Unos dicen que fue un titular del Daily Mail, otros que lo dio The Times en 1957. O puede que lo hayan dicho muchas veces, hasta la BBC, no sería de extrañar. El caso es que, ante la noticia de una espesa niebla que interrumpía el transporte por el Canal de la Macha, el dictamen periodístico fue rotundo y elocuente: “el continente está aislado”.
Si desde una isla fue capaz de engendrar un imperio, se explica que en ese reino todavía se piense que el mundo gira en torno a él. Los navíos que Felipe II les envió de Sur a Norte dejaron de ser invencibles frente a sus costas. Los aviones alemanes se hartaron de bombardear y dejar ciudades y barrios enteros en escombros, aún quedan iglesias en el puro armazón, pero nunca pudieron poner los pies en su tierra. Napoleón, cuando tenía a media Europa de rodillas, ni se atrevió a tentarles por mar, y las llanuras de Waterloo quedarían aún lejos de sus dominios. William Turner pintó las más bellas batallas, dignificó sus paisajes e ilustró la Revolución Industrial. Más de un siglo antes, Isaac Newton había descubierto y definido la gravedad, pero muchos compatriotas debieron pensar que el centro eran ellos y las manzanas siempre tenían que caer de su lado.
I don’t know why you say goodbye, I say hello
Los libros contaron esas hazañas, los profesores las enseñaron con dedicación y los niños –los intrépidos de Enid Blyton y los que no se salían de la estricta norma- aprendieron que sin duda Inglaterra había salvado a Europa tantas veces. Por mucho que tuvieran tanta literatura y tanta ciencia que estudiar, un Shakespeare nuevo que redescubrir cada siglo o un Darwin aún por explorar; por más que los rebeldes chicos de los sixties les hicieran ver que podían conquistar el mundo de otra forma o que Bowie encarnara como nadie su espíritu más transgresor. Los nostálgicos no dejaron de evocar su pasado imperial, que para ellos quizás no sea tal, sino presente, vigente y atento contra cualquier pretendido invasor.
Come together right now over me
Gran Bretaña es una isla exótica que no se encuentra en el Trópico de Cáncer ni perdida en el Pacífico remoto. Peculiar y celosa de sus costumbres y hasta de sus alimentos, alberga lo más moderno y lo más antiguo, el país que ha conservado más tradiciones intactas y posiblemente el que más innovación e inventos ha aportado al mundo. Pero unas veces se han identificado más los británicos con Faraday y otras con Nelson mortalmente herido sobre la columna; se han dado al liberalismo de John Locke o se han entregado a los miedos tiránicos de Thomas Hobbes; han venerado a Sir Alec Guinness o se han sentido más Roger Moore. Unos impulsos han convivido con los otros, a veces se ha impuesto la rosa, otras decididamente el mazo.
Get back to where you once belonged
Pero la Inglaterra profunda –todos los pueblos tienen seguramente su lado profundo y visceral- ha triunfado esta vez. La historia es un péndulo, y ahora las pintas y las onzas le han ganado el pulso al sistema métrico decimal, la pradera ha sido más inmensa que la city. Al modélico y reputado Sebastian Coe le ha superado en la recta final el pendenciero Steve Ovett, no era esto un 1.500 sino la milla. Y en este mundo que tiende a restaurar los muros y las alambradas que a la civilización le costó siglos, neuronas y sangre derribar, los unionistas de la cerveza sin espuma, que volverían al calendario juliano y piensan que no tienen ni idioma ni nada que aprender de nadie, han sido sensiblemente más o han hablado más alto que los que idearon construir el túnel bajo el canal. Ha resurgido la niebla, el continente se aleja otra vez.
She’s leaving home, bye bye