Mercury y 30 años más

Noviembre siempre deja huella, o deja helado, sea Bécquer o sean memorias íntimas, las que nunca se borran. Y en estas estamos otro año más cuando las noticias hacen un paréntesis en su letanía abrumadora. Para recordar que hace 30 años, el 24 fue y tuvo que ser de noviembre, que Freddy Mercury emprendió el viaje en el que hoy se supone que sigue. ¿30 años ya? se preguntó más de uno. Ah, ¿pero está muerto? me pregunté yo.

Porque sí, uno vivió aquellos días, su enfermedad era un secreto a voces hasta que lo confirmó en un comunicado y al día siguiente nos anunciaron su muerte. Él mismo, según leí a Julián Ruiz, obligó a sus compañeros de grupo en sus últimos meses a unas sesiones frenéticas de grabación: “os quiero dejar mucho material”, les decía. Y efectivamente, daría para el último álbum de Queen con él en vida, Innuendo, y para otro post mortem, Made in Heaven, que saldría cuatro años después.

Y efectivamente, debió ser verdad, porque Montserrat Caballé apareció sola en la inauguración de los Juegos de Barcelona. Pero, salvo este hecho evidente, a lo largo de estos 30 años que dicen que han pasado, me doy cuenta ahora de que no he tenido nunca la sensación de que ya no estuviera aquí. Ha seguido vigente, visible, adorado, omnipresente en cualquier sesión o fiesta musical, en cualquier antología de video clips. Ni Queen ni Freddy Mercury han dejado de ser imprescindibles en el imaginario de su generación y hasta de las posteriores. Sí, seguro que en estos años han seguido haciendo nuevos fans.

Sus discos se han seguido vendiendo, desde el redondo Una Noche en la Ópera hasta A Kind of Magic, sus conciertos se han seguido viendo y escuchando, como aquel mítico de Wembley o sus 20 gloriosos minutos en el Live Aid. No habrá día que alguien no los busque en YouTube vestidos de empleadas del hogar en I want to break free. O para subirse con ellos en ese memorable paseo por Metropolis de Radio Ga Ga, canción por cierto del batería, Roger Taylor. Hasta en el incomparable concierto de homenaje parece que esté Mercury disfrutándolo, ahí donde Paul Young se desgañita para aproximarse siquiera sus registros más fáciles, donde Annie Lennox se come virtual y casi literalmente a David Bowie, donde Liza Minnelli y George Michael demuestran, estos sí, qué pedazo de cantantes eran.

No sólo no he notado su ausencia. En este tiempo he conocido e incluso valorado más su obra y la de sus compañeros. Me escuché enterito, y después he repetido muchas veces, el citado Una Noche en la Ópera, para mí su gran obra maestra, pero que era un disco de cuando yo empezaba a enterarme de algo en esto de la música y el rock. He descubierto Spread Your Wings, un temazo del bajista, John Deacon, que no suele aparecer en las recopilaciones y lo he dejado entre mis favoritos suyos. He redimido a los Queen más pop de los 80, que por entonces yo consideraba menores en calidad que los de los 70. Y he entendido que Innuendo fue el cierre perfecto, quizás porque Freddy lo quiso, una síntesis y fusión de aquella primera época con lo que venían haciendo en esos últimos años.

Por lo demás, he seguido debatiendo sobre si Love of my Life es la mejor canción de amor que se ha hecho -que sigo creyendo que no, pero por poco, y además yo sigo reivindicando de ellos Play the Game. Sigo sin dudar que el doctor en Astrofísica Bryan May fue tan responsable como Freddy del sonido personal e inconfundible de Queen, hicieran lo que hicieran. No he dejado de pensar que aún con el protagonismo evidente de su cantante, eran un grupo compacto, y ese ha sido el gran secreto de su éxito y su perdurabilidad -casi 20 años no sobrevive cualquier grupo, y si se terminó fue por lo que fue. Pero es también innegable que, sin Mercury, Queen hubieran sido buenos, pero otra cosa. No voy a negar, con perdón, que ciertos ademanes de Cristiano Ronaldo me siguen recordando a él.  Y bueno, he podido cantar unas cuantas veces el We are the Champions.

También he sabido más de la vida de Farrokh Bulsara, que desde luego no voy a contar aquí y ahí están sus biografías o la famosa película sobre él. De esa peluquería de la ciudad de piedra de Zanzíbar que se ha convertido en una atracción turística más de la paradisíaca isla. De las andanzas de su padre y por qué la familia tuvo que instalarse allí. De sus estudios de música en Bombay, luego en Londres… del amor de su vida, Mary Austin -para ella fue la canción-, a quien no podía amar y sin embargo amó hasta el fin de sus días. De que le propusieron para una campaña sobre sexo seguro y él, muy honesto, rechazó la oferta y les ahorró una buena crisis. De que volaban los rumores, se le veía cada vez más demacrado o directamente no se le veía, de que su última pareja había contraído SIDA y tardado un año en confesárselo.

Pero después de todo aquello, parecería que ha seguido entre nosotros. Hablamos de él con toda naturalidad. Le admiramos, le queremos igual. Es verdad, claro, que no hemos tenido noticias suyas en forma de nuevos discos, pero casi nos da igual. Suenan tan actuales… Y eso sí, no le hemos visto envejecer. Hoy tendría 75 años y la impronta que nos queda es la suya… intransferible.

Por eso creo que el otro día no se cumplía ese aniversario triste que dicen. El 24 de noviembre de 2021, Farrokh Bulsara, Freddy Mercury, ha cumplido 30 años más.

Y no va a parar de cumplir Queen – Don’t Stop Me Now (Official Video) – YouTube

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