Cualquiera que pertenezca a una asociación profesional de periodistas, por ejemplo la Asociación de la Prensa de Madrid, podrá valorar si le resulta útil, si le trae cuenta o simplemente le entretiene. El que aquí escribe puede afirmar que, en general, sí, las tres cosas. Su asesoría jurídica le ha aportado buenas soluciones en momentos necesarios, su servicio médico le ha funcionado cuando lo ha requerido -antes de que hubiera que suscribir una póliza privada-, se ha apuntado con provecho a algún curso y ha asistido, cuando ha podido, a alguna conferencia o mesa redonda que han estado ciertamente bien. Pero en estos últimos tiempos, hay algo que le empieza a rechinar.
Durante los años que llevo perteneciendo a la APM, se han sucedido distintos presidentes y juntas directivas. Ha podido mostrarse, o parecerle a uno, en unos tiempos más activa y batalladora, en otros más apática y conformista, o incluso fatalista. Ha podido desarrollar iniciativas más acertadas o menos, ha podido incorporar servicios atractivos o no tanto, y ha podido ser más tibia o más clara a la hora de posicionarse ante ciertos hechos que afectan a la profesión. Campañas han funcionado y otras han fracasado, como aquella de “Sin preguntas no hay periodistas”, que por ahí se quedó. Pero nunca, hasta ahora, había dado la sensación de meterse en política. Menos aún, de significarse en este aspecto.
Sí que ha habido roces con el asunto, y la APM ha tenido que expresarse ante medidas o acontecimientos de índole política que afectaban de una o de otra manera a la labor de los periodistas a los que representa. Y se ha podido manifestar la asociación a favor o en contra de alguna decisión de los sucesivos y respectivos gobiernos que nos ha tocado y nos toca vivir. Pero siempre, o al menos eso me ha parecido, manteniendo una postura de no distinguirse, no posicionarse ideológicamente, no transmitir simpatías o preferencias hacia nadie. Cuando se ha criticado o cuestionado una política, se ha centrado en ella y lo que suponía, y no en quién la había ejercido o perpetrado. Para entendernos, se ha mentado el “pecado”, pero no se ha juzgado “al pecador”. Esta forma de proceder, parece haber cambiado desde la llegada de la nueva presidenta.
Apenas al mes de tomar posesión de su cargo, Victoria Prego nos comunicó la mala noticia de que la Asamblea de Madrid había votado suprimir la partida que servía para subvencionar el servicio médico que a muy módico precio se nos venía ofreciendo a los periodistas madrileños. Pero en el comunicado que nos remitió por email, tuvo la poca delicadeza de incidir expresamente en que la medida que tanto nos perjudicaba era responsabilidad de PSOE, Ciudadanos y Podemos, y contra la voluntad del PP. En seguida pensé que sobraba esa precisión. Que, aunque así fuera -que por cierto, es matizable-, la APM nunca antes se había metido a valorar ni a distinguir entre las opiniones y actitudes de unos partidos políticos o de otros.
Luego, repasando los sucesivos comunicados que la APM ha emitido con motivo de diferentes hechos y situaciones, se comprueba que han tenido a veces mucho cuidado en no molestar a unos, y otras veces ningún reparo en censurar a otros. Esta semana, como muchos saben, ha llegado el episodio más notorio. Apenas meses atrás, su Informe Anual de la Profesión Periodística reflejaba con datos las presiones que los periodistas reconocían recibir desde tres frentes: el poder político, el poder económico y los propietarios de los medios de comunicación. Pero se cuidaba de citar nombres ni siglas. Ahora, la asociación sí se aviene a denunciar un caso concreto de denuncias de presiones a profesionales de la información, y aquí si da el nombre del pecador, que no es otro que Podemos. Y la denuncia ha recibido esta vez un inusitado eco mediático.
Sea cierto, fundado o debidamente contrastado este episodio de acoso a la prensa por parte de un grupo político, una asociación que representa a los periodistas debería dejar muy claro, sin lugar a dudas, que está dispuesta a denunciar las presiones de todos, así como las que provienen de otros entes que no son partidos políticos. Por lo demás, creo que a ningún asociado a una organización profesional le gustará observar, si quiera sospechar o percibir, que sus representantes denotan predilección por unos colores o por otros. Los que sean… de lo que sean. Y más allá de opiniones personales o de tentaciones partidistas, la APM debería hablar de lo que sabe. De agresiones, ataques y menoscabos a la profesión, sí. De política, nunca.