Siempre te ibas tan pronto…

Siempre te ibas tan pronto. Esa costumbre de los que creen que ya han visto lo que había que ver, también la de los que prefieren evitar los tumultos y los atascos cuando sale todo el mundo en tropel. Pero era una norma que llevabas a rajatabla. Y qué pasa, que a veces remontábamos en el último minuto, parece mentira que no lo sepas. Pues eso esperaba yo esta vez.

Y te has ido así, sin avisar. Debiste pensar que ya se había jugado el partido. Y esta vez no te faltaba razón.

Admitamos que el último verano no empezó bien. Te cerraron la piscina a la que ibas cada mañana a hacerte tus largos -o anchos- y a cargarte de la energía que te iba a nutrir el resto del año. Te dejaron sin chapuzones esos majaderos, y después ya vino lo que vino. Me dio tiempo a traerte el último mechero -no sabía que iba a serlo- de mis viajes a otras ligas, pero cuando volví de la siguiente aventura, ya no te encontré en la terraza alta que usabas de residencia estival. Empezarlo sin que le dejen a uno hacer el único deporte que puede y terminarlo con la pierna en alto, es verdaderamente una mierda de verano. 

Ya años antes, te habían cortado otra vía de oxígeno: te cerraron el Retiro. Tanto aquellos como estos burócratas ineptos decidieron que no era para ti ni para todos los que tienen el coche por zapatos como tú. La primera vez pudimos solucionarlo. La segunda, yo pensaba que iba a ser más fácil, pero nos equivocamos. Sobrevaloramos al interlocutor y a los susodichos. Y así se quedó tu Retiro, vedado para ti y para los que luego se hinchan a decir que sois “lo primero”. Yo me cuidaba mucho, cuando lo visitaba corriendo o paseando, de contarte lo bonito que estaba, la de gente que había, los colores del otoño o el esplendor primaveral que se veía por allí, tú ya me entiendes. Y todos aquellos que acudían a la placita del Ángel Caído a verte todos los días, dejaron hasta de verse entre ellos, el grupo se disolvió. Sí señor, eso es política social.

Siempre te ibas antes de que terminaran los partidos. Y alguna vez te perdiste lo mejor. Pero sabías que este estaba perdido y por goleada.

El otoño se dio mal, para qué nos vamos a engañar. No empezamos la Liga muy boyantes, como nos suele pasar. Pero esta vez pintaba chungo, esa voz que te oía por teléfono no estaba para cantar grandes goles. Ya no hacíamos quinielas y te borraste de la peña de apuestas, porque a ti esas modernidades no te iban, eras más de juegos clásicos. Por encima de todos, el mus. A eso nunca pude jugar contigo ni contra ti, pero como todos me decían que eras el puto crack, pues yo lo digo a los cuatro vientos aunque no tenga ni idea. También he dicho muchas veces que tú has debido hacer más deporte y corrido -potencialmente- más maratones que muchos que tienen sus dos piernazas intactas. Claro, todos, hasta tu Di Stéfano, terminamos perdiendo facultades. Tenías que aparcar cada vez más cerca, aunque tuviera que ser en prohibido. Total, qué más te daban ya las multas.

Ya empezaba yo a llevar mal no poder comentar contigo las jugadas. Las del domingo, sí, pero también las otras, las jugarretas. Las hazañas de nuestros héroes, de nuestra iluminada favorita de estos tiempos de política a la madrileña y las mamarrachadas de estos salvadores del país -ah, si hubieras oído lo de Bruce Esprinter… Eso sí, también de llevarnos las manos a la cabeza con lo que se cree tanta gente, lo que asume como verdad absoluta tanta gente… y lo que vota esa gente. También estábamos de acuerdo en lo mucho que al Coletas le debe el PP, un homenaje por lo menos. Sí, esa izquierda que dice sumar… y no hace otra cosa que restar, también lo hablábamos. Por lo demás, no se te escapaba una, estabas siempre jodidamente bien informado, una pena que fuera, eso sí, por esa prensa y esa radio libertarias y buenistas que beben de los contubernios radicales y los pozos frentistas. Así estamos, compañero. Y cada vez más solos. Fíjate yo ahora…

Te ibas cada vez más pronto, los que te conocieron últimamente no te vieron trasnochar, pero yo sí. Aun así, siempre fuiste de irte antes que otros.

