Un día en las torres

En el último momento maticé la pista: iba a decir que subir hasta allí no fue difícil, pero hoy sería imposible. Era demasiado evidente. Me preguntaron a la vuelta si esas fotos de vértigo las había hecho desde un helicóptero -que podía haber sido, porque también monté en uno. Pero no. Fueron hechas desde las Torres Gemelas. Un día de abril de 1999.

Casi no había vuelto a ver esas fotos desde entonces, y hoy me producen todavía más vértigo. Era mi primera vez en Nueva York, y apenas una hora después iba a quedarme solo allí con un fin de semana por delante. A celebrar mi ganada libertad vino una soberbia tormenta que hizo la noche de repente, caía de tan alto la lluvia y con tanto poderío, a salvarme acudió presto y diligente un paraguas a cinco dólares.

Bajo el diluvio recorrí la 57 despacito, casi temeroso, abrumado por la perspectiva; doblé por Park Avenue, cambié a Madison… bajando por la Quinta Avenida ya empezó a escampar y brillaron heroicos rayos de sol en la cúspide del Empire State. Eran las siete de la tarde, quedaba día, quedaba viernes y todo por delante. Cambié de sentido, tomé a paso ligero Broadway y ya me que quedé en Times Square.

Efectivamente, subir a las torres no era nada difícil. Casi impresionaba más acercarse, porque parecía que nunca llegases, las veías inmensas, aplastantes, y todavía que te quedaba un buen paseo hasta su base. Ahora no recuerdo si era en la Norte o en la Sur, pero entrabas a un inmenso hall y ahí estaban los ascensores, directos a la planta 202. No sé a qué velocidad subirían, no recuerdo que tardara mucho. Y allí estaba otro inmenso hall, el restaurante, las paredes acristaladas… y el abismo alrededor. No quise luego ni pensar…

Volví a Nueva York dos veces más, breves ambas, y ya caminé siempre por suelo firme, pero claro, sin dejar de alzar la vista a las alturas. Solía decir que las Gemelas eran mi punto de referencia, el tótem que me servía de orientación cuando callejeaba por el Soho o Greenwich Village, no tan rectilíneos como el corazón de Manhattan. Mi última vista de todo aquello fue un espléndido, apacible y desprevenido 9 de septiembre de 2001. No he vuelto.

En la foto que ilustra esta entrada, las Torres Gemelas, sin cristal por medio, vistas desde el Empire State al día siguiente, que fue soleado. En la de abajo, con el mismo efecto tenebrista de las que puse el otro día, el Empire State, cristal mediante, desde las Torres Gemelas.

P.D. Ha costado realmente más de lo que esperaba, pero está claro que ha sido María José Rudilla la ganadora. Qué mejor regalo puedo hacerle que una canción de las tantas que se han escrito sobre Nueva York. Voy a elegir esta de U2, que además es de esos años (450) U2- New York (Official-Unofficial) Music Video – YouTube Por cierto, el vídeo debieron editarlo después de los acontecimientos, porque no se ven por ningún sitio las Torres Gemelas. Y cuando se grabó la canción, estaban.

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