Para quien no sea muy adicto a la prensa deportiva –que a veces hacen falta ganas por mucho que te apasione el deporte-, Santiago Segurola pasa por ser uno de los periodistas más ilustrados del género. Te puede hacer una crónica muy plástica a la vez que certera de un partido de fútbol, y por cierto bastante independiente –aunque presume de ser del Atlhetic de Bilbao de toda la vida. Pero te puede también entusiasmar con los momentos estelares de unos mundiales de Atletismo, desgranar la actualidad de la NBA o relatarte la vida y milagros de un gigante de la natación o un mito del boxeo. Sus conocimientos y gustos van más allá del deporte, y de hecho, tras 20 años en la sección de deportes, El País le nombró director de suplemento cultural Babelia. Fue justo antes de irse al diario Marca, se presume que con una oferta mareante.
Pues bien, ayer se ha sabido que Marca ha despedido a Santiago Segurola. Lo ha desvelado él mismo en un acto en Salamanca. En el que además se ha lamentado de los momentos difíciles que atraviesa el periodismo deportivo y de la actual tendencia a dar prioridad al espectáculo sobre la información en los espacios de este género. Parece ser que el despido se enmarca en un ERE –otro más en nuestra prensa- que el diario deportivo va a acometer en las próximas fechas y que podría afectar a unos 200 empleados.
Puede que Segurola haya sido incluido en el paquete de despidos por sus elevados emolumentos –además era adjunto a la dirección. Pero también da por pensar que su estilo va quedando en desuso, vistas las nuevas formas y prácticas que imperan en este mercado. El de la información en general, pero muy particularmente la deportiva. Voces altas y titulares cuanto más aparatosos mejor, crónicas más encendidas que mesuradas y, ya lo hemos criticado otras veces, un patriotismo inquebrantable como en los más añejos tiempos. Si en muchos medios hoy la información política se ejerce hoy para militantes, en casi todos la deportiva se jalea para hinchas.
Y en este mercadillo ya no caben periodistas como este. Eso de hablar con rigor y perspectiva, de aportar conocimiento y buena memoria, ya no está tan bien visto. Aportar un toque literario a las crónicas o adornar los comentarios con anécdotas jugosas y bien contadas, no es moneda corriente. Saber, en definitiva, de lo que está hablando sin levantar la voz, no se lleva. Si no sale a darse de tortas dialécticas en un chiringuito televisivo, no firma una arenga a su equipo o no viene a decirnos que los nuestros son siempre los mejores y los mas honrados, y los que nos ganan unos impostores, las empresas afanadas en ganar audiencias prescindirán de él.
No creo en todo caso que Segurola ande estos días muy preocupado. Un hueco en alguna emisora –de hecho lo tiene- y una columna en un periódico no le van a faltar por ahora. Pero de avanzar esta tendencia, a periodistas como él –y con menos nombre que él- cada vez les van a dar menos trabajo. Santiago, al menos, puede dedicarse a escribir de música o de libros. Igual no le pagarán, pero en fin. El caso es que, ya lo sabemos y no decimos nada nuevo, no corren buenos tiempos para el periodismo, y del bueno ya ni hablamos. Pero mucho menos para el periodismo ilustrado.
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