Se venía un invierno muy frío y muy negro, no vamos a mentir. Pero no iba a faltar la lotería, hablando otra vez de juegos clásicos. No me falló tu décimo por Navidad, y así seguimos con el Niño y hemos empalmado casi hasta anteayer. ¿Para qué insistías en pedirme el número de cuenta para la transferencia, por qué no querías seguir jugando? Sí, ya lo supe. Me acuerdo ahora de aquel miércoles, primeros de diciembre, que dijiste que el jueves seguramente no vendrías, que iba a hacer frío, y Filomena por medio, no volviste a aparecer hasta junio del año siguiente. O cuando nos despedimos un 13 de marzo de 2020 sin saber cuándo nos volveríamos a ver. Todas esas ausencias y otras pudimos superarlas. Yo pensaba, o más bien quería pensar, que esta también.

De los dramas y tragedias que a veces no había más remedio que contar, preferías saber lo justo, quedar enterado y seguir con la vida. Porque tú ya tenías los tuyos y procurabas hacer lo mismo con ellos. Tus mensajes eran concretos y sin rodeos. El de tu hermana un día, el de tu otra hermana años después, el de tu sobrina… Nunca se te vio triste, aunque fuera evidente que lo estabas. Como nunca se te vio enfadado, eso me lo dicen muchos. Bueno, sí, con tu Madrid, el de fútbol y el de baloncesto –“madre mía, madre mía…”-, pero eso porque eras un exigente de narices, como he visto pocos: “¡mal no, horrible!”. Y habíamos ganado 4-0. Si hasta a Nadal decías que le veías flojito antes de jugar una final de Roland Garros. Bueno, también te enfadabas, que lo sé aunque luego nos destripáramos de risa, con todos estos que vienen a impartir su clase magistral, y no hace falta decirles nada porque nada van a escuchar, no hay más doctrina, así que es tan fácil -o difícil- como tener paciencia, esperar a que se cansen y se marchen tan felices.

A mí me preguntaban y todos te esperábamos, pero tú ya sabías que te ibas a ir. Así de pronto.

Y la primavera no iba a tener ni puta gracia. Abrió su terraza el bar Benzema -que no se llama, pero siempre debió llamarse así. Y en seguida se notó que faltaba el cliente más fiel. Y preguntaban. Allí te llamaban “el del Atleti”, que hay que joderse, aunque es verdad que también fuiste socio, pero al Manzanares ibas para verle perder. Y preguntaban… En estas últimas cuatro estaciones, yo no he sabido de ti más que lo que me contabas. Y no era mucho, la verdad, pero suficiente para suponer que andabas jodido de verdad. Y preguntaban… Ya me invadía la sospecha de que quizás poco, si algo, te iba a poder ver. Porque si me hubieras contado toda la verdad, a lo mejor sí te hubiera ido a ver, aunque no quisieras. Pero tú preferiste que supiera lo justo. Y me preguntaban…  Y yo contaba lo que sabía: que estabas jodido.

Creo que lo penúltimo que te dije fue que un deseo que podíamos pedir -y yo lo pedía- era que este verano pudieras volver a tu piscina y tus anchos. Pero como ya digo que estabas tan repelentemente bien informado, debías saber ya que va a seguir cerrada porque esos innombrables no van a tener terminadas la obras que bien te putearon el año pasado. Así que puerta y que les den. Y el verano se anuncia peleón otra vez, seguro que eso también lo tenías en cuenta. No habías respondido a mis últimos mensajes, que no hablaban más que de lotería. El 1 de mayo me las prometía felices, pero el caso es que me levanté si alma ni espíritu, no sabía qué me pasaba, intentaba animarme y salí a la fuerza, pero no hubo manera de levantar el día ni la noche. Dos días después, tuvo que llegarme el mensaje que no era tuyo, pero hablaba de ti. Y me puse a avisar… a todos los que pude.

Y te has ido así, un día en medio de un puente para que no nos enteráramos. Pronto otra vez, pero, amigo mío, esta nos has dejado sin habla.

Qué bien te supo esa copa -ya furtiva- que te tomaste un 20 de mayo de 1998 en el Yoanna. Acabábamos de ganar la séptima y hacía poco que el alcohol te había dejado -no tú a él, como suele pasar. Decían que era la primera Copa de Europa en color, pero para mí era la primera que veía, y tú, jodío, las habías visto todas. Este año ya sé -y tú sabías- que no la vamos a ganar, pero habrá una próxima, pronto o quién sabe… y cuando ganemos esa, la verdad, no sabré qué hacer.

Pero ya te contaré. Porque mira que me han quedado cosas que contarte…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s