40 años luz no son nada

40 años luz no son nada

Los astrónomos han descubierto –no sabemos si exactamente si ahora o hace tres meses– dos (o tres) planetas aparentemente muy similares a la Tierra. Sí, de los muchísimos que podría haber en un Universo todavía inabarcable. Pero estos están a sólo 40 años luz. Tienen atmósfera compacta, se supone que son de superficie sólida, no gaseosa, y a falta de todo lo que aún queda por estudiar de ellos, se valora que podrían quizás albergar vida. O al menos condiciones para haberla, conjúguese el verbo en pasado, presente o futuro.

Hasta ahora lo que sabemos es que la Tierra tiene unos vecinos en general digamos ariscos y una hija –del padre no se sabe nada- más bien desprendida y un tanto lunática. Como tampoco constan hermanos conocidos, no está mal saber que por lo menos puede tener primos. Muchos lejanos, pero algunos relativamente cercanos. Así un día, quién sabe cuándo, podrá mitigar esta insoportable soledad en la que lleva viviendo, sometida a los designios de un Sol feudal y a los quebraderos de cabeza y picores que le ocasionan 7.000 millones de diminutos y peleones seres que le hormiguean por toda la piel. Sin contar una cifra infinita e incalculablemente mayor de otras especies, en todo caso bastante menos problemáticas. La Vida, que de una tonta molécula terminó dando lugar a todo un entramado viviente, civilizado o no, salvaje o doméstico, pero casi todo él imposible de descifrar.

Con casi toda probabilidad, ninguno de esos aburridos vecinos de este barrio solar tiene, al menos hoy, ese problema, o si se prefiere, esa milagrosa virtud. Si tuviera la Tierra la posibilidad de comunicarse con otros planetas de similar condición –con vida-, no cabe duda de que le mejoraría sensiblemente la existencia. Podría compartir vivencias con similares, contarles sus problemas, escuchar los suyos, aconsejar a partir de la experiencia o aprender de lo que han hecho otros. Posiblemente en unos la vida surgió mucho antes y nos llevan milenios de ventaja, y en otros en cambio puede que todavía esté empezando a gestarse. Alguno, incluso, podrá estar pasando por momentos históricos similares. Pero bueno, a saber si sus vidas y las nuestras tendrían puntos en común y serían susceptibles de comprenderse mutuamente. Tampoco vamos ahora a elucubrar sobre cómo sería la vida extraterrestre, ya hay mucha literatura generada al respecto.

La cuestión es que gusta y hasta relaja imaginar, y no deja de ilusionar saber que podría haber planetas que lleguen a parecerse poco o mucho al nuestro. Vislumbrar esa posibilidad nos daría aún más motivos para investigar, para buscar, pero también para dar rienda suelta a nuestra creatividad y ejercitar nuestro pensamiento con nuevos motivos y elementos. Y más allá, aventurar la existencia de vida inteligente más allá de nuestros cielos superaría cualquier hito de esta humanidad. Daría lugar probablemente a un nuevo Renacimiento, como en su día lo dio el descubrimiento de nuevas tierras más allá del mar o la constatación de que nuestro planeta era redondo y giraba alrededor del Sol. Si cabe, supondría aún mucho más… Quién sabe si, llegado el momento, más que renacimiento, lo llamaríamos Reinvención.

En fin, saber que tenemos planetas primos más allá del constreñido Sistema Solar podría darnos el impulso para iniciar una nueva era, o mejor, un mundo nuevo. Alumbraríamos tal vez un Leonardo da Vinci, un Galileo o un Newton de nuestro tiempo, bueno, del tiempo que fuera. Y grandes pensadores que tratarían de entender nuestro nuevo sitio en el Universo. No faltarían, no obstante, los inevitables inquisidores, los que tratarían de meternos el miedo, al fin y al cabo para no ver alterado su orden establecido. Pero con las nuevas perspectivas que se nos abrirían, siempre tendríamos mucho horizonte adonde mirar. Incluso, según avanzara la ciencia y se desplegara la industria, surgirían nuevas oportunidades relacionadas con esos nuevos escenarios por descubrir.

Por ejemplo, de mandar a algunos de vacaciones indefinidas para allá. Y si no, de escaparnos nosotros. Con potentes medios de transporte que sin duda inventarían, total, 40 años luz no son nada.

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