Metidos de lleno en el verano, y de qué manera, puede ser buen momento para los microrrelatos a quemarropa. Sí, antes de que se nos derritan las ideas. Aquí traemos una nueva entrega, la undécima ya, de estas historias condensadas en menos de 100 palabras, que unas veces van por un lado y otras salen por otro. En esta ocasión tenemos seis para que no se haga muy largo. Y nos hemos guardado unos pocos para publicar quizás en agosto, si somos capaces de escribir alguno más. Aquí van estos:
Metaverso en París
Puro código y algoritmos, la Torre Eiffel se elevaba imponente y temblábamos de emoción. De la mano, despacito, fuimos caminando hasta la Place Vendome, donde teníamos el hotel. La luna de miel perfecta, como la habíamos soñado. Y que de otra forma jamás hubiéramos podido pagar. La suite nupcial, las ostras y el champán esperándonos sólo a nosotros… Menos ideal fue tener que mover el catre al saloncito de estar, para darle el merecido ambiente a la ocasión. Y que la tecnología virtual no fuera todavía capaz de crear un mundo real en el que me amaras… pero qué inolvidable fue.
Escapada
‘Entonces seré yo quien necesite un amigo imaginario’, pensó divertida cuando todos la dejaron sola. Ahora le tocaba a ella dirigir su vida, hacerla suya. Quién podría reprocharle nada, al fin y al cabo, había sido intachable y obediente hasta la abnegación. Se arregló, dejó todo ordenado, no hizo ruido al salir. Sintió que lo tristemente imaginario era lo que dejaba atrás. Ya en la calle, buscó entre todas esas caras nuevas que a su vez la miraban. Experimentó el insuperable placer de no conocer a nadie, la ilusión de una aventura cada día. Liberada, dejó que la tomaran del brazo. La buscaban, era la hora de merendar.
A otra parte
«Hígado con destino a Houston, listo para facturar. Allí los operan de locura”, le dijo a la familia antes de embarcar, con su irrenunciable humor. Les pidió para cuando volviera botellas de crianza, güisqui de malta y champán francés. Meses después, sin noticia de él, sus hijos ya dudan si regalar esas botellas o tirarlas. En el hospital no saben, contestan poco, en ese inglés tan raro. Se preguntan si al final no resistió, si sigue allí postrado… O si aprovechó para marcharse con su víscera a otra parte. A Boston, que suena parecido, pero es como se llama el bar de enfrente.
Pánico en el hospital
“Dominaremos juntos el universo”. Al director le llama la atención esa pintada nueva en el ascensor. Le gustaría trazar la historia detrás de esa cita. Caben dos posibilidades: que la pintaran bajando, en ese caso podría ser una declaración de intenciones diversas e imposibles de acotar; pero si subía, sólo podía ir a la planta de neurología. Ahí, las alternativas se reducen: o el celador Pi3, que suele encariñarse con los que vienen ya evadiditos de este mundo; o el doctor Dk2, siempre ansioso por amasar cerebros precarios para convertirlos a la causa. Entonces, habrá que actuar con urgencia otra vez.
Se cansaba
Sonia leía tumbada, pronto dejaría ese libro. En seguida se cansaba de todo, se aburría y necesitaba cambiar. De serie, de pelo, de casa… Se cansaba del mundo y de las palmeras de chocolate, de los amigos, del trabajo… Y cambiaba. De todo menos de su marido, con quien llevaba media vida ya. Bien mirado, de él también se cansó, aunque nunca lo dijo ni lo insinuó. A decir verdad, fue lo primero de lo que se hartó, pero lo único con lo que se quedó para siempre.
Triste y cansada, suspiraba por cambiar. De habitación, de nombre, otro libro quizás…
Despedida y cierre
Necesitaba algo mucho más grande, pensó mientras leía las diligencias. Buscaba una retirada por todo lo alto. Se entrevistó con el comisario, con la amante del encausado, con los funcionarios de prisiones, que sabían más que nadie. Fabricó y juntó pruebas, testimonios bien hilados y alguna buena crónica que pusiera el asunto en primera plana, entonces aceptó llevar el caso. La salud le avisaba, debía actuar rápido. Al fin supo que estaba ante la culminación de su carrera mientras demoraba la entrada al garaje de su casa, para asegurarse de que los sicarios estarían preparados. Qué mejor homenaje que ese gran titular…
Y todos los microrrelatos a quemarropa están aquí Microrrelatos a quemarropa – Byenrique