Es tarde ya, te tengo que dejar. Mañana vendré a verte otra vez, no tienes fuerzas para pedirme nada, para decirme siquiera adiós. Me tiro por la cuesta abajo andando cada vez más deprisa, dándole vueltas al destino, más que nada para distraerle. Que no acierte con el camino, que no se decida a venir. Me voy como quien huye despavorido de la escena, de esa media hora y de ese pasillo que no se terminaba nunca y daba pavor lo que pudiera encontrar al final. Hasta que allí te vi, me viste, y respiré desde el vacío. Por cierto, estabas maravillosamente hermosa esta noche.
Estás durmiendo, te dejo tranquila. Luego me dices que no, que hacías por dormir, pero no sabías que estaba a tu lado. Me pides un neceser, el cepillo de dientes y crema para los labios, empiezas a darte cuenta de que el mundo tiene que volver a girar. Me iré despacio, con cuidado de no hacer ruido, de no alterar esa tranquilidad benefactora. Que no se me vea nervioso, que no se me note aterrado, emprenderé de nuevo el viaje a ningún sitio, evitando a toda costa cruzarme con realidades certeras. Recordando que te vi absolutamente hermosa esta tarde.
Te encuentro sentada, sonríes al verme llegar. Me miras como distraída, pero sabes que te voy a abrazar. Te traigo el lápiz de ojos y el perfume de rosas que me pediste, los guardas en tu neceser, poco a poco vuelves a sentirte. Miro por la ventana, el tiempo está empezando a remontar en tus piernas hinchadas. Nos quedamos callados, quería darte conversación, pero llevas razón que estar juntos no siempre significa tener que decirse algo. Me despido por hoy, cuando empiezo a pensar que debería quedarme un poco más. Me iré queriendo volver, y diciéndome que me pareciste increíblemente hermosa esta mañana.
Te sorprendo de pie, en seguida te vuelves a sentar. La mirada más despejada, la voz más segura. Esta tarde te traen el espejo y las pinzas que necesitas, me enseñas una calentura, un puntito rojo sobre la boca que te molesta y a mí me parece que te adorna. Te cuento cosas, te contaría secretos que no sabes, historias que no imaginaste, aunque seguramente será mejor dejarlo así. Compartimos unas pastas furtivas, a cualquier tiempo y edad lo prohibido sabe mejor. Me iré un poco más tarde, ya me sumergiré otra vez en mis dudas y mis temores. Pero es extraño, ya no me da miedo andar por este hospital. Al salir miraré al cielo y daré las gracias de tenerte conmigo, tan rotundamente hermosa un día más.
Y desde esa noche que te encontré al fondo del pasillo de vértigo, me pareces cada vez más hermosa.