Objetivo: salvar El Negro

De rescates -financieros, decimos- ya sabe algo este país, pero cuando se trata de propuestas culturales o locales emblemáticos, la cosa se pone más difícil, el “país” se hace el sueco. A la banca se le pueden entregar por la vía rápida 40.000 millones a fondo perdido -que es lo que ya nos han dicho que no va a devolver nunca jamás-, pero si es un cine, un teatro o un café el que entra en dificultades económicas, por lo general, está sentenciado. Así se vienen sucediendo, estos últimos años en Madrid, traumáticos cierres de establecimientos que estuvieron ahí toda la vida, formaban parte de la nuestra, y nos los han arrancado sin ni siquiera consultarnos. Como tampoco nos consultaron en su día para soltarle la pasta a Bankia. Qué fácil es a veces, qué imposible otras.

En efecto, nadie nos preguntó si queríamos salvar las cajas, y las salvamos. Ahora, por lo menos, tenemos la oportunidad de preguntarnos si queremos salvar El Negro. O, por lo menos, ellos han tenido la iniciativa de preguntarlo y la gente de responder. Pero ¿de quién hablamos? ¿Quién es ese Negro? A quien no esté familiarizado con la noche madrileña, habría que explicárselo. Quien lleve años trabajándosela, no necesitará mayores indicaciones, ni mucho menos un letrero en la puerta. Si cae por allí, ya sabe dónde está.

El Negro son 33 años de historia canalla -de la canallesca sana y bien entendida- en la calle Ventura de la Vega. Una hora punta -de una a cuatro más o menos, que me corrijan si no- en la que se tutean el artisteo con la física y la química, el periodismo de barra con la producción musical, la poesía empírica con la matemática divina. O en fin, simples almas nocturnas que solo aspiran a volar un rato. Que muchos de estos ni se habrán visto por la calle, pero allí parece que se conozcan toda la vida. Un trago corto -porque ese tramo de noche se pasa en un suspiro, hay que decirlo- pero imprescindible. Que ahora está en serio peligro.

En efecto -y aquí lo explica mejor su dueño, Alfonso-, ciertas normativas y procedimientos administrativos han abocado a este local a una situación crítica. Debe acometer un acondicionamiento acústico que implica una obra de proporciones exageradas para lo que un negocio de este tipo da de sí. Lleva unos meses cerrado, pero el cierre definitivo es una amenaza patente y cierta. Otro gran templo de Madrid sin el que nos podemos quedar. Al menos, estos han decidido no conformarse y pasar a la acción. Conscientes de que durante estos años han hecho suficientes amigos e incondicionales, han puesto en marcha una campaña de crowfunding con la que poder costear la obra, y así volver pronto a su cita con la clientela. Como en su día los bancos, prometen devolver puntualmente lo que se les aporte. Pero a diferencia de aquellos, se sabe que lo harán, y con creces.

Somos muchos, creo, a los que nos apetece más salvar un buen bar que cualquier entidad financiera. Como no nos dan la posibilidad de elegir, al menos esta vez sí tenemos la oportunidad de salvar El Negro. Y, no lo dudo, nos volveremos a ver pronto allí.

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