La vida en 12 Champions League

Aquel niño al que sus mayores contaban las glorias pasadas de su Real Madrid, sus seis Copas de Europa que parecían una reliquia, que todo indicaba que ya nunca se iban a repetir, frustración tras frustración, de Santillana a la Quinta del Buitre… No imaginaba que la vida del fútbol le alcanzaría para llegar a ver seis más. Su destino empezó a cambiar con el gol de Mijatovic en Amsterdam, y luego llegaría lo de París, lo de Glasgow, más tarde Lisboa y Milán, y ahora el viaje sigue… de blanco, de negro y hasta de morado. Como dijera Miguel Gila, si es la duodécima, esto es Cardiff.

Alguien dijo lo de que el Madrid siempre vuelve. Eso quiere decir que su camino no siempre ha sido recto -bueno, el de ningún club lo es. Siempre hubo y habrá decisiones desacertadas, presidentes que dan bandazos y no entienden la línea a seguir, entrenadores que no saben exactamente dónde están, jugadores que nunca tendrían que haber vestido esa camiseta. A veces los éxitos son fruto de la ilógica del fútbol, y a veces responden a un plan bien trazado, con unos objetivos marcados a medio y largo plazo. Pero los grandes, y el Madrid quizás más que ninguno, se ha guiado casi siempre por las urgencias. Así le ha ido en otras temporadas, y sin embargo acaba de cerrar una de las más brillantes de su legendaria historia. ¿Algo ha cambiado?

Hace ahora seis años, Florentino Pérez dio con el proyecto idóneo. Pero fue en el baloncesto, y de casualidad. Frustrado por la inutilidad de los dispendios cometidos, estuvo a punto de cerrar la sección, y finalmente optó por mantenerla con un perfil más bajo, redujo el presupuesto a la mitad, se trajo a un entrenador sin pedigrí. De aquello, insospechadamente, nació un equipo unido, reconocible, ilusionante… y finalmente ganador, como es el de hoy de Pablo Laso. ¿No podía haberse fijado el presidente, haber trasladado ese modelo a la sección de fútbol? Durante años, tozudo y arrogante, no. ¿Lo ha hecho ahora?

No lo sabemos, pero paralelismos sí que se vislumbran. Zidane llegó como una solución traída por los pelos, tras equivocarse en fondo y forma con Mourinho, cercenar a Ancelotti y confiarle la empresa a un Benítez que, voluntarioso él, aquí no pegaba ni con cola. La llegada de Zizou sirvió para atemperar ánimos y soberbias en ese vestuario, pero futbolísticamente hablando, no es que se tradujera en gran cosa. Ganar la undécima Champions fue su gran activo, lo que refrendó su credibilidad. Pero no nos engañemos, se ganó sin hacer un buen partido completo en toda la competición. Eso no lo dirá la historia, pero quien lo recuerda lo dice.

Sin embargo, esta temporada ha sido bastante diferente. Está claro que a Zidane se le permiten cosas que a otros se le han negado. No olvidemos que es el gran amor de Florentino, desde que se le declaró con un mensaje en una servilleta. Goza de una patente de corso de la que no han disfrutado otros entrenadores -excepto Mourinho, que la utilizó para sembrar vientos. Y los jugadores lo saben, y aceptan sus soluciones sin rechistar. Sea como fuere, lo cierto es que este Real Madrid ha sido el más coral de la época reciente. Los suplentes han parecido titulares. Y dado que algunos titulares a veces han parecido suplentes, algunos no hemos comprendido muchas veces que no se diera más cancha a los Asensio, Nacho, Lucas Vázquez… y lo que ha costado reconocerle a Isco su estelar momento.

Y otra gran novedad de estos últimos meses: cuando muchos pensábamos que Cristiano Ronaldo estaba para ponerle un lacito y aprovechar cualquiera de las despampanantes ofertas que todavía llegaban por él, nos ha sorprendido con -creo que no exagero- su mejor versión desde que es futbolista del Real Madrid. Menos espectacular y poderoso, sí, pero más decisivo y letal que nunca. Dicen que es porque le ha dado descanso y no ha jugado todos los partidos. Pero no dicen tanto que a lo mejor es también porque ha perdido musculatura que le sobraba para el fútbol -sí, el músculo pesa, aunque sea más pequeño y más fotogénico que la grasa- y con ello ha ganado en agilidad. ¿Fue iniciativa suya o también le convenció de ello el entrenador? Sea como sea, cuenten los goles importantes que ha marcado para el equipo esta temporada, y compárenlos con otras, por mucho que batiera récords y sumara premios y prebendas personales.

En definitiva, este Madrid sí ha dejado partidos espectaculares -junto a otros que nos han dejado fríos o temblando, tampoco lo vamos a negar, y especialmente cuando se ha dado en reincidir con la inefable BBC. Pero ha sabido dar lo mejor en muchos momentos importantes. En la final del sábado ante la Juventus, a uno que lo vio le recordó a aquel Bayern Múnich de Beckenbauer que enlazó tres copas de Europa consecutivas. En las finales -quiero decir más bien en la segunda y la tercera- dejaba hablar y explayarse a sus rivales, y cuando ya habían vertido y gastado todos sus argumentos, les asestaba dos mandobles que le hacían callar definitivamente. ¿También fue un plan de Zidane? A toro pasado, queda muy bonito pensar que sí.

Terminando, ¿ha encontrado por fin la Casa Blanca su camino recto o esto es sólo coyuntural? El tiempo dirá. Las perspectivas son inmejorables, con talentos jóvenes que irrumpen y con una armonía impensable en otras épocas. Pero ya se sabe que los designios del presidente son inescrutables. Se anuncian fichajes espectaculares, inversiones rimbombantes al más puro estilo Pérez. ¿Servirán para mejorar lo que hay o para desestabilizar lo estabilizado? Mientras ocurra lo que tenga que ocurrir, al menos, congratulémonos los madridistas con repasar este viaje, que empezó en París hace 61 años y hoy va por Cardiff. La vida en 12 Champions League.

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