Una conversación sobre Cela (imaginaria o no)

Podría ser una conversación imaginaria, recreada o que tal vez tuve y no recuerdo con algún amigo, amiga, familiar o conocido… con un literato consumado, tal vez no resistiría. Pero así fluye, y dejaré que las preguntas o afirmaciones de mi interlocutor se sobreentiendan, como si estuviera al otro lado del teléfono. O de la mesa, en un café animado y ruidoso por la tarde.

  • Sin duda, ‘Mazurca para dos muertos’. No ya de Cela. Estará entre las cinco mejores novelas que he leído.
  • Pues te recomiendo, o mejor te ruego, que lo intentes de nuevo. A mí también me costaron esas 50 primeras páginas. A mi tío Eduardo, que era el literato de la familia, le pasó lo mismo, fue lo que me dijo cuando vino a comer por Navidad ese año, y a mí me frustró. Al año siguiente, me lo reconoció y concluyó “es que toda ella es como una poesía en prosa”. Claro, yo engordé en ese momento. Para mí es una obra maestra por su sutil construcción, por la atmósfera que crea y, sobre todo, por cómo está escrita. Es que era un puto genio del lenguaje, hacía con él lo que quería, lo estiraba y moldeaba como si fuera plastilina y le daba la forma que se le antojaba, la expresión justa, si desgarrada o íntima, si tierna o desbordante. Y ahí estaba en su mejor momento.
  • Ya estamos. Mira, lo de machista, no te lo niego. Hoy debería andar con más cuidado al decir -más que escribir- ciertas cosas, pero no le pasaría sólo a él. En aquella sociedad teníamos todavía interiorizadas unas actitudes que hoy lo miras y… pero es que nos parecían naturales. Y nada te asegura que lo que decía realmente lo practicara. Un poco fantasmón sí que creo que era… En cuanto a lo otro…
  • Eso escuché decir, “se ha muerto un fascista”. Y a mí realmente me dolió. No me pareció justo resumirle así. Quiero decir, ni idea tengo de sus verdaderas ideas, creo que nunca le escuché ni leí expresarlas directamente. Episodios tuvo, como mucha gente en ese tiempo, y cosas que se han dicho, lo de censor era un trabajo como otro, de la literatura no se vivía… Comunista no era, ya supongo, pero también me cuesta creer que alguien franquista escribiera ‘La Colmena’… En su día, las maniobras de Javier Solana, siendo ministro de Cultura, para que no le dieran el Cervantes, creo que no ayudaron nada, como tampoco luego las maniobras para que se lo dieran… Aquí todo lo politizamos, ya sabes. Y ya entonces, imagínate ahora…
  • Yo lo que pienso es que en los últimos años de su vida le manipularon bastante.
  • Sí, hacía lo que le daba la gana, pero ya no tenía la lucidez de la que siempre hizo gala. Mira, te cuento una anécdota que creo que es más que eso. Sería en 1985 o 1986, fui a verle a una conferencia que organizaba el Círculo de Lectores -mis padres eran socios- en su sede en la calle O’Donnell. Abarrotada la sala, y ahí estaba él, flanqueado por Juan Cueto y… no recuerdo el otro, pero era conocido del ambiente cultural de entonces. Estaba Cela en su apogeo creativo e ingenioso, reciente aún ‘Mazurca…’, salía y se dejaba ver en todas partes. Locuaz, desenvuelto, sobrado… entonces alguien le hizo una buena pregunta. Le preguntó por la decadencia, 70 años tendría entonces, cómo la sobrellevaría cuando le llegase. Y Camilo se puso grave. Lo tenía muy claro. No consentiría saberse disminuido física o mentalmente. Y nombró a dos que para él, dijo, eran referentes: Ernest Hemingway y Juan Belmonte. Como dando a entender…
  • Un torero de la época, amigo además de Hemingway. Los dos se pegaron un tiro cuando quizás pensaron que ya no tenían nada que hacer en esta vida.
  • Claro, no digo yo que tuviera que haber hecho lo mismo. Digo que la edad terminó pasándole factura, como a todos, y él no fue consecuente con lo que dijo porque seguramente no lo pensaba hacer y porque, como seguramente todos, tampoco fue consciente de haber entrado en decadencia.
  • Verás, unos años después, en octubre de 1989, le dieron el Nobel. Me llevé una gran alegría. Que duró un día. Te he hablado antes de mi tío Eduardo, pues murió justo al día siguiente, esos cruces que tiene el destino. El caso es que fue entonces cuando me enteré de que el bueno de Camilo había dejado a su mujer de toda la vida, Carmen Conde, por esa “rubia peligrosa”, como él mismo la definió.
  • Qué va, yo no soy quién ni tengo información para decir ni sobre Marina -aunque tenga mi opinión- ni sobre esa asociación de periodistas entre conservadores y de extrema derecha -algunos de ellos extraordinarios, otros ni merecen llevar el nombre de esa profesión- que le hizo presidente, ni del episodio del Planeta o esos discursos parece ser que repetidos que pronunciaba por doquier. Ni de lo de la palangana, sus groserías o sus dardos y lanzas contra Antonio Muñoz Molina y otros escritores jóvenes. De lo que yo puedo hablar es de literatura, de la suya.
