Decía Iñaki Gabilondo que a los españoles lo primero que les preocupa cuando se levantan por la mañana es qué tiempo hace. Claro que, en los años en que lo decía, quizás no latían aún las agobiantes preocupaciones matinales con que la gente empezó a despertarse no mucho después. A eso de las siete menos cuarto, cada día, daba la ronda del tiempo, un clásico de la radio de siempre. Yo me acurrucaba y me apretaba las mantas mientras recorría España, de Galicia a Madrid, con paradas en las mínimas de Teruel o Soria… y agradecía infinito que aún me quedara una horita más. Luego vendrían otras noticias, y ya nos íbamos haciendo a la idea del verdadero tiempo que teníamos y de qué había que ponerse.
Cuando llegó Francino a sustituir a Iñaki al frente del matinal que sintonizaba mi aparato de cama, se cepilló la ronda de tiempo. No le faltaba criterio al entender que, para darles su minuto de gloria a las emisoras regionales, mejor otras secciones con otros temas de actualidad. Pero a mí me dejó sin mis reparadores despertares invernales, ya no me consolaba sabiendo el frío que hacía en Huesca o en Burgos. En verano nadie prestamos atención a estas cosas, no hay noticia en los mapas, pero a partir de noviembre estamos pendientes de los satélites. A veces, quién sabe si por puro morbo o para tener de qué hablar. Es cierto que, en cierto momento, muchos españoles pasaron a invernar todo el año, y no apetecía levantarse nunca ni salir de casa, para nada. Lo que eran borrascas se tornaron temporales, y las corrientes en chorro del mítico Eugenio Martín Rubio dieron paso a las ciclogénesis explosivas -aunque otros, tozudos, todavía siguen llamándolo invierno. Pero lo peor siempre fueron esos días grises de calma chicha que no van a ningún sitio, lo mismo que ayer y no distinto de mañana, siempre he pensado que la decadencia es cuando tocan demasiados días de esos.
Hubo otro tiempo anterior en que me despertaba con otro referente de los madrugones radiofónicos, que propiamente se debiera haber titulado “El primer infarto de la mañana”, tales eran los sobresaltos con los que el malogrado Antonio Herrero te extirpaba los sueños. Y eso que eran tiempos más tranquilos, dónde va a parar. Hoy por hoy, valga la alusión nada casual, por mucho que Pepa Bueno te arrulle con su estricta dulzura, no puedes evitar dar un bote de espanto en la cama. La ronda del tiempo es otra cosa, y viaja por Siria, por los conflictos tácticos y por los desamparados del Mar de Alborán. Las temperaturas ya no te las dan los directores de las radios locales, sino los nuevos estrategas del patriotismo y las agencias de calificación. Ya no sabrás a cuántos bajo cero están en Palencia, pero sí cuántas veces más un matón no se habrá suicidado antes de acuchillar una ilusión. La cuestión no es ya qué ponerse, sino qué cara y qué ánimo poner.
En estos nuevos tiempos en los que soportamos la pertinaz sequía de independencia informativa, aquellas eran informaciones objetivas, imposibles de manipular. Si en Ávila hace -8°C y nieva, no puede venir la señora ministra a decirnos que el día ha salido soleado y florido, como cuando sale la EPA. Si los termómetros caen en picado, ningún presidente te puede contar que están en plena recuperación. Y la prensa bien aleccionada no puede editorializar sobre el sol que no sale ni sobre el calor que no tienes por ningún sitio. Tampoco llamarle “intelectual” al hombre del tiempo, aunque algunos quizás lo sean con más aditamentos que algunos que airean los medios. El tiempo que hace es un hecho constatable, no se puede relatar a medias ni se puede interpretar. No cabe intencionalidad en esa información, y lo que pasa es que ahora tienen poca cabida los hechos de los que no se pueda informar intencionadamente. Son otras rondas, otros vientos de componente izquierda o derecha, económica o empresarial.
Es verdad que ya no necesitamos los mapas de isobaras ni a Mariano Medina, Manuel Toharia y esos que nos parecían gurús. Llevamos el hombre del tiempo en el móvil, hacemos ‘clic’ y nos dice el que está haciendo justo en el kilómetro cuadrado en el que estamos, el que va a hacer dentro de una hora y siete días después. Y siempre acierta, porque cuando justo cuando se pone a llover, indica lluvia, aunque cinco minutos antes dijera que nubes y claros. ¿Habrán conseguido las apps tergiversar también lo que creíamos que era insobornable? Dicen que el domingo va a nevar en Madrid y que Neymar está fichado, pero siempre depende de quién lo haya dicho. La radio también la llevamos en el móvil, el tiempo ha pasado a ser información de servicio y las emisoras locales dan al resto del país su noticia del día, que usualmente versa sobre lo más siniestro o indecente que haya sucedido en Albacete, Castellón o Pontevedra. La ronda es un viaje por la miseria y la infamia, y el tiempo que hace, eso que antaño nos preocupó tanto, hoy parece siquiera un rumor.
Por cierto, hoy no es el día mundial de la Radio ni de la Meteorología, pero falta poco para ambos. Celebrados quedan. Y cuidado, que va a hacer mucho frío este fin de semana. Dicen…