10 años en Marte no son nada

Pero no es exactamente un tango. Hace 10 años ya que me enviaron a Marte. Con buen rollo, digamos que en una especie de acuerdo. Debía salir del planeta y elegí este destino, entre las opciones que tenía. Por dentro, un cóctel de sensaciones. Me daba pena verdadera abandonar las calles y plazas, habitaciones y pasillos en los que había vivido tanto tiempo, disfrutado y sufrido, intentado dar siempre lo mejor de mí, cuando lo tuve. También cierto temor a la incertidumbre sobrevenida. Pero he de reconocer que, en el fondo, me atraía la aventura. Me dieron poco tiempo para pensar y, sobre todo, para preparar el viaje. Eché las cosas que consideré importantes en el zurrón, regalé lo que pensaba que no me iba a hacer falta. Una tarde de viernes, otra como tantas, cerré la puerta por última vez. Pero no era un fin de semana más. La lanzadera estaba lista y preparada.

El viaje se antojaba largo, para hacerlo llevadero metí en el equipaje esta canción, que era del momento y animaba a simpatizar con los cambios. Sí, parecía hecha para mí, ahí la escuchaba una y otra vez en mi habitáculo en la nave. Mientras, recordaba mis últimos pasos por la Tierra, el amor sincero y el amor compasivo que recibí, los últimos abrazos y algún puchero que hube de sofocar, las prisas finales porque los últimos días fueron de locos y no me daba la vida, o la entidad bancaria, reputada por entonces, que se intentó aprovechar. Fue tan distraído el tránsito que casi no me di cuenta, pasaron tantas imágenes y voces por mi cabeza que no fui consciente del tiempo… Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en mi nueva casa, en mi nueva vida.

Y ahí sí noté el cambio. Los primeros días fueron duros. El invierno marciano llegó crudo, un enero con todos sus atributos. Me sentía desubicado. Era libre, podía hacer muchas cosas, pero no sabía por dónde empezar. El portero de mi casa (¿he dicho el portero en Marte…?) se extrañaba de verme todos los días a cualquier hora, ya no sólo los sábados o alguna mañana temprano. En el bar (¿estoy diciendo el bar….?) donde terminaba las jornadas, ahora tomaba cafés y algún aperitivo. Gané peso. Y no precisamente por el cambio de gravedad. Ya no era el trajín diario obligatorio, sino paseos más bien elegidos, días más largos como era lógico en aquella órbita, mañanas que empezaban a las diez o más. Mi madre y mi padre no me decían nada, pero sé que pensaban “este chico está tonto o no sabe lo que hace”. Y más gente lo pensaba. Decían que estaba en la luna. No, estaba en Marte.

Pero todo fue adaptarse. Le fui tomando el gusto. Encontré canales y vías de comunicación con los mundos exteriores, los que había vivido y los que empezaba a conocer. Fundamentalmente éste en el que escribo ahora, desde donde pude enviar mis cartas, mis observaciones mis preguntas… y a veces obtener respuestas. Poco a poco me fui dando cuenta de que podía seguir viendo y asistiendo a todo, pero con una nueva perspectiva. Conseguí, no sin el necesario esfuerzo, que no me olvidaran del todo… yo ya sabía de los que nunca me iba a olvidar. Y aun tan lejos y en un ambiente tan inhóspito, constaté que no había perdido la capacidad de sorprenderme, de admirarme y divertirme. Donde se suponía que no debía pasar nada, empezaron a suceder cosas.

Digamos que el primer año lo dediqué esencialmente a explorar el nuevo mundo en el que vivía, sus paisajes, sus territorios, incontables paseos por los alrededores, viajes de trayecto medio a destinos concretos, maletas que se quedaron por el camino, alguna expedición muy larga hasta la otra punta del globo, al último extremo habitable del hemisferio sur («¿ah, pero vos sos de Marte?»). Una vez me iba acostumbrando, era todo un descubrimiento, una bendita novedad poder disponer del tiempo. Sabía que no iba a ser siempre así, luego merecía la pena disfrutarlo. De hecho, empezó a convertirse en una contradicción. Hacía planes y proyectos que me ayudaran a dejar esa vida disipada en la que, sin embargo, vivía tan confortable. Buscaba dónde instalarme, cuando en realidad llevaba razonablemente bien mi vida de nómada. Aun hoy, no ha dejado de perseguirme ese dilema. ¿Tanto miedo nos da ser decididamente libres?

Así, fue imponiéndose paulatinamente la irrazonable razón. Fui abandonando ciertas extravagancias, como estar apuntado a dos gimnasios (¿cómo…?), las caminatas matinales por el Retiro (el de aquí, quiero decir…), las caminatas nocturnas por otros parques y retiros, los viajes entre semana… Empecé a organizarme, a fijarme un horario de lo más convencional. Eso sí, podía saltármelo cuando quisiera, faltaría más. Aunque luego no lo hagas, da cierta satisfacción saber que lo puedes hacer. También empezaron los sobresaltos, las tensiones, las esquizofrenias… al fin y al cabo, ya ves, en ningún lugar se puede vivir sin ellas. No se crean que estaba solo, a este planeta rojo habían llegado ya varios, la mayoría periplos similares al mío, y con el tiempo han ido viniendo más. Quizás pronto seamos más que en la misma Tierra, y habrá que ir buscando otros destinos de salida, hoy todavía muy lejanos y todavía más inaccesibles.

Han pasado diez años, y ahora miro atrás y, efectivamente, han estado llenos. He pasado por tanto o más que en los diez anteriores, aunque en el día a día quizás no me lo parezca. He visitado y conocido paraísos y algún infierno que ni hubiera imaginado, he explorado fuera y dentro de mí, me he visto en situaciones insospechadas que, una vez ahí, me han parecido lo más natural. He conservado mis manías y he añadido otras. He tenido ganancias y también pérdidas irreparables. Tampoco me han abandonado mis miedos, en definitiva, he seguido siendo yo. He conocido más gente, y como no he dejado de conocer a casi todos los que me conocían, hoy soy sin duda más rico. Me he hecho mayor para unas cosas, pero he rejuvenecido en otras. Y todavía me falta mucho por hacer…

Diez años no son nada. Aquí espero seguir hasta nueva orden o designio del destino extra o inter planetario. Sí, hay vida en Marte, saludos desde aquí.

Life in Mars, David Bowie

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s