  • En pleno éxtasis tras leer ‘Mazurca…’, le oí decir que trabajaba en la siguiente novela, ‘Madera de Boj’, que iba a ser algo así como un reflejo o contraparte de la otra. Si aquella plasmaba -y cómo, de verdad, léela…- la Galicia de interior, ésta iba a tener como paisaje de fondo la exterior, la Costa da Morte, la gente del mar… desde ese día estuve deseando que la terminara, que la publicara y comprármela.
  • Qué va, de pronto en 1988 sale su nueva novela… y era ‘Cristo versus Arizona’. No la he leído -la decepción me desanimó de comprarla-, creo que era un trabajo experimental, escrita toda de un párrafo corrido… En 1994, ya con el Nobel en su vitrina, publica otra, ‘El asesinato del perdedor’, y ese mismo año – ¿dos novelas en un año? – le dan el Planeta por ‘La Cruz de San Andrés’. Ya entonces me quedé de piedra, ojo, sin imaginar nada de lo que se dijo y finalmente parece que se supo después que ocurrió. Pero sin saberlo, ¿qué necesidad tenía Camilo José Cela, a esas alturas, de ganar un premio Planeta? Por supuesto, tampoco he querido leerla. Por fin, en 1999, salió ‘Madera de Boj’.
  • En seguida empecé a leer críticas bastante desfavorables. Que parece ser que a Cela le dolieron mucho. Y a mí echaron para atrás.
  • Al final sí. En 2002, después de su muerte, sentí que le debía un tributo, así que en una Feria del Libro me la compré. Y me dio mucha pena tener que dar la razón a aquellas críticas. Le salió fallida. Tenía la intención, la estructura… pero le faltaba hervor, o varios hervores, no fui capaz de conectar ni con las historias ni con la atmósfera que pretendía, no me emocionó, había por supuesto rasgos de su prosa inigualable, pero le faltaba continuidad, pulso… Mira, lo que me quedó, otra vez el destino, es que en noviembre de ese año sucedió lo del Prestige, y todos esos enclaves marineros –Muxía, Corcubión, Cedeira, Cabo Ortegal…- saltaron trágicamente a primera plana, como uno más de todos esos desastres navieros sobre los que había ido armando la novela. ¿Y si había sido aquello su vil venganza por no haber sabido entenderle?
  • Lo que digo, no cubrió la última etapa de su vida en plenas facultades. Lo que, por otro lado, es completamente normal. Pero como el personaje era de tal magnitud, le expusieron y el expuso su decadencia. Mal favor le hicieron y se hizo, creo, siento decirlo.
  • Lo que es innegable es que el personaje terminó haciéndose más voluminoso y presente en la memoria colectiva que el escritor. El primero ahí está, desde luego no dejó indiferente a nadie, y visto con los ojos de hoy, comprendo que parezca grotesco. Pero el segundo también está, y creo que es el que merece quedarse con el tiempo. Claro, cuesta más leer un libro que ver la tele. Pero el que haga el esfuerzo de adentrarse en cualquiera de sus novelas, de sus libros de viajes, sus cuentos, cualquier pequeño hito de su profusa obra, descubrirá -como muchos descubrimos antes- que aquello que veíamos, como el busto inenarrable que le dedicaron en Padrón, era la punta extravagante de un iceberg inmenso… y muy profundo.
  • Creo sinceramente que, habiéndose cumplido estos días los 20 años de su muerte, se le podía haber recordado algo más que por esa carta inoportuna que una oportunista ha publicado. En fin, no pretendo convencerte, sólo te invito a leerle. Algo, lo que quieras. A mí fue uno de los primeros que me hizo lector, y a él le debo mucho de lo poquito que he llegado a ser ¿escritor? Dejémoslo en juntaletras. Pero cuánto me sigue gustando juntarlas…

Y así imaginamos que seguiría transcurriendo la conversación, solo que ya el hilo se pierde y dejo de ser capaz hasta de escucharme a mí. Como si perdiera la perspectiva, que como ella ya está harta de decírmelo, es lo único importante… O como la raya del horizonte, que lleva ya mucho tiempo borrada.

1 Comment

  1. Con frecuencia se menciona esa reflexión que recomienda, en general, separar la opinión sobre un autor de la que podamos tener sobre su obra. Y en el caso de Cela es obligada. Asumo que es un gran escritor aunque le he leído poco. También creo que no era lo que se suele entender como una ‘buena persona’. La imagen que tengo de él es la de un escritor avaricioso, engreído, faltón y agresivo con los débiles. Quizás sea falsa. También fue un buen escritor y por eso será conocido.

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