Ya vienen, ya suben por las empedradas y estrechas calles abarrotadas, blandiendo sus estandartes y lanzando al cielo sus promesas con fondo de trompetas. Es la Semana de Pasión y ya tenemos servido el potaje electoral. Las cofradías, hermandades y secretarías generales han preparado, en realidad llevan todo el año ensayándolos, sus pasos, cantos y plegarias para cautivar a la sufrida España que vota por primavera. De los templos de Ferraz, de Génova, de Lavapiés, de la misma Calle Alcalá… saldrán las procesiones en solemne, sentida manifestación de mística contrición y fe plebiscitaria. Oh, el programa, el cantar, al Santo de los comicios, siempre con el enredo entre manos, siempre por desenredar.
¿Quién les presta una papeleta para subir al estrado? Dan las siete de la tarde y Rivera el Pobre avanza entre las multitudes arrimadas, inestable el paso, el rostro desencajado que musita la añoranza de aquellas encuestas que le encumbraban y hoy le auguran nubarrones de Semana Santa traicionera. De líder redentor que se las prometió, teme verse condenado a la quinta angustia, no en vano lleva en su lista al quinto apóstol que quién sabe si tres veces renegará. Las naranjas ya no huelen a nuevas y en el reparto de las congregaciones diestras podría quedarle una mísera migaja de torrija revenida. Le queda buscar el amparo del Santo Debate, si no se trabuca otra vez, y a ser posible que lo organice el Ibex y lo modere San Sebastián, que de Mateo para nada se va a fiar.
Caen las ocho y ya se adivina por la Carrera del Halcón la silueta esbelta del Sánchez de Medinaceli. Arropado por sus fieles alabarderos, ninguneado por los viejos centuriones de la Zurcidora de Triana, la que iba a coserle las tripas, creyeron haberle enterrado y resulta que resucitó. Inmarcesible el gesto, compuesta la pose por el perfil bueno, como si no sintiera el peso de la cruz ni el pesoe de sus hechos, no le quebrantaran los innombrables pecados que en Roma juran que cometió. Parece que va rezando, implorando sin duda que llegue ya el Domingo de Pascua, que el Señor haga que pase y no se le pase el bacalao. Ábalos, duques y monteros le lavan los pies y le alcanzan la esponja húmeda del CIS, ojo que algún Pilatos sevillano todavía pudiera venir a fastidiar la fiesta, cuidado que no se abstenga la madrugá.
Campaña de la tierra mía, que rifa votos al parlamento de la agonía. Van a dar las nueve en la Plaza de los Diferidos, y ya se agolpan los PPenitentes para ver desfilar al Divino Casado, que esta vez vendrá arropado por Aznar del Gran Poder. Costaleros genoveses se afanan al paso ligero, rumboso y muy mucho español. Un gran manto azul cubre toda la imaginería que rodea al santo encuentro paquí pallá, que no se vea lo que bien hay que tapar, postrados en su capilla han dejado a sus viejos santones marianos, que del pasado a olvidar son ya aquellas procesiones del Silencio y quieto callao. Ahora se impone hacer ruido, romper la hora a todas horas, y si es posible la fachada con el cartel. Un valor seguro del que el Diario de la Contrarreforma -antes del siglo XXI- dará buena fe. Devoción y pasos por la unidad, la familia y el hueso de aceituna, aunque queden los pies hechos un callo toledano que repite que sí, que sí, que jode hasta el final.
Apenas pasan de las 10 y avisan de que ya va a salir la hermandad de Los Cachorros Unidas. Turbas emocionadas de capirotes morados se amontonan frente a Iglesias, sí, varias, de una saldrá Él. Lo llevan en volandas nazarenos del pueblo con bien aprendido paso revolucionario, bien en alto para que se le vea, que la talla tampoco da mucho más de sí. Bajan por la confluencia de Echeniques y Monederos, ya la altura de Vistalegre 187 se dividirán en dos mareas, los que dirán llamarse capuchones y los que se autodenominan carrapuchetas. En la Glorieta del Calvario tendrán noticia del último sondeo demoscópico, y es allí donde recitarán una saeta asamblearia que les procure remedio. Entonces al Irene Doloroso, que viene detrás, se le licuará una lágrima y creerán revivir el milagro de cuatro años atrás. Será en realidad un salpicado del calimocho que Iñigo Iscariote tiró al cielo que quedaba por asaltar.
Oh, no eres tú mi candidato, no puedo votar ni quiero al tipo del fusil… Pero a las 12 en punto saldrán Los Voxrrachos. Y habrá que dejarles pasar, no vayan a ponerle a uno perdido de estiércol de caballo y efluvios de garrafón. Que se cuiden los negritos, los gitanos y hasta las cigarreras de acercarse por allí, tampoco las monas de pascua serán bien recibidas. Partirán del Monasterio de Levantamuros y avanzarán por la Avenida de la Reconquista, bueno, lo de avanzar es un decir, porque esta procesión anda marcha atrás, retrocediendo de siglo en siglo. Salen tarde porque vienen de montería en la finca de Espinosa, y van a terminar su recorrido con una gran corrida en honor de Santiago, no el apóstol sino del Conde de Bilbao. Allí, muy dignos y espada en alto, rezando mucho y pensando poco, escucharán el himno nacional, el de su nación, por supuesto con la letra de Pemán, por supuesto tocado a tambor y corneta sin más, por supuesto muy militar.
No son las únicas. A lo largo de estas cristianas jornadas desfilarán otras procesiones con otras imágenes, quizás no tan populares y espectaculares, pero también representativas de nuestra Santa Semana electoral. No olvidemos a las cofradías del Buen Pacto, los penitentes de A Pie de Urna, los Padres Nazarenos Vascos o la Exaltación Redentora de Cataluña. El sábado debería salir únicamente la de La Santa Reflexión. La que parece que no sale esta vez, por falta de efectivos, es La Soledad, antes llamada La Sed de Votos, también conocida como UPyD.
En fin, todas sacarán a la calle su colorido, su música inconfundible y a veces estridente, su fervor político, sus oraciones programáticas y su pasión por el voto de los españoles. Y prometerán todos los cielos y las bendiciones posibles, también las imposibles, con tal de que el domingo de Pascua Electoral no se les convierta en los Siete Dolores cuando toque contar los escaños que les han caído en gracia. O que el Via Crucis lo tengan plenamente esa noche.
Pues sí, así de de-votos somos en este país. Pero anda que como Dios los vea… Mira que se pone a llover.