El destino ha estado a punto de hacer una de las suyas. Si la segunda votación de investidura, que hará presidente a Mariano Rajoy, hubiera tenido lugar hoy, 28 de octubre, habría hecho coincidir, en la misma fecha del calendario, el momento de mayor gloria y esplendor de Partido Socialista Obrero Español con el de su mayor humillación. Aún sin los caprichos de las efemérides, da mucho que reflexionar el tránsito del partido que más ha gobernado en la moderna democracia española, en este tercio de siglo transcurrido desde su histórica victoria de 1982.
¿Era otro país, otra política? Por no ser, ni Felipe González es el mismo, y no solo a causa de los rigores del tiempo y la edad. La sociedad tampoco es como aquella, aun manteniendo problemas e inquietudes en cierto modo equivalentes. Recuérdese que las grandes promesas electorales de aquel PSOE fueron 800.000 puestos de trabajo y un referéndum para salir de donde luego nos dijeron que debíamos estar. Los resortes del poder eran unos, y hoy básicamente se han simplificado en uno, el económico. Ni desde luego la prensa era como es. Aquel Juan Luis Cebrián era otra cosa bastante distinta de lo que es hoy; Pedro J. Ramírez presumía lo mismo, pero de tirantes y peinados diferentes; Luis María Anson tenía tal vez las mismas devociones e idénticas fobias, pero expresadas hoy de otra manera y muchas veces sin acordarse hoy de lo que dijo ayer. Por lo demás, aquellos sagaces e incisivos comentaristas políticos se extinguieron y dieron paso a los exhibicionistas de tertulia, que no salen a las páginas o a las ondas cuando tienen una buena información que contar, sino cuando llaman a empezar el show. Pero es que no pocos de esos periodistas son los mismos, eran aquello entonces y hoy son esto. En efecto, si lo miramos, de treinta y pico años acá, y aunque parezca mentira, no han cambiado tanto los nombres. Pero sí los papeles, las posiciones, en definitiva, las personas.
En España, y creo que en otros países, un verdadero líder político es el que aglutina a los suyos y además convence a una buena parte de los que no lo son. Felipe mantuvo esa impronta durante bastante, quizás demasiado tiempo, mientras aquella derecha se divertía tomando cañas y gambas en la oposición. Terminó por consumirse aquel liderazgo en sus propias cenizas, derivó en felipismo y terminó por caer por si propio peso, más que porque realmente viniera alguien y le derrotara. Entró entonces en crisis el socialismo y le costó recuperar un proyecto, pero lo volvió a tener con Zapatero. Distinto, si se quiere más ingenuo y menos pragmático, muy social y a veces no tan socialdemócrata. Pero se lo creyeron muchos, de dentro y de fuera, hasta que en efecto se vio que este país había cambiado, y la artillería política se empleaba de otra manera. Al bombardeo sistemático sucumbieron hasta muchos destacados socialistas, que terminaron renegando del proyecto. Y hoy no tienen ninguno.
Otra cosa que ha cambiado desde aquellos tiempos es que los partidos políticos ahora tienden a hablar para sí mismos, más que para la sociedad. Unos para convencer a sus bases, y otros para contentar y mantener satisfechos a sus arbotantes superiores. Y la sociedad ha dejado de escucharles. Al Partido Popular no le importa, porque ha sabido mantener amarradas a todas sus familias. Pero al PSOE se la ha ido gran parte de su clientela por la izquierda. Ahora viven los socialistas en la peor de las situaciones posibles, sin saber bien quién son sus aliados y quién sus adversarios. En esta tesitura, sus supuestos líderes de más empaque optan por esperar ocasión y situación más propicia. Afrontan una traumática catarsis, que tendrá su culminación mañana. Si la tormenta pasa un día, los optimistas pueden argumentar que a la larga les puede beneficiar su ahora incómoda posición centrada, obtener réditos de las tortas políticas que se sacudan desde sus dos flancos. Otros temen más bien que el fuego cruzado termine por acribillarles. El tiempo dirá, pero hoy toca recordar aquel 28 de octubre de hace 34 años. Con admiración, con nostalgia o con infinito dolor.