Expresar el rosa no tiene por qué ser un ejercicio modernista, tampoco necesariamente hablar de amor -aunque bien pudiera- o apelar a sentimientos intensos. Los estudiosos de los colores podrán inspirarnos con sugerentes teorías sobre su sentido y su significado, y cómo inciden por ejemplo en nuestras emociones. No se trata hoy de eso. No es día de explicaciones ni grandes revelaciones. Es simplemente rosa.
Rosa es un viaje compartido, siempre van más de uno en el vagón, por vías que atraviesan montañas y túneles, a veces se torna verdaderamente oscuro y llega a desesperar, pero siempre queda el alivio profundo de atisbar un punto de luz tras una curva, ver que se agranda, saber que pronto admiraremos el inmenso valle alrededor.
Rosa es una caricia, un guiño al salir de casa, cuando no toca ir al trabajo ni a tomar un café con los amigos. Es una visita periódica, supuestamente fácil pero tácitamente tensa, no hace falta que nos digamos nada, podemos ir hablando de cualquier cosa, dejar que todo parezca normal. Esperar esa llamada o esa mirada, saber que sí o sí, esta noche saldremos a cenar.
Rosa es cuidarse y no perderse de vista, preguntar de vez en cuando, no tener miedo a la respuesta. Estar una tarde en una terraza y decirse, “anda, ¿vamos mañana?” Olvidarse luego y saber que nos tendremos que volver a acordar. Mirar en torno a nosotros, cualquier día por la calle, y no permitir que nadie se quede a su suerte.
Rosa son 26.000 malas noticias al año en España, una de cada ocho que alguna vez ha tomado ese tren. Pero somos también todos los que vamos con ella y hacemos ese trayecto juntos. Rosa somos los que tenemos un compromiso por delante, para que sean menos noticias cada vez, y cada vez menos malas. Eres tú, ella y aquella, pero también soy yo. Y no sólo vamos a serlo hoy.
No es simplemente un día, es simplemente rosa… siempre.
Byenrique 