Nunca llegarás tarde

Sé que llego tarde. En realidad, llevo años tardando.

También sé que no puedo escribir algo triste. No le gustaría. Me quitaría el papel.

Lo que dudo es que me vaya a salir.

Pero es verdad que en todo lo que recuerdo, lo que me viene fácil a la memoria y lo que consigo rescatar, casi nunca falta una sonrisa.

Luego está lo que puedo contar y lo que no.

Porque, en realidad, yo sólo puedo dar fe de una pequeñísima parte.

Unas vacaciones, varios cumpleaños, durante años las comidas de Navidad…

Y siempre sonrisas.

También las conversaciones por teléfono que oía desde este lado.

Recurrentes y animadas entonces, después ya se hicieron espaciadas y poco alentadoras.

Las últimas fueron llamadas necesarias, pero temblorosas.

Prefiero quedarme con aquellas conversaciones ligeras y generosas.

Y aquellas tardes.

Remotas, y sin embargo más nítidas en mi memoria.

Como si fueran esas fotos coloreadas.

De la ola asesina a la maniobra en un cambio de rasante,

de los pueblos de la Sierra a las meriendas de aquel verano.

Cuentos, crónicas, historias de la radio…

De Madrid, claro, como era y cómo somos,

de Moralzarzal y sus fábulas.

del fútbol y los toros, de los pregones en la Plaza Mayor, de las Galerías Piquer…

Y muchas risas.

Alpedrete parece un…

Mataelpino no vale un…

y El Boalo… yo creo ahí ni llegamos a ir.

Thelma y Louise en un 127 con un mocoso detrás

por esas carreteritas y esos cruces, La Maliciosa mirándonos.

Luego un refrigerio

y siempre habría ocasión de hacerle a alguno un traje.

De Cortefiel, que le quedaría mejor.

Risas, sonrisas y brisas.

No eché de menos aquellas alas disecadas que de niño me hipnotizaban.

Pero sí las cajas rojas que empecé a comprar cuando ya se notó la ausencia.

Se me fueron borrando los juegos en el patio, en el parque, en el pasillo…

Pero guardo las miradas risueñas, las palabras como cascabeles.

La ternura y siempre el humor.

Pequeñas sorpresas

cuando hacían más ilusión.

Porque no hay hadas ni reinas de Inglaterra que aguanten,

pero sí madrinas

que cuidan y hacen el mundo mejor.

Dicen que las personas de nuestra vida siempre están.

Y al final, son lo que nos queda de ellas.

A mí me quedan las sonrisas.

Que no creo que se vayan, de hecho no se han ido,

aunque ahora se hagan de rogar.

Hace mucho tiempo que estoy tardando.

Y he llegado ahora.

Me cuentan que no dejaste de recordar ni de sonreír.

Pero que últimamente ya decías que querías volar.

Yo sólo puedo darte las gracias

y desearte un buen vuelo.

Adonde vayas, nunca llegarás tarde.

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