Que Pablo Iglesias ha salido de la reunión con Rajoy con la promesa de un despachito en Moncloa como asesor en políticas para los Objetivos del Milenio; que Van Gaal se sentará en el banquillo del Real Madrid ya desde este miércoles –lo de Mourinho da demasiado miedo y además podría ser verdad; que la alcaldesa de Madrid ha decidido trasladar la sede del Ayuntamiento a un complejo abandonado en Entrevías mientras la lideresa de la oposición se acomoda en el Palacio de Liria; que Pedro Almodóvar ha sido elegido para dirigir la próxima entrega de Star Wars. No hubieran estado mal para hoy…
Hay quien sostiene, y no le falta algo de razón, que ya no se celebran los Santos Inocentes, que este día pasa cada año más desapercibido. Mucha gente cae en la cuenta al final del día de que era 28 de diciembre, a veces ni más ni menos cuando comienza la emisión del famoso programa televisivo.
Ciertamente, ya no se gastan bromas como antes. ¿Para qué, si las propias noticias que nos llegan a lo largo del año tienen muchas el tono y el contenido de una broma harto pesada y sin embargo no hay manera de desmentirlas o desmontarlas? Si tantos ciudadanos viven hoy sometidos a una inocentada sistemática, y no hacen más que sobrellevarla con resignación. El monigote lo llevan cosido a la chaqueta y al jersey, o si me apuran, grabado en la misma espalda.
Porque cualquiera que mire alrededor puede comprobar que el concepto sigue vigente ¿Quién más merecedor del título de inocente que los millones de refugiados que han llegado a Europa este año procedentes de Siria o, si ampliamos el punto de mira, los 60 millones de personas que hoy viven desplazadas por todo el mundo? Y no ha hecho falta ningún rey tirano, más bien diríamos que han intervenido miserables de múltiple condición y calaña que ni se llaman como aquel ni son exactamente reyes.
Las bromas que se supone gastaban los niños podían ser simples trastadas, pero luego se aficionaron los mayores, y a veces dieron en diseñar sibilinas burlas organizadas, que aún una vez destapado el entuerto seguían escociendo. Porque más allá del artificio perverso o la trama embarazosa a la que habían sometido a la víctima, ésta terminaba siéndolo porque había salido vilmente retratada del episodio. Pero formaba parte del juego.
Ahora ni hay ya juegos ni los niños tienen ganas de hacer gracias. El engaño está programado y nos lo repiten todo el año y a todas horas. Los Herodes de la Gran Economía están atentos y pendientes de que se nos ocurra hacernos ninguna mera ilusión. A estos no hay quien se la pegue. Y a los que tratan de escapar de un escenario insostenible e incompatible con una vida normal, los tratan a revolcones. A estos se la pegan siempre.
Hoy sigue habiendo inocentes, pero sobre todo abundan los santos. Los condenados por su origen y condición y los simplemente resignados a una situación que creen imposible de cambiar o mejorar. Para ellos no hay más noticias que las que a diario les recuerdan quiénes son y a qué ninguna parte van. Y ya no hay ninguna necesidad de romperse la cabeza para idear qué mentira contamos hoy.
Pero es que tampoco hace falta inventarse mucho. Lees las portadas de hoy, el empate a 1.515 votos, la campaña de incendios en pleno invierno o que la banca española vale 35.000 millones menos que hace un año… ¿Y cuál no nos parece una burda inocentada, más estrambótica o más cruel?