Ya queda poco Mundial de Catar y para muchos, la gran mayoría, nada. Para nosotros se terminó otra vez antes de tiempo -o eso nos pensamos- y como suele pasar en estos casos, con tormenta. Es cuando nos vendrá bien algo de perspectiva.
Perspectiva a corto: el presidente de la Federación Española de Futbol destituyó a Julen Lopetegui dos días antes de debutar en el Mundial de Rusia 2018 y ha destituido a Luis Enrique dos días después de caer eliminados de Catar 2022. No es pérdida de reflejos de la Federación, sino que se trata de dos situaciones bien diferentes, a pesar de la simetría. Acentuada ésta por el hecho de que el resultado obtenido por la selección española en ambos mundiales ha sido el mismo, un rotundo fracaso. Pero a Julen no le dejaron defender su suerte y su trabajo, y a Lucho sí y además morir con su proyecto y su idea.
Perspectiva a largo: en los últimos 50 años, España ha tenido 11 seleccionadores, de Kubala a Luis Enrique, sin contar las interinidades de Vicente Miera y Fernando Hierro y el paréntesis de Robert Moreno. No recuerdo uno al que no le hayan dado palos. La prensa y el público soberano. Unos por madridistas, otros por todo lo contrario, unos por muy vascos, otros por muy barcelonistas. Siempre porque había algún jugador -o varios, muchos… – que alguien opinaba que merecían ir convocados y otros que estaban ahí por enchufe, predilección o puro empecinamiento del seleccionador de turno. Por no hablar del hoy llamado estilo, unos por abusar de estetas y otros por picapedreros. Y en general, porque no se ganaba lo que creíamos que merecíamos, anhelábamos y hasta exigíamos. Hasta los dos más laureados y reconocidos de estos once –Luis Aragonés y Vicente del Bosque– fueron objeto de escarnio en algún momento o episodio de su andadura. Cuando aquel partidito de Suiza, cuando nos eliminó la Francia de Zidane y Henry a la que íbamos a arrasar… por mantener a Busquets o por enviar a cocheras a Raúl.
Por repasar algunos de los ‘pecados futbolísticos’ de los otros seleccionadores, a Ladislao Kubala le atizaban igual cuando llevaba a muchos del Real Madrid y cuando de repente no llevaba a casi ninguno; a José Emilio Santamaría le respetaron dos años, justo hasta que jugamos el primer partido de nuestro funesto Mundial 82; a Miguel Muñoz le veneraron con el 12-1 a Malta y el 5-1 a Dinamarca, pero siempre le buscaron las vueltas y finalmente no le perdonaron que yendo de ‘favoritos’ a la Eurocopa del 88 nos sometieran una tal Italia y otra tal Alemania; Luis Suárez pasó en muy poco tiempo de la ilusión a la desilusión; Javier Clemente llenaba la selección de centrales y mantenía contra viento y marea a Zubizarreta, a su suplente lo puso un día de lateral, que para chulo, él; con José Antonio Camacho parecía que se instauraba la paz y en seguida ya estaba desatada otra guerra, pero este sí que rompió la baraja y se marchó después de lo de Corea; de Iñaki Sáez casi ni nos acordamos, su etapa fue más bien crepuscular; y con Lopetegui, todo marchó razonablemente bien hasta que se anunció su fichaje por el Madrid en la víspera de Rusia 2018.
Pero luego están los ‘pecados’ en el entorno mediático. Todos, sin excepción, tuvieron buena y mala prensa según rodaban las cosas. Pero luego los hay que se significaron por su estilo, por su talante en las ruedas de prensa y por su relación con los medios, con unos en concreto o con todos. Los ha habido afables, influenciables, y por el contrario ariscos y soberbios; insulsos, elegantes, hábiles en el trato o contestatarios. Un Aragonés que entraba a todos los trapos y dejaba lo mismo momentos sublimes que trifulcas soberanas. Un Del Bosque que esquivaba cualquier polémica, repartía elogios y todo lo más algún silencio. Y el que batió todos los registros fue Clemente, con él era un pim pam pum continuo, pero ojo, en ambas direcciones; Luis Enrique, a su manera y porque él es así, prefirió siempre situarse a este lado.
Téngase en cuenta que la mayoría de los periodistas prefieren íntimamente a este tipo de entrenadores broncos. Porque dejan cosas, dan que hablar, son materia prima para crónicas jugosas y sanedrines encendidos. Por supuesto que los ponen a caldo, pero en el fondo, saben que son más agradecidos para su trabajo que un entrenador educado, correcto, que no deje titulares. Aunque tampoco estos se libran: ya harán auténticos comentarios de texto de sus declaraciones para entresacar intenciones veladas en sus aparentemente inanes palabras. Pero claro, es más fácil cuando el espectáculo te lo dan gratis. Y ciertamente, hay en España y en el mundo entrenadores que son una mina.
El caso es que, fuera buena o mala, correcta o tortuosa, la relación de los seleccionadores de España con la prensa española se resentía en cuanto los resultados se torcían. Y si eso sucedía en un Mundial o una Eurocopa, donde la tensión crece y se palpa de un lado y de otro, las cuerdas estaban en permanente riesgo de romperse. La convocatoria, la preparación, el primer once titular, podrían ser los acertados o convenientes, en todo caso opinables, antes de la gran cita. Pero un anunciado desastre una vez que habíamos perdido con Austria en Argentina, con Nigeria en Francia, con Irlanda del Norte en Valencia… Y por supuesto ahora, que hemos perdido con Japón y Marruecos jugando no rematadamente mal, porque ni siquiera se remató, digamos entonces que miserablemente mal.
