Se dice que tenemos un elefante en la habitación cuando hay un problema que existe, todos somos conscientes de él, pero preferimos obviarlo, ni mencionarlo, por la razón que sea. Bien, es evidente que lo que tenemos estos días en el Reino, concretamente en Sanxenxo, no es un elefante. Todos lo estamos viendo y hablamos de ello. Entre otras cosas, porque la visita supuestamente privada del Rey emérito ha tenido poco de tal: si se anuncia qué días viene, adónde va, a qué hora aterriza y dónde se va a alojar, de privado, nada. Otra cosa es quién lo haya anunciado y a quién sin duda le habrá hecho pijotera gracia que se haya organizado así.
Digo que hablamos todos, nadie pierde la oportunidad de callarse, como es normal, pero es que tampoco se callan los que tendrían poco o nada que decir. Y lo hacemos en el tono habitual de estos tiempos, en los que no cabe medida, mesura, mucho menos el rigor. Es, con perdón y sálvese la comparación, como lo de Chanel en Eurovisión. No vale que te guste mucho o nada, un poco o bastante. O sí y caes en el lado de los reaccionarios, machistas y puteros; o no y te posicionan con los radicales, sectarios y feminazis. Las medias tintas, al tintero.
Pues mucho más, más exacerbado y encendido cuando se monta el debate -mejor dicho, la bronca- en torno una figura gigante como la de don Juan Carlos. Y si en este país le encontramos el bicho político a todo, hasta a Eurovisión o al fútbol, cómo no vamos a politizar los hechos relativos al que fue Jefe de Estado durante 39 años, por mucho que la Constitución española le atribuya un papel estrictamente neutral. Y una vez más, se aparca el análisis y prima la voz gruesa, la proclama, la bravuconada. Están los medios de comunicación para aportar contexto y distancia histórica, pero muchos no lo hacen. O se prestan al relato interesado o asumen que lo que vende es el espectáculo. No es sólo el editorial, la tribuna, la tertulia… El reportero le pone el micrófono al activista, de una parte o de la otra, generalmente indocumentado. El director decide sacarlo en antena.
Cada uno tendrá su opinión, como es normal, pero cuando los hechos se presentan con fallas sustanciales, por no decir sustentados en mentiras que no se rebaten lo suficiente, esas opiniones nacen ya distorsionadas, por libres que sigan siendo. Por ahí seguirán los que llaman ladrón al Rey emérito y a la monarquía una institución ladrona por definición, como los que sostienen que la Justicia ha demostrado su plena inocencia y más bien somos los españoles los que deberíamos pedirle perdón. Ambos dicen falsedades, pero posiblemente en gran parte no lo sepan. Porque ambas lecturas les son presentadas como rigurosas, constatadas, incluso refrendadas por voces y firmas que parecen, se suponen creíbles.
Pase lo que pase y como se desarrollen los hechos, nunca nos vamos a poner de acuerdo. Porque seguiremos erre que erre. Don Juan Carlos podrá un día pedir perdón o dar esas explicaciones que desde tantos ámbitos se le reclaman -y yo también creo, sinceramente, que debería darlas-, pero si lo hiciera, muchos de estos seguirán diciendo que no les sirven, que no basta, que tiene que dar más, que tiene que devolverlo todo, que tiene que irse a vivir debajo de un puente… y aun así, tampoco les valdrá. Y los que proclaman a su rey heroico, incorrupto e injustamente herido y ultrajado, olvidan o no quieren saber que el verdadero Rey de España hoy es su hijo, y es quien ha tomado las duras decisiones -muy ingratas para él- que tanto duelen y les duelen, precisamente para salvar la monarquía. Y que son ellos, más que nadie, los que la están poniendo en un compromiso. Pero no van a recular.
