunda tanda de los que habíamos acumulado, y hace la decimoctava en total. Y hablando de regalos, para esta edición hemos rescatado uno antiguo, que teníamos congelado por aquello de los derechos de publicación. Como éstos ya prescribieron, lo incorporamos hoy a los microrrelatos a quemarropa. Y como siempre, espero que os gusten:

Los sueños, sorpresas son

Pulsar él mismo el interruptor y encontrarse cazando ballenas en Alaska era cosa de segundos. Anteayer, un safari en Tanzania. La nueva tienda de sueños a la carta era una gozada. Bastaba tumbarse en la camilla, conectar los electrodos y la inteligencia artificial obraba lo demás. Su mujer tenía que conocerla. La imaginaba feliz recorriendo escaparates por Place Vendôme o surcando el Nilo. Ya un día la invitó. Cuando él regresó de tomarse unos daiquiris en Varadero, ella seguía dormida. ‘Menudo viaje’, pensó. Entonces, reparó en su respiración agitada y su expresión infinita. Y cobró fuerza la sospecha de que no iba a volver.

En el fondo del fondo

Ahora intentan borrar lo que nunca se atrevieron a decirse, pero dejaron escrito. Lo encontró ella entre unos papeles despistados en la sala de reuniones; lo descubrió él cuando abrió furtivamente un correo que recibió por equivocación. Años de desencuentros, tensión profesional y convivencia malsana no pueden tomar de pronto este giro inesperado. Con sus vidas hechas y derechas, no están para admitir ni reconocerse nada, mucho menos albergar un atisbo de lo que sea. La presión y la expectación en la empresa se hacen insoportables, y decidirán ausentarse unos días. ¿Quién les mandará embarcarse en el mismo vuelo a París?

El cachondo de Luis

Si el traje no es para mí, ¿qué hace diez años colgado en mi armario? Es lo que me pregunta mi mujer cada dos por tres. Tiene mi talla, mi hechura y hasta mi estilo. Pero yo no me lo compré, nadie me lo regaló ni me lo prestó. Es más, no me atrevo a ponérmelo. Porque me recuerda demasiado al que llevaba mi socio la última vez que lo vi. Cuando desesperadamente me pidió ayuda. Apareció ahí y lo encontré justo al llegar de su entierro. Un cachondo este Luis, pensé entonces. Pero será cabrón, pienso ahora. Porque no me olvido de él…

Paseítos

‘Para volver a meterse en el ataúd’, profiere mi suegra cuando algo le disgusta. Pero casi nunca lo cumple. Le ha tomado el gusto a andar paseándose entre los vivos, fisgoneando y enterándose de todo como nunca en vida consiguió. Cierto que su primera salida fue escalofriante, porque la acabábamos de enterrar y nos llevamos un susto mayúsculo. Ahora nos parece tan natural, hasta se sienta a comer con nosotros, aunque no coma ni beba. Tampoco se enfada como antes. Sólo tuerce el gesto cuando me oye decir que ‘un día esto se va a acabar’ y me ve con los clavos en la mano.

Expuestos

Se apresuraron con el martillo y los clavos para tener todos los retratos colgados. Los invitados estaban a punto de llegar. Todos ellos gente distinguida y de éxito, iban a encontrarse con gente insulsa, con nombre y apellido, pero que ni recordarían haber visto nunca. Y, sin embargo, se sorprenderían de que esos los miraran a ellos fijamente y con absoluta certeza de conocerlos. ‘¿Quién es ese…?’, irían preguntando, inicialmente curiosos, después ya angustiados. Empezarían a entender que esta vez las obras expuestas eran ellos y cada uno tendría su atento y escrupuloso observador. Y no haría falta comprar nada. La entrada se pagaba al salir.

Funcionario

Y la luz se apagó. En seguida reconocí sus pasos, venía a por mí. Sentí su respiración junto a la mía, una primera mano retirar las sábanas, la segunda sobre mi pecho. Preferí dejarle hacer. Notaba su excitación al tiempo que contenía la mía. Tanteé furtivamente a mi derecha para asegurarme, nada se movía. Entonces ya busqué a ciegas sus muslos, lo atraje sobre mí y aquello fue imparable. Sofocada la urgencia, volví a escudriñar mi costado. Mi compañero de celda dormía profundamente. Siempre le agradecí el cariño de estos años, pero aquí el respeto a la autoridad es innegociable, si trae las llaves.

No los moverán

Hemos vivido en este edificio por miles de años y no nos van a mover de aquí. A los monjes que intentaron levantar una catedral gótica, se les doblaba la torre. A los renacentistas que osaron convertirlo en un palacio clásico, se les partían las columnas. Cuando pretendieron que fuera un bloque de viviendas, ya nos encargamos de que ni dios viniera a vivir. Al proyecto de estadio de fútbol le sobrevino una aluminosis fulminante. Nadie lo ha conseguido ni lo conseguirá. Por los siglos de los siglos, esto será una pirámide soberana en la que los faraones eméritos vivimos la mar de bien.

Alimento esencial

Quizá pudiéramos esperar a mañana o pasado, por qué no un mes más… Es muy cierto que alimentarse es algo sobrevalorado, nos lo repiten a diario nuestros popes. Pero estamos desesperados. No de hambre, ya sabemos que esa necesidad es subjetiva, nace de la mente, como bien nos han inculcado. Lo que pasa es que ansiamos que llegue el contingente con suministros. La comida ni la olemos, ese cargamento lo llevamos directamente al claustro. Pero nos urge tener imágenes nuevas, amuletos y medallas para vivir. Las de madera que trajeron el año pasado ya están gastadas y cuarteadas. La mía, deshecha a dentelladas.

Y este es el rescatado:

Número entero

Se escucha ese “pi” infinito, tan irracional. Trescomacatorcecincuentaynueveveintiseis… todas las mañanas en clase la misma letanía, qué pesada la profesora, qué obsesión con que nos aprendamos esto, que dice que sirve para calcular la longitud de un río. Y siempre me pasa lo mismo: cuando va por sesentaydossesentaycuatrotreintaytres… me quedo absorto en el perímetro carnoso de sus labios. Al llegar a los cinco nueves, la vista ya se me habrá bajado al cuerpo redondo circunscrito y sus diámetros adyacentes. Comprendo entonces que esta noche, como anoche, evocaré en sueños un número recto y entero, deliciosamente finito y racional.

Todos los microrrelatos a quemarropa, AQUÍ.

(Foto: Mohamed_hassan)

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