Concierto de año viejo

Concierto de año viejo

Por más que por invierno y por estas fechas se supusiera que todos los caminos llevan a Viena, sin embargo había otros conciertos. La verdad es que unos llegarían con pocas ganas de música, y por otro lado habría quienes se acercaran con pretensiones menos puristas. Muchos otros ni siquiera tendrían arrestos para levantarse y asistir a la programación matinal, saltando directamente a los saltos de esquí.

Ciertamente hay más ciudades, más salas, más orquestas y cantantes. Y sobre todo ánimos bien distintos de los que se adivinan en la mítica Golderen Saal. Los que se notan por las calles decadentes o temporalmente abandonadas a la depresión, los que se palpan y a veces se cortan con un cuchillo en algunos salones de estar, que ni por asomo son de baile. Estos días previos a las burbujas son más de despedida, de balance, de recuerdos… de concierto de año viejo.

Nadie sale de un año sin buenos recuerdos o episodios divertidos, pero a casi todos nos quedan más las heridas. De las noticias que se decían más leídas en estos doce meses –en este resumen por ejemplo -, la gran mayoría relataban accidentes, atentados, muertes y si acaso alguna polémica soez. Del mismo modo, todos los aquí reunidos evocábamos más las pérdidas, las rupturas, las ausencias… Y parecíamos olvidarnos de que en el fondo –aunque fuera en las fosas abisales de nuestra memoria- este año habíamos disfrutado también.

Con la mañana de Radetzky llegarían la vitalidad, las promesas y los deseos. Pero estas noches eran más bien de sonatas leves, lamentos y voces resquebrajadas. Paseos acompañados de sonoro viento, música que nos sobrecogía y sugería volver la vista atrás. Luego nos sentábamos alrededor de una hoguera sin leña ni fuego, o de una mesa sin platos ni copas. No nos mirábamos, simplemente nos sentíamos uno al lado del otro. Y acomodábamos nuestra tristeza, la mecíamos y la arrullábamos en silencio. Para que doliera un poco menos quizás.

Este año no habríamos visto el mismísimo Danubio Azul, pero sí otros ríos generosos, y además conocimos mares plenos de vigor; catedrales de vértigo, subiéramos arriba o las viéramos desde abajo; apacibles canales pintados tras delicada lluvia. Tuvimos noches interminables y días que no quisimos que se terminaran. Ahí nos quedaban, pero eran ahora otros recuerdos los que nos visitaban. Nos hablaban de lo que nos faltaba, de lo que no conseguimos, de lo que simplemente no hicimos muy bien. Cambiarían el registro y la melodía, de eso estábamos seguros. Pero estas eran letras y partituras para un concierto de año viejo. Sentido y necesario. Significa que hemos vivido un año más.

P.D. A todos los que, mucho o poco, pasáis, paráis o paseáis por este blog, os deseo un muy feliz 2016.

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