¿Educación sobre medios de comunicación? Sí, por favor

Habrá a quien le parecerá una idea peregrina. O que los periodistas buscamos un protagonismo que no nos corresponde. O más sencillo aún, que es una excusa para contar con más oportunidades de trabajo, dando clases. Pero la propuesta que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE, por sus siglas) acaba de hacer a los partidos políticos no sólo es sensata. Es necesaria, y no ya por el bien del periodismo. Por el de una sociedad mejor formada, más crítica y con verdadero criterio propio.

Lo que la FAPE ha propuesto es que la nueva Ley de Educación que intentan pactar los partidos incluya una asignatura sobre el conocimiento de los medios de comunicación para los alumnos de ESO. Para que conozcan mejor su función, para que entiendan su funcionamiento y aprendan a valorar e interpretar la información que reciban. En serio, no es ninguna tontería y son -somos- muchos los que desde hace tiempo venimos reclamando algo así. Educar no es sólo transferir conocimiento y valores cívicos -que desde luego lo es-, sino también enseñar a las personas a desenvolverse en la sociedad compleja en la que van a vivir.

Muchas de esas complejidades residen en el poder de la información y en la abundancia de mensajes y contenidos de todo tipo y estilo que nos llegan por todas partes. Y una correcta formación en medios de comunicación ayudaría a comprender esa información, a no verse superado por ella, a aprovechar lo valioso que contenga y saber descartar lo que no aporta nada. Una sociedad bien formada en esta materia será, en definitiva, una sociedad mejor informada, más madura, con más capacidad para desarrollar el sentido crítico y generarse su propia opinión y hacerla valer. En fin, quizás, y más hoy día, lo más necesario en una democracia moderna.

Si los ciudadanos conocieran mejor la función y el funcionamiento de los medios de comunicación, nos evitaríamos, en buena medida, ciertos usos y costumbres respecto a éstos que hoy están a la orden del día. Como, por ejemplo:

  • No saber distinguir entre información y opinión.
  • No discernir entre lo que es información objetiva y lo que es información sesgada e interesada -o medias informaciones, que son la mayor de las desinformaciones.
  • No atender a la veracidad o no de una información, dándola por buena en el momento que satisface nuestras expectativas o nos reafirma en nuestras posiciones.
  • No saber desentrañar el origen de una noticia, la fuente que la ha generado, lo que facilita la difusión de bulos que terminan asumiéndose como verdad. Las famosas “falsas noticias” de las que se habla tanto hoy.
  • Informarse sólo por aquellos medios -escritos o audiovisuales- que sabemos que nos van a contar sólo lo que queremos leer o escuchar.
  • Despreciar sistemáticamente a todos aquellos medios -y a los profesionales que en ellos trabajan- que no comulgan con la ideología, preferencias o filiaciones de uno.
  • Identificar y señalar a cada ciudadano por el periódico que lleva debajo del brazo, o por la radio que sintoniza en el coche.
  • Desconocer absolutamente lo que hay detrás de un medio de comunicación, cómo están organizados, cuáles son los modelos de negocio, por qué van bien o van mal…
  • No entender el contexto -político, social, empresarial…- en el que se difunden algunas informaciones, lo que lleva a pensar que, sobre un mismo tema de actualidad, unos dicen toda la verdad y otros mienten del todo.
  • No plantearse por qué, en según qué medios, unas informaciones se publican o emiten, y en otros no. Y que las haya que ni se publiquen ni se emitan en ninguno.
  • Ignorar el proceso de construcción de una noticia, lo que en muchos casos genera malentendidos y mala comprensión de los hechos que se difunden y del papel del periodista, que casi siempre termina siendo visto como el culpable de todo.
  • Decir -y pensarlo- que todos los periodistas son -somos- unos (mentirosos, sinvergüenzas, canallas, muertos de hambre… elijan el adjetivo).
  • Creer que todo en esta vida es y se explica por la política.

Y bueno, saldrían muchas más. Hoy en día los medios se consumen, igual que los alimentos y cualquier producto o servicio. Por eso, igual que, por ejemplo, estamos desarrollando una conciencia respecto a garantizar la seguridad alimentaria, no estaría de más fomentar una cultura de la información sana, responsable y verdaderamente útil a las personas. Si son los ciudadanos los que la demandan, tendrán que satisfacerla. Esa sociedad más conocedora y crítica con los medios les ayudará, sin ninguna duda, a ser mejores.

Que las lecciones sobre Periodismo en el colegio las impartan periodistas, parece del todo razonable. Como a todo profesor, habría que exigirle una capacitación, conocimiento de la materia y dotes didácticas. En cuanto a las materias a incluir en la asignatura, daría mucho de sí -y más, dada la relación expuesta arriba: desde el concepto de noticia y su estructura, el proceso de creación de ésta, las fuentes que las generan, los géneros periodísticos (información, interpretación, opinión) y cómo conviven y se complementan (esto es fundamental), casos de buenas y malas prácticas, algo sobre la empresa informativa, el nuevo universo digital, el panorama mediático en España… Sí, creo que me ofrecería.

Pero no nos hagamos ilusiones. La propuesta de la FAPE está sobre la mesa de los partidos políticos, y han dicho que la van a valorar. Una vez la valoren, lo más seguro es que la rechacen. ¿Por qué? Pues precisamente, me temo, por todo esto que acabamos de decir…

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