Yo no sé cantar, nada de tocar instrumentos, ni la flauta oye… Pero si un día tengo una banda de rock, quiero que estés conmigo. No puedo explicarlo, pero venía anoche embobado, imaginando quizás que cantaba Blue Eyes al piano, y una chica, obviamente de ojos marinos, se derretía al fondo del escenario cuando entonaba aquello de “Blue eyes laughing in the sun, laughing in the rain”. Bueno, pero pienso que, sean del color que sean, -como también dijo Elton John, pero en otra canción- los mismo se puede decir de muchas clases de ojos. Y de muchas sonrisas. Lo sabemos y estamos de acuerdo, ¿verdad?
Pues tendré que escribirle algo. ¿A la de ojos azules? No, al que sabe reír y amar los días de sol y los de lluvia también. Ya sabemos que el vino es rojo, el veneno azul y la estricnina… pero sólo de cuando en cuando, no nos vengamos arriba. Es como poner juntos a Neil Young y a Springsteen, seguidos en el mismo concierto. ¿Pero cómo se come eso? Bueno, pues como la estricnina, cuestión de intentarlo. Es lo que me pasó el otro día, cuando me dicen que hay una de la E.L.O, pero de cuando ya había dejado de seguirles… me la ponen –Getting to the point– y ahora casi que la escucho todos los días y es la segunda vez que la enlazo por aquí. Será que me estoy haciendo irreversiblemente mayor. Y ya va fuera de control, no hay nada que hacer…
Pero entre que me enrollo, yo le iba a escribir algo a este que hasta cuando gradúa gafas le salen melodías de los cristales y hace la línea del bajo con las monturas. Lo suyo nunca fue la ingeniería ni la obra pública, las ideas para la canalización del agua bien que las tenga, pero si se la guarda para sí mismo, mejor. Otra cosa será cuando se pone a reparar vistas cortas, vagas o cansadas. Que, de amplitud de miras, andamos algo parcos en este país. Y sí, ya puestos, él sabe fabricar ojos de colores. Pero amigo, cuando sale del laboratorio de lentes y se mete en el de sonidos, en su sala de máquinas, yo creo que le cambia qué digo el semblante, hasta el brillo parietal. La noche se hace de día y los ruidos se transforman en ideas, puede que maléficas a veces y otras sin duda brillantes. Cierto que no pensarán lo mismo algunos vecinos, pero es que entender de arte no se le supone a nadie.
No tengo ni idea de cuándo le cantó a su chica la de los Jet, tal vez algo más sutil o si prefirió una de Lorenzo Santamaría -no teman, esa no la voy a enlazar-, aunque esto último va a ser que no. La prueba es que ahí están, África va, Valdevacas vuelve, y vienen más músicos, que falta hacen, y matemáticos también. Juguetón siempre fue, no se puede negar, y por aquellas pedrizas creo que hasta las lagartijas pueden dar fe. Claro que una cosa son las travesuras infantiles y otra las que se cometen ya más entradito, no quiero decir con entradas. Pero en fin, también dicen que celebradas misas se oficiaron por allí. Oye, en el playlist que me llevé del Starving venía una de Abba, ¿puede ser? Ah, si fue cuando os di la brasa con Neil Diamond, buena nochecita aquella.
Pero los domingos, incluso los nuestros, a veces sí tienen lunes. Quiero decir que para crear es necesario vivir. Y la vida tiene sus montañas rusas, sus caídas por pendientes de vértigo, que no te matarán todavía, pero te sacan el corazón por la boca. Sí, nuestras bombas atómicas, que decíamos. Que pasan y se pasan, pero la radiación queda, y en según qué momentos nos recuerda sus efectos. Es entonces cuando el óptico, el músico, el primo, el padre, el hermano y el hijo se paran. Imaginemos que el casero estudio se quede en silencio. Y vomita. Echa por el Facebook toda la baba, de la mala, pero también de la buena. Ríos interminables de sinceridad a la vista de todo el mundo. Y lees con atención. Lees despacio. Vuelves a releer. Y piensas: macho, ¿por qué no te haces un blog?
Mira, compañero, te he visto estos cincuenta años -por eso sé que no te quitas ni te pones. Bueno, no te habré visto todos los días, pero sí los suficientes como para recordar lo trasto y tocapelotas que eras de enano. Te criaste a los pechos de Eurythmics, de ABC o Thompson Twins, no sé si de algún cuarto cercano te llegarían Spandau o Visage, las manías que teníamos a esas edades, y parecía que no hacías ni caso. Pero sí, al final se vio que lo tecno algo te dejó. Luego, con los años, me regalaste un disco de Madness, y entonces pensé, bueno, este chico tiene cierto estilo, eso sí, como el grupo en cuestión, un poco ecléctico sí que ha salido, ¿no? Al menos fue suficiente como para perdonarle que en una foto de mi fiesta saliera con el pito fuera… o al menos, te juro que eso parecía.
Luego ya te vi de teclista, guitarrista, cantante, pegamento y fundamento de una banda como la que yo quisiera tener. Bueno, como la que tendré, ya verás, y si cabe, mejor. Sueño con ser Neil Diamond de solista, Eric Clapton a la guitarra, Paul McCartney al bajo, Steve Copeland en la batería y que toda ella suene como Pink Floyd. Pero en esos sueños, el cerebro del grupo siempre eres tú.
Y aunque los he puesto aquí, reconozcamos, amigo, que últimamente lo tenemos jodido con Ultravox. ¿El problema lo tienen ellos o nosotros?