La comunicación individualista y su enemiga la prensa

Comunicación individualista II

Hay que tener mucho cuidado -y mira que lo repetimos-, cuando se sale ante los medios de comunicación y uno no va únicamente en representación de sí mismo, sino que lleva una organización detrás, del ámbito y del tamaño que sea. Un directivo transmite los mensajes de su empresa, un entrenador o un futbolista son portavoces de su club, un líder político habla en nombre no sólo de su partido sino de los ciudadanos que le votan, sean 5.000, cinco millones o diez. Pero que si quieres… A menudo asistimos a comparecencias en las que el portavoz va por libre, se suelta el pelo, bien le sale su instinto más irracional o bien la labia se le va de las manos… Y termina dejando en un serio compromiso a la entidad a la que representa.

Puede pasar, y es lo más frecuente, que el ataque egocéntrico de un personaje se manifieste en los mensajes. El portavoz expresa su opinión personal, y puede suceder que lo que dice no se corresponde con lo que diría su empresa, club o partido político. Entonces los responsables de Comunicación se llevarán las manos a la cabeza, y tendrán que romperse la misma –y dedicarle horas de trabajo, hasta fines de semana…- para arreglar lo mejor que puedan el desaguisado.

Pero peor aún, y esta semana hemos tenido varios ejemplos, si la liada de manta del protagonista trasciende al estilo. Si el portavoz se comporta como un maleducado, un prepotente o un tipo soez, dará la imagen de una organización maleducada, prepotente o soez. Y la organización en cuestión debiera darse cuenta del riesgo que corre su reputación poniéndola en manos –o en boca- de ese personaje.

Por otro lado, cuanto este estilo de comunicación individualista se desboca, se tiende a cometer el error de descargar toda la ira y la mala baba contra la prensa. A ver, el periodismo en estos días será el que es, y los periodistas lo que son, con sus defectos y virtudes, con sus inclinaciones determinadas o indeterminadas, sus problemas, sus limitaciones para ejercer su trabajo y las tensiones o presiones que vivan en su empresa. Pero tampoco ellos van por su cuenta. Si asisten a una rueda de prensa lo hacen –la mayoría lo saben, puede que algunos no- en representación no ya del medio que les paga, sino del público que consume los contenidos que ofrece ese medio, y al que ellos tienen la misión de informar. Y sea cual sea la tendencia ideológica, deportiva o empresarial de un periódico, radio, televisión… es muy de dudar que a cualquier entidad le interese hacer un explícito desprecio a esa audiencia.

Las prácticas que hemos conocido estos días son deleznables, y no sólo desde el punto de vista del Periodismo y la Comunicación. De lo que no son conscientes sus perpetradores es de que al final terminan no sólo perjudicando la imagen y la esencia de lo que representan, sino además tirándose piedras contra ellos mismos. Ridiculizar al profesional que va a hacer su trabajo –y al que se supone que han invitado-, cuestionar su valía, afearle hasta su apellido o su vestimenta… y encima hacerlo amparado en coros aduladores como si de bandas de secuaces se tratara… Da una sensación muy fea. Y mucha gente normal podrá decidir que con ese no se irá ni a tomar un café. Podrían pensárselo antes de actuar así.

Y en definitiva, cuando organizas un acto informativo del formato que sea, ¿lo que deseas no es encontrarte la sala bien llena? Aunque a alguno no le guste y prefiriera hacer un soliloquio en su habitación, si vienen es señal de que interesa, y no todos gozan de ese privilegio. Pero si encima te gusta ponerte delante de los periodistas, ¿por qué les echas de esa manera?

Por lo demás, habrá –de hecho la hay- gente a la que todo esto le parezca muy bien. Porque, como señala hoy el editorial de El Mundo, “(…) existe un sector en la sociedad española que no distingue el bien y el mal, lo que explica mucho lo que está pasando en este país (…)”. Sólo objetar que no es sólo un sector de la sociedad española. Son muchos sectores, desgraciadamente, y desde muy diversos ángulos.

 

P.D. El protagonista de la foto no tiene culpa de nada, es el tenista Toni Robredo, que una vez se quedó solo en una rueda de prensa y puso esa cara. Pero es que la imagen queda que ni pintada para ilustrar lo que venimos a contar hoy. Los aludidos, evidentemente, son otros, y simplemente hemos optado por la elegancia de no nombrarlos. Cualquiera que esté al día puede deducir perfectamente quiénes son.

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