Niño en el tiempo. Ni sabes qué tiempo es este ni sabemos el que vendrá. Seguramente aún no puedes ves la línea que separa lo que está bien de lo que está mal, pero sin duda sabes lo que ha ocurrido. Aunque no te expliques bien por qué, sabes y miras lo que ha ocurrido. Pronto estarás seguro de que no lo podrás borrar. De que te acompañará siempre. Todo lo que seas capaz de vivir.
La foto oportuna -y tal vez oportunista, como tantas que nos despachan en las guerras- te muestra al mundo y a la posteridad. Posiblemente ganará un premio, la admirarán en exposiciones. Pero nada sabrá ya de ti ni de tu tiempo.
En la escena todos lloran y tú no, tú solo miras fija, profundamente. A lo que has perdido, a lo que te han quitado. A lo que ya nunca va a ser igual. Tú en el centro, en medio del tiempo, y todo este tiempo es dolor a tu alrededor. Menos tú, que eres niño. ¿Quién sabe lo que estás pensando? Tal vez ni siquiera tú lo sabes. Solo miras. Grave. Inmóvil. Absorto. Tan pequeño, con los ojos tan abiertos. Como si intentaras comprender… lo que un día comprenderás.
Esa foto que salió ayer en portada, y que me niego a poner aquí, es como muchas otras que nos estallan en la cara y que nos están hiriendo estos días. Todas expresan muerte, miedo, desamparo… y en el fondo de todo el paisaje, tragedia. Esta podría ser una más, el que yace y los que le plañen inconsolables. Pero la gran diferencia eres tú. Quieto, mirando en el tiempo detenido, mirándole sin decir ni hacer nada. El estatismo de la imagen hará que parezca que sigas mirándole hoy, mirándole todos los días, el resto de tu vida y eternamente. De hecho, ya nadie te recordará ni te reconocerá de otra manera. Y ciertamente, por donde vayas o te lleve el destino, nunca vas a dejar de estar ahí mirándole.
No sé si me gustará saber de ti cuando hayas empezado a distinguir la línea tenue. Cuando seas consciente del tiempo en el que vives. Te contarán y te explicarán muchas cosas, pero tú sólo estarás seguro de lo que viste. Y no sé si querré saber lo que se habrá formado en tus pensamientos, en tus aún tiernas neuronas cuando se endurezcan, en tu pequeño corazón cuando sea el músculo que mueva un cuerpo hecho y robusto. No sé si me atrevería a reencontrarme con tu mirada.
Esa foto, que me niego a volver a ver, no es como otras que recorté y hoy adornan mi habitación. Las miro todos los días, algunas llevan años ahí, pienso a veces qué será de esos niños y niñas que hoy seguramente -o sin duda- serán mayores. Niñas y niños retratados en guerra, en hambre, en huida… Con expresiones de temor, tristeza, pero en las que no falta esperanza, un brillo infantil… y también, todos, con los ojos muy abiertos. Qué idea tendrán ellos de que están conmigo todos los días. Qué idea tengo yo de en qué infierno o en qué paraíso estarán hoy.
Pero tu foto no es igual y no la pienso recortar. Aquellas me reconfortan, esta me hiela. No quiero que me acompañe todos los días. En realidad, no me va a hacer falta. No se me va a borrar. Aunque no quiera, te voy a llevar siempre, niño en el tiempo, hasta cuando ni seas niño ni quede tiempo.
Y aunque haga mucho más tiempo, hoy no puedo evitar acordarme de Deep Purple – Child In Time – Live (1970) – YouTube
P.D. Ya he dicho que no quiero poner la foto, pero para quien desee y se atreva a verla, sale en la portada de El Mundo de ayer, 18 de marzo.