Déjenme que apunte algunas cosas, que podrán parece obvias, pero qué razón tenía el que dijo que a veces hay que repetir lo obvio. Así que, perdón a los que ya se las sepan:
- La Monarquía instaurada en España en 1975 y modelada en la Constitución de 1978, puede presumir de ser la primera monarquía moderna que ha tenido nuestro país, a imagen y semejanza de las europeas de su tiempo -la británica sigue siendo un tanto especial, precisamente por antigua. Entre otras cosas, establece que el rey ya tiene que responder de sus bienes, su patrimonio y sus actuaciones, cosa que nunca había sucedido en España. Y que los españoles ya no somos súbditos, sino ciudadanos igual que los reyes, que por supuesto, tienen una misión importante, un papel relevante como jefes del Estado y una serie de privilegios, sí, pero asociados a unas obligaciones y responsabilidades que antes no tenían.
- Juan Carlos I fue el principal artífice de este nuevo régimen constitucional y el primer rey moderno de la historia de España. Su hoja de servicios durante sus casi 40 años de reinado ahí está y que cada uno la juzgue y la interprete, pero en ella aparece que supuestamente se ha saltado, digamos, algunas de esas obligaciones que ningún otro rey español antes había tenido.
- La Justicia no le ha exculpado ni dado la razón, sino que ha dictaminado que los hechos que se le pudieran imputar correspondían al tiempo de su reinado, durante el que tenía el privilegio de ser inviolable. En otras palabras, la Justicia nos ha dicho que, por ser el Rey, al ciudadano Juan Carlos no se le puede juzgar por lo que a cualquier otro ciudadano español sí. Pero es verdad que, como no se le ha juzgado, no se le puede considerar culpable. Otra cosa es el juicio moral, la sensación, la opinión que nos podamos formar.
- El caso es que eso estaba en la Constitución y la votamos la mayoría de los españoles. El actual monarcca, Felipe VI, como se deduce de sus decisiones, se propone lavar la imagen de la institución, afinar en la transparencia, ser y parecer ejemplar e impecable en todas sus actuaciones. Eso sí, la cuestión de la inviolabilidad, de momento parece que no se toca.
- ¿Y la República? Para muchos es un tabú, pero no es más que un régimen en el que, en vez de una dinastía, la jefatura del Estado la asume un ciudadano, elegido bien directamente por el pueblo –Francia, Estados Unidos– o bien por el parlamento o un órgano constitucional –Italia, Alemania. El presidente puede tener poder ejecutivo –Macron, Biden…- o un papel eminentemente institucional -ni Scholz ni Draghi son los presidentes alemán ni italiano. Pero no todas las repúblicas, como tampoco todas las monarquías, son necesariamente democráticas. Ni mucho menos de izquierdas o de derechas, a la vista están los países que estamos nombrando y los presidentes que son o han sido. Vamos a despojarnos de mitos y de historias mal contadas.
¿Y mi opinión, por si a alguien le interesa? Más que nada, para que no me digan que no me mojo. Pues yo tiro de pragmatismo. Monarquía sí, si es útil para España, en los términos en los que está instaurada, si acaso mejorando y modernizando algunos aspectos. Creo que, a pesar de estos pesares que hoy conocemos -y que muchos conocían pero tapaban, pero esa sería otra historia-, el reinado de Juan Carlos I ha sido en general útil para España. Y el de Felipe VI, hasta ahora, me parece que lleva camino de serlo. Eso sí, en el momento en que no lo sea, esto es, cuando nos venga otro personaje como los que nos han sobrevenido -y en la Historia están sus nombres y ordinales-, puerta. No pasa nada, los franceses ya lo hicieron hace mucho tiempo. Pero es sólo mi opinión.
Y en fin, yo no sé cuántos republicanos convencidos hay actualmente en España, de izquierdas y de derechas; ni cuántos los que querrían volver al Dios, Patria y Rey. En cualquier caso, no creo que sean tantos como se antoja con todo este ruido que se hace hoy. Simplemente, creo que falta mucha información, pero no porque no la haya. Lo que sobran son emociones, vísceras… y desde luego, manipuladores.