“No dejar a nadie atrás”. Puede que haya sido la frase más repetida en 2021. La han pronunciado políticos, empresarios, banqueros, gobiernos de España y de Estados Unidos, presidentes del Foro Económico Mundial y de la CEOE, directivos de grandes consultoras y de gigantes tecnológicos. Como un mantra en los medios de comunicación, en la Agenda 2030, los blogs de responsabilidad social, los manuales de sostenibilidad… No dejar atrás a las mujeres y los niños, a los hambrientos y a los necesitados, a los mayores y a los dependientes, a los afganos y a los destechados de La Palma, a los parados y a los trabajadores empobrecidos de solemnidad. Los planes de recuperación, de todas las recuperaciones, subrayan lo mismo: nadie se puede quedar atrás. No puede haber mejor declaración de intenciones.
El problema viene cuando empieza la carrera. Esto es, cuando se pasa de la teoría a la práctica. De la promesa al hecho. No dejar a nadie atrás, pero mejor paso yo primero, por si acaso. Salimos todos juntos, sí, pero es preferible tomar posiciones delante, no venga una curva, un bache, que la montonera no nos pille de lleno y nos quedemos varados en el amasijo de hierros. Las reivindicaciones y alegaciones son sanas y justas, pero las prioridades irrenunciables. Los criterios ESG ya no son una opción sino una exigencia, eso decimos todos, pero a la hora de ponerlos en práctica, de hacerlo después de decirlo, a ver cómo los conjugamos con la realidad. Entre otras cosas, con la rentabilidad que se le debe suponer a cualquier acción empresarial o política, por mucho que haga por mirar por el planeta y sus pobladores.
No dejar a nadie atrás. Pero han bastado diez meses para tener el mundo dividido en países bien vacunados, países a medio vacunar y un gran número de países sin vacunas. ¿Y quién va delante? Según Amnistía Internacional, los países del G20, que representan el 62% de la población mundial, han utilizado el 82% de las vacunas del mundo contra la COVID-19. Sólo el 3,1% de las personas de países de ingresos medios y bajos han recibido al menos una dosis. Este pelotón ya va más que estirado: está completamente roto… y en muy poco tiempo.
No dejar a nadie atrás. Durante la pandemia, el número de millonarios (con un millón de dólares) en el mundo ha aumentado en 5,2 millones, ya son 56,1 millones, el 1% de la población adulta. En 2020, ese 1% poseía más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. En España, los dueños de las 100 mayores fortunas tienen hoy un 17,7% más que en 2020 y un 3,6% más que en 2019. Ellos sí se han recuperado y tomado velocidad.
No dejar a nadie atrás. El máximo representante de la patronal española no es partidario de subir el salario mínimo a los trabajadores porque, aunque dice estar a favor, ahora “no es el momento”. Uno de cada ocho empleados españoles vive en riesgo de pobreza en “este momento”. ¿Y cuándo estimarán los empresarios que es el momento? En realidad, para ellos nunca lo es.
No dejar a nadie atrás. El indicador de referencia para medir la inequidad ha crecido en España un 1,5% desde febrero de 2020. A finales de ese año, el 27% de los españoles estaban en riesgo de pobreza o exclusión. La pandemia “va a dejar cicatrices sociales profundas, con riesgo de que se cronifiquen (…) se han profundizado las brechas sociales preexistentes, comprometiendo la cohesión”. Lo dice el Consejo Económico y Social, entidad adscrita al Ministerio de Economía. Mientras, ya ha abierto en Madrid la suite más lujosa y cara, a 20.000 euros la noche. No tiene nada que ver, y bien que los que vengan por aquí se dejen su dinerito y les cuiden muy bien. Pero sirve para constatar cómo, en efecto, los extremos se separan y nunca se llegarán a ver.
No dejar a nadie atrás. Un informe reciente constata que el 1% de la población más rica del planeta es responsable de la emisión de treinta veces más CO2 del necesario para limitar el calentamiento global por debajo del umbral de 1,5°C en 2030. Principalmente por el uso de yates de lujo, viajes en avión y las inversiones que este colectivo realiza en combustibles fósiles. Pero no parece que los intervinientes en la COP26 se hayan mostrado muy conscientes de ello. De hecho, Glasgow se ha visto poblada de jets privados y caravanas de vehículos oficiales.
No dejar a nadie atrás. Sí, también las eléctricas lo dicen, miren. En España y en otros países de Europa, ciudadanos y empresas pagan precios abusivos por la electricidad, un servicio esencial como el agua o la sanidad. Principalmente, porque la prestación de ese servicio pasó de empresas públicas a privadas, que, lógicamente, intentan hacerlo rentable, reportar dividendos y contentar a sus consejos de administración. Pero cuidado con atreverse a mediar, modificar o simplemente cuestionar el modelo. No sólo saben defenderse muy bien… además tienen a quien les defienda.
No dejar a nadie atrás. La Constitución española reconoce en su artículo 47 el derecho de los españoles a “disfrutar de una vivienda digna y adecuada”. Bien, todos sabemos que ese derecho no es disfrutado por una gran parte de la población, pero no se ha sabido de ningún dictamen del Tribunal Constitucional, que sí se pronuncia sobre muchas y muy diversas cuestiones. Los propietarios de una casa en España tienen un patrimonio 33 veces mayor al de los alquilados. Dicho de otra forma, quien tiene casa pagada pertenece al 30% más rico, y el que no, al 10% más pobre. Pero no habrá ley de vivienda -ni la que se pretende sacar adelante ahora ni ninguna- que asegure el cumplimiento de este derecho fundamental ni que combata, siquiera modere la usura acaparadora y especuladora.
No dejar a nadie atrás. Las mujeres ocupan el 24% de los escaños parlamentarios a nivel mundial, un 7,5% de los consejos de administración en la Unión Europea, sus salarios son de media un 24% inferiores a los de los hombres (un 12% en España en 2019), representan dos terceras partes de la población analfabeta, padecen leyes discriminatorias en 153 países (en 18 sus maridos pueden prohibirles trabajar), una de cada tres sufre o sufrirá violencia machista en algún momento de su vida. Pero seguiremos teniendo en este mundo -y en este país- negacionistas recalcitrantes que sigan pensando que, al fin y al cabo, una costilla es para lo que es. Justicia de género y derechos de las mujeres | Oxfam International
En fin, la ONU ha confirmado que 811 millones de personas en el mundo pasaron hambre en 2020, y que fueron 118 millones más que en 2019. Ya antes de la pandemia, la mitad de la humanidad vivía con menos de 5,50 dólares al día. Foros como Davos han llamado la atención: la desigualdad constituye la mayor amenaza para el progreso mundial. Seguramente, nadie, salvo desaprensivos que los hay, llevará la contraria en esta cuestión. Lo oiremos todos los días y asentiremos, lo leeremos y pasaremos página. Nos emborracharemos de discursos y elevadas palabras que proclamen a vientos y mares lo que ya sabemos. Que nadie…
Nadie puede quedar atrás, pero delante no van a poder ir todos. Y ya sabemos quiénes son los que tienen el golpe de pedal… y la bicicleta misma. Peor aún si la carretera nos la hacen cada vez más estrecha. Y más empinada.