¿Revolución o revolcón industrial?

Cuarto revolcón industrial II

Nos lo vienen diciendo, la Cuarta Revolución Industrial está aquí. En realidad hará como diez años que nos lo avisan, y a ver si dentro de otros diez nos siguen con lo mismo, que ahora sí que sí. Pero lo que no se puede negar es que el mundo no va a cambiar, está cambiando ya. En lo que respecta a los procesos industriales, la producción de bienes y servicios, los modelos de negocio, las cadenas de distribución, la comunicación de las marcas con los clientes.

No es una tecnología –como lo fueran la máquina de vapor o la informática- ni una transformación de los procesos –como la producción en cadena- sino un cúmulo, un tsunami de tecnologías. Unas han llegado más deprisa, otras han tardado más en consolidarse, otras en realidad son antiguas pero han alcanzado hoy su punto de interés y madurez comercial. Ahora nos llegan todas juntas. Como si se hubieran puesto de acuerdo, y de hecho unas han alimentado a otras: Internet de la Cosas, La Nube, el Big Data, la Impresión 3D, y podemos seguir con inteligencia artificial, robótica, realidad aumentada… Y con todo esto junto, es imposible que nada vuelva a ser cómo fue.

Lo que toca ahora es asimilar la modernidad. Empezando por lo bueno. En efecto, con todo este avance va a ser posible hacer cosas que hace nada nos parecerían inimaginables. Comprarnos un modelo de coche único, con los parámetros y la distancia entre el asiento y el volante a nuestra justa medida como si fuera un calcetín, pagar los plazos automáticamente cada 1.000 kilómetros que hagamos. O vender unos zapatos con diseño y horma a medida, sacarlos por impresora 3D, empaquetados en cinco minutos –lo hace un robot– y listos para enviar por dron a su casa, por cierto en Nueva Zelanda, según la reciba y la toque el pago estará en nuestra cuenta, 10 euros porque realmente no habrá costado más.

Pero también deberemos asimilar lo demás que nos viene. La oferta va a cambiar, las distancias y los costes marginales se van a reducir al mínimo o desaparecer, entrarán nuevas empresas a competir y otras, muchas de las de siempre, se van a tambalear. Dice McKinsey que las grandes firmas perderán un 20% de su presencia, y Siemens que en los próximos 20 años se producirán más bienes y servicios que en los últimos 50.

La información fluirá en cantidades masivas, tendremos a un clic lo que necesitemos, pero igualmente, sin que nos demos cuenta, nuestros datos estarán en todos los sitios. Incluidos nuestros gustos, aficiones, manías… y si una noche loca caímos en un garito inconfesable… Todo esto no es tan nuevo, está pasando ya. Y pasará más…

¿Y qué pasará con el trabajo? La automatización de los procesos, la robótica y la desaparición de intermediarios comerciales van a terminar con muchos empleos, fundamentalmente los relacionados con tareas administrativas y manufactureras. De acuerdo con un informe presentado recientemente en Davos, en los próximos cinco años se perderán siete millones de puestos de trabajo de este tipo en los 15 países más industrializados. Como contrapartida se crearán unos dos millones relacionados con perfiles técnicos, digitales y matemáticos. La cuenta es terriblemente fácil, estaremos perdiendo cinco millones. Eso sí, nos dicen que aparecerán nuevas funciones y ocupaciones, que el 65% de los actuales estudiantes de Primaria estudiarán en profesiones que hoy todavía no existen. Ah, y nos tranquilizan diciendo que por muy capaces e inteligentes robots que vengan, nunca podrán reemplazar la creatividad humana. Pero ya veremos… Que quien sólo mira la hoja de cálculo puede ser temible a la hora de tomar decisiones.

El mismísimo presidente del Foro Económico Mundial, entidad representante de las élites económicas mundiales, ha reconocido de esta revolución su potencial para perturbar el mercado de trabajo. Y que se podría generar aún más desigualdad.

Es cierto que todos los cambios históricos y todas las revoluciones generan dudas y miedos, eso siempre fue así y ahora tampoco nos vamos a librar. Pero la gama de oportunidades versus la lista de amenazas es demasiado importante esta vez como para que no nos tomemos muy en serio unas y otras. Todos los inventos han tenido la intención de hacer el mundo mejor, pero la especie humana ha tenido siempre la siniestra habilidad de generar nuevos problemas de cada avance, y así ha sido nuestra dinámica de dar dos pasos adelante y uno hacia atrás, cuando no al revés. De nosotros depende –empresas, gobiernos, instituciones económicas, educativas… y de las personas a fin de cuentas, colectiva e individualmente- que este salto que hemos empezado a dar, previsiblemente más alto y a más distancia que cualquier otro que dimos, nos haga caer de pie. Que no salgamos tullidos de la empresa, y no llegue el día en el que lo recordemos como el cuarto revolcón industrial.

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