El Periodismo en la calle…

Está claro, no es lo mismo ponerte una calle que ponerte en la calle. Aquí a uno, como supongo a la mayoría de los que me leen, le ha pasado lo segundo, y más de una vez. Una de ellas fue cuando cerraron la revista en la que yo trabajaba, una de Informática y esas cosas, a la que habíamos intentado relanzar con un bonito nombre en inglés. Una mañana de junio, el editor nos llamó a los dos que la hacíamos, los que quedábamos. Uno vendía la publicidad que la sustentaba, el otro escribía y gestionaba los contenidos, después la maquetaba y la filmaba, eso sí, no la imprimía. Nos pensábamos que la reunión era para otra cosa, y nos despachó en diez minutos, firmamos y nos fuimos.

Esta semana se ha anunciado el cierre de Interviú y Tiempo, dos revistas históricas, sin las que no se podrá entender la evolución del periodismo y de la sociedad española desde los primitivos 70 hasta el cambio de siglo, y que han aguantado hasta la antesala de la Cuarta Revolución Industrial. Según parece y se cuenta, a los 24 trabajadores que quedaban en sus plantillas los despacharon también en diez minutos. Los que tardaron en comunicárselo a su delegado sindical, que fue el que luego tuvo que dar la cara en la redacción. La directora general de Revistas (¿?) y el director de Recursos Humanos “no vieron la necesidad” de despedir a su gente diciéndoselo al menos a la cara. Les elogian y agradecen en el último párrafo de un comunicado.

No es lo mismo salir a la calle que quedarte en la calle. La noche anterior al cierre y mi consiguiente despido, apretaba los dientes en la sala de filmación para sacar a tiempo los fotolitos y que al día siguiente -martes, para más señas- saliera a imprenta el número de junio. Alguien que pasó por allí y que sabía lo que se cocinaba, pudo avisarme, pero seguramente no tuvo coraje. Ese martes fatídico, el editor argumentó que, aunque se había comprometido a aguantar la publicación hasta diciembre, a ver si el negocio remontaba, había caído en la hermosa cuenta de que, si la cerraba ya, se ahorraba un milloncejo de pesetas de entonces. Más que nada, porque mi contrato y el de mi compañero se cumplían en julio. Lo que se dice una decisión estratégica.

Tiempo fue la primera revista de información política que me empecé a comprar todas las semanas, cuando la dirigía Julián Lago (¡qué tiempos!) y la subdirigía el gran Pedro Rodríguez (¡qué columnas!). Pero Interviú forma parte de la memoria colectiva de este país. Uno de mis recuerdos de pre adolescencia es cuando pasaba furtivamente por el kiosko los miércoles, el día que salía, para atisbar la portada. Luego supe que por dentro tenía mucho más que la famosa en bolas. El Grupo Zeta se convirtió en un imperio de la Comunicación, pero los tiempos cambian. En los últimos, ha vendido proyectos editoriales y ha acometido sucesivos recortes de plantilla en varias de sus publicaciones. En concreto, los trabajadores que quedaban en Interviú y Tiempo llevaban ya años luchando por mantener las dos históricas cabeceras y con ellas sus empleos. Habían aceptado rebajas de salario, habían creído promesas de la dirección, entendían que luchaban juntos por la viabilidad. Seguro que con ese ánimo han salido a la calle con sus números esta semana. Pero la empresa ya tenía decidido el carpetazo a tantos años, tantos cierres y tantas exclusivas. Alegando una decidida apuesta -a buenas horas, amigos- por la “necesaria estrategia digital”.

Pero la calle, ¿de quién es? A los periodistas, diseñadores, comerciales y demás personal de estas dos emblemáticas revistas les estará sucediendo ahora lo mismo que me pasó a mí en su día, lo que ya sabia entonces que les había sucedido a otros… pero nunca lo podremos evitar. Nos creemos que la revista es nuestra. La adoramos, la cuidamos, la defendemos… Nos dejamos la piel y los huesos para que salga adelante, cada semana o cada mes -cada día, en el caso de un diario-, y que se vea lo más lustrosa y bonita de que seamos capaz… aunque sepamos que está podrida por dentro y se cae a cachos. Que salga, aunque nos cueste salud, horas de nuestra vida y, qué tontería, dinero. Pero un día nos damos cuenta de que no. De que el juguete no era nuestro, sino de otro que a veces ni lo toca. Y cuando se cansa de verlo, lo tira. Si encima le cuesta dinero, pues lo vende, y si no se lo compran, lo cierra. Y todos a la calle con él.

La mía es una historieta de hace mucho tiempo que ya no va a ningún sitio, pero la de estos es una Historia con mayúsculas. A los periodistas de Interviú y Tiempo, desde sus creadores hasta los que han trabajado estos 42 y 35 años, habría que ponerles una calle en el Periodismo español. Y a los que quedaban, como últimos de Filipinas, por lo menos una placa en la empresa y en sus casas. Por el esfuerzo que han hecho para mantener vivas esas legendarias cabeceras. Por aguantar echándoles hígados y llevando a casa un sueldo cada vez más menguado, tras un sacrificio y otro más. Pero en vez de ponerles calles o placas, los han puesto en la calle. Y los han despachado en diez minutos. Parecer ser que ahora la empresa les está proponiendo sacar una última edición extraordinaria. Y entiendo la puta gracia que les hará, aunque seguramente no tengan más remedio.

Aunque no sea exactamente una calle, vaya aquí mi saludo, mi reconocimiento y mi afecto a todos los que hicieron, han hecho y hacían Tiempo e Interviú. ¡Gracias amigos!

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