Hay noticias que no pueden ser noticia. Y no porque no reúnan los atributos que la distinguen, sino porque se decide que no lo sean. Nadie, en nuestra originaria y básica idea del Periodismo, hubiera concebido la existencia de un demiurgo que discerniera entre lo que ocurre y lo que no. Como si se tratara de mover el dedo a la derecha o a la izquierda en una red social de contactos. Luego, cuando uno se va introduciendo en el asunto, va descubriendo la machacona realidad. Que en el negocio del periodismo, tal como está organizado, se determina lo que interesa difundir y lo que conviene ocultar. Y en esta pretendida o bien vendida sociedad de la información, lo que no se publica o emite, no existe.
Y si existe, a veces, es porque hay quien se rebela, y busca alternativas para que se conozca cierto hecho, cierta idea o cierta verdad distinta de la que se oferta en los lineales de la prensa de consumo habitual. Lo que pasa es que no es fácil. Hoy hay, tristemente, pocos periodistas que se atrevan a salirse de lo establecido, entre otras cosas, porque por ahí fuera hace demasiado frío. Pero quedan, afortunadamente, algunos que todavía se enfadan terriblemente cuando les dicen que no. Que esa historia no interesa, no vende, no genera share ni produce clics. Entonces optan por no resignarse. Hace falta valor, pero lo echan. Talento se les supone, pero hay que demostrarlo.
De la teoría a la práctica, pongamos que ese valor y ese talento pueden ser, por ejemplo, los de una periodista que se interesó por las historias que le contaron dos mujeres que habían vivido en su carne y piel el conflicto armado en Colombia. Ese que la ciudadanía acomodada de ese país, y un ex presidente despechado, han conseguido que no se termine por ahora, pero ese es otro asunto. Efectivamente, pocos saben -y menos podríamos ser- acerca del papel que desempeñan las mujeres en las guerras, más allá de las crónicas forenses que diseccionan el horror y desgranan la tragedia humana en cifras y estadísticas. Como bien se ha dicho, durante todos los conflictos, el cuerpo de la mujer se convierte en “territorio de guerra”, y piensen bien en todo lo que abarca esta certera expresión. Y si es patente que esas mujeres están de lleno en la guerra, no lo es tanto que estén en la paz. Que se las tenga en cuenta en los procesos que intentan construirla, que su voz se escuche. Precisamente, según se nos cuenta, el de Colombia fue el primero que tuvo en cuenta la perspectiva de género como punto central del acuerdo de paz. Y fue precisamente, también se nos asegura con decepción, una de las razones de que resultara rechazado en las urnas.
El caso es que la periodista llegó a Madrid tan contenta con sus reportajes, y en los grandes medios de la democrática, transparente y grandilocuente sociedad de la información, le dijeron que no. ¿Pero no nos enseñaron que era el Interés Humano lo que iba a protagonizar los contenidos del Nuevo Periodismo? Ingenuos que éramos, debían referirse a que depende de qué interés humano. Entonces, la periodista se cabreó. No me la quiero ni imaginar en aquel momento, pero el resultado de su indignación está ahora aquí. ¿Que no quieren dos? Pues toma siete mujeres. ¿Que no publican el artículo? Pues toma un libro y un documental. Claro, además de toda esa determinación, ha hecho falta mucho trabajo, coraje, imaginación, arreglárselas con muy pocos medios… Y, menos mal, una campaña de crowfunding (a la que todavía se pueden apuntar aquí).
El documental, por su propia fuerza, ha recibido ya premios y menciones en festivales que aquí se detallan. Y el libro acaba de ser presentado en Madrid en un acto brillante y a sala repleta. Lo que demuestra que estas siete mujeres, como tantas otras allá por donde recorramos este mundo, no serán noticia, pero existen. Y qué menos que mencionarlas: Patricia Guerrero, ex juez y fundadora de la Ciudad de las Mujeres; Nelly Velandia, campesina que representa a seis millones de mujeres; Mayerlis Angarita, superviviente del conflicto y fundadora de la red Narrar para Vivir; Luz Marina Bernal, líder de las Madres de Soacha y nominada al Premio Nobel de la Paz; Beatriz Montoya, fundadora de la asociación AMOR y resistente ante la guerra; Vera Grabe, ex dirigente del M19 y directora del Observatorio por la paz; y Luz Marina Becerra, líder afrocolombiana y activista de los Derechos Humanos. La octava es Lula Gómez, la periodista enfadada, la autora de todo esto.
A ambos trabajos los llamó “Mujeres al Frente”. Que más allá de la significación evidente de paso adelante, de dar la cara y no dejarse arredrar, bien puede que también en el fondo, ella sabrá, encierre el significado de mujeres a los titulares y a las portadas, a la primera línea de la noticia.
Aquí una pequeña muestra del documental Mujeres al frente. La ley de las más nobles. YouTube
Y como le dije el otro día, pero casi no me salía la voz. Felicidades Lula, pero sobre todo, gracias. Por enfadarte… y por estas cosas.
P.D. Ah, y espero que no le importe que tome prestada la foto.