Pero habrá que convenir que, cuando se habla de la labor, la hoja de servicios o el estilo de cada entrenador, habría que reparar también en los futbolistas de los que dispone. No siempre hemos contado ni con los mismos ni de las mismas características ni del mismo nivel. Si vemos los que han acudido al Mundial de Catar, como a la Eurocopa 2020 jugada en 2021, creo que coincidiremos en algo: hoy España cuenta con digamos unos 40 futbolistas buenos, de nivel, cotizados en nuestra liga y en Europa. Sí, pero reconozcamos que ninguno diferencial, indiscutible, como los que teníamos hace diez, doce años, que además de muy buenos eran muy ganadores. De los que hay ahora, el seleccionador ha llevado a los 26 que ha considerado idóneos, que encajaban con su idea. Se opinará que podía haber llevado a Aspas, Canales, Borja Iglesias, Iñigo Martínez y unos diez o quince más… y en efecto, pero creo sinceramente que el nivel no hubiera sido mayor ni menor.
Podemos decir que Luis Enrique ha sido coherente en la gestión de esta generación de futbolistas -después de una que se quedó a medio camino tras la que nos hizo campeones del mundo- y en la confección de los planteles que han acudido a estas dos grandes citas. Otra cosa es lo que se le puede pedir a esta selección. Mírese que la base del plantel y de los ‘onces’ han sido jugadores del FC Barcelona, que lleva ya varias temporadas sin ser lo competitivo que no hace tanto fue en Europa, esto es, en la Champions League. Entonces, ¿ha sido un error confiar en estos jugadores? Pues posiblemente no, porque seguramente no los haya mejores -¿quién duda de Pedri, de Gavi, Alba o Busquets?. El Madrid tiene hoy pocos jugadores disponibles para la selección, el Atlético de Madrid aporta los que tiene, y otros varios están jugando en la Premier, en París… se pagaron buenas cantidades por ellos y no todos son titulares fijos en sus equipos.
Vamos a decir que teníamos un equipo para competir, y que en el fútbol volátil e imprevisible que es hoy el de selecciones, podía quedar más arriba o más abajo. Se apelaba al buen resultado conseguido en la Eurocopa hace año y medio, pero si lo recordamos y comparamos con lo hecho en Catar, tampoco hay tanta diferencia en cuanto a lo visto en el campo, sí en el desenlace. Allí España jugó sobre el alambre en la primera fase, siguió haciendo equilibrios en octavos contra Croacia y en cuartos contra Suiza, incluso en semifinales contra Italia, donde se perdió y lo mismo se pudo ganar. Lo que pasa es que aquí se han caído del alambre a la primera. Allí también se jugaron dos partidos nefastos, pero fueron los primeros y hubo tiempo de arreglarlo. Aquí han sido los dos últimos, infames, que nos han mandado a casa y han dado al traste con todo el proyecto de la Federación y de Luis Enrique.
Sí hay algo en lo que ha fallado Luis Enrique y, quizás sin él sospecharlo, ha sido su tumba deportiva. Algo que, quizás, no ha sido estrategia sino fruto de su puro carácter. “Yo soy el único líder”, manifestaba en los días previos a la competición. Jamás escuché decir eso a Vicente del Bosque ni a Luis Aragonés, que evidentemente lo eran. En las previas a un Mundial, y luego al responder en las victorias y en las derrotas, casi siempre vi a seleccionadores prudentes, que medían sus palabras y no daban demasiadas pistas sobre sus próximas decisiones. En todo caso, algunos perdían los nervios por la tensión que se adueñaba del escenario. Pero nunca vi a un seleccionador tan crecido y sobrado, “no voy a poner al que mejor vea sino al que me dé mejor feeling”; tan altivo y altanero, tan convencido de sí mismo, por no decir emborrachado después del fulgurante inicio ante Costa Rica. Por eso el trastazo ha sido mayor. Asistir a su impertinente rueda de prensa previa al duelo con Marruecos y ver luego el partido, le dejó en evidencia. Se había hecho tan capitalizador del hipotético éxito que lo ha sido del consumado fracaso.
Y sucedía que el verdadero líder no era él, sino el presidente Rubiales, que siempre se reserva el derecho de ejercer su poder y poderío. Si no le tembló el pulso para cargarse a su entrenador dos días antes de debutar, mucho menos lo iba a hacer dos días después de fracasar. Por supuesto, sin permitirle al ya sentenciado seleccionador el lujo de tomar su decisión, como a lo mejor seguía creyendo ingenuamente. El jefe es el jefe, y no era él.
Ahora toca desearle toda la suerte a Luis de la Fuente, con la seguridad de que en estilo y elegancia salimos ganando – la prensa, sin reconocerlo, pensará lo contrario. En lo futbolístico, la travesía va a ser todavía larga, pero no hay que escandalizarse. Si aspiramos a reeditar aquella inolvidable Copa del Mundo de 2010, pensemos que Alemania viene haciéndolo más o menos cada 20 años, los mismos que esperó Francia entre su primer y su segundo título, y de ganarlo aquí, sería la primera en 60 años en ganar dos mundiales consecutivos. Argentina va a intentar que no pasen más de 36 desde el último, y Brasil ya sabe que como mínimo van a ser 24. ¿Firmamos lo de cada 20 años? Pues a seguir esperando y, por lo menos, a no hacerlo mientras tan mal.
Y para los que nos gusta de verdad el fútbol, sí queda Mundial. El que no íbamos a catar, y en